CAPÍTULO ONCE Cuando llegaron a la finca, Sofía se quedó mirando la gran casa en su esencia. Era enorme y tenía almenas, estaba a medio camino de ser el tipo de castillo que había significado algo, antes de que los cañones hubieran podido derribar los muros y destrozar las entradas fortificadas. Parecía que la finca lo había descubierto a las malas. Las colinas que la rodeaban habrían dado algo de protección, pero aun así, trozos enteros del mismo estaban en ruinas, un ala reducida a poco más que escombros. Había marcas de quemaduras fuera, donde el fuego se había llevado partes, mientras que en el suelo había zarzas en abundancia y hierbas altas. Aun así, ella miraba fijamente. —¿Qué es esto? —preguntó Cora. —Es un largo camino para llegar a unas ruinas —dijo Emelina. Sofía negó con