Capítulo Cuatro: Shock.

1840 Words
El encuentro de miradas entre el vampiro y el humano duró más o menos dos segundos, antes de que el primero se abalanzara rápidamente sobre el contrario, tomándole con fuerza por uno de sus brazos, de donde tiró de él para cargarlo cual saco de papas. El humano no podía creer lo que sus ojos habían visto, seguía en trance, y estuvo así el resto del camino de regreso a la casona, el cual duró menos de tres minutos. Se dio cuenta de la alta velocidad que poseía la criatura que le cargaba al moverse, era tanta, que pensaba estar bajo los efectos de las drogas, incluso llegó a preguntarse si podía haber sido influenciado por alguna hiedra venenosa de camino allí. Tendría mucho más sentido que lo que experimentaba en ese momento como parte de la realidad. Su cuerpo temblaba del frío, sin embargo, era lo que menos preocupación le generaba. Cuando ambos estuvieron dentro de la casa, la iluminación que había era menor debido a la oscuridad que venía de la noche, y sumado a eso, que algunas velas se habían consumido hasta dejar la e*****a en un pequeño charco endurecido sobre la base de los candelabros. Finalmente, el vampiro le bajó de su hombro, asegurándose de que se pudiera mantener en pie. Ya para ese momento, estaba como el Heracline que conocía, sin dientes afilados u ojos brillantes, nada más quedaba como evidencia la sangre derramada en sus ropas y parte de la boca que se deslizaba en pequeños jirones rojos hasta el cuello. Al ver esto, aún su cerebro no lo asimilaba, pero logró formular una pregunta sin titubear tanto. —¿Qué... Qué eres...?— en medio de la pregunta, se notaba su respiración irregular, haciéndolo hablar casi sin aliento. Aunque sonara tonto, temía por su vida. Indiferentemente de que haya sido la misma persona que le había cuidado esos días, no podía confiar en un ser cuya naturaleza desconocía, más allá de su persona. El de dorados cabellos le dedicó una mirada que daba a entender que comprendía su situación. —Escucha, Mirkov... Sé que lo parezco, pero te aseguro que no soy un monstruo como crees justo ahora. Mi naturaleza siempre ha sido así, nací con ella ¿Has de condenarme por ello?— la mirada del más bajo reflejó por completo cada frase que había dicho, notándose una cruda honestidad en ellas. —Si no eres un monstruo... ¿Qué fue eso de antes? ¿Cómo puedes ser tan cruel con un animal?— ante esto, ya el humano no titubeaba, más bien sentía rabia. —Son los sacrificios que debo hacer para mantenerme con vida, Mirkov, por favor, comprende. O son los humanos o son ellos, y yo no podría quitarle la vida a ninguna persona, incluso me duele dejar perder la de las criaturas del bosque, pero no me queda de otra— mientras dijo esto, el ser de largos cabellos se acercó cada vez más al humano, asegurándose de convencerlo, pero antes quitó su saco manchado y se limpió la piel de la boca con un pañuelo de bolsillo . Así de limpio, parecía un ser angelical, que incluso bajo la poca iluminación que allí había, lograba resaltar con un brillo único. El humano no pudo evitar admirarlo boquiabierto unos momentos antes de responderle, era un ser magnético. —Que no asesines humanos no te hace mejor persona, es algo básico tener empatía ¿Acaso algo como eso no existe en tu vocabulario?—. —Le recuerdo, joven Mirkov, que he sido yo quien ha cuidado de usted mientras estaba moribundo— respondió firme el ser sobrenatural, con aura ofendida —Sé que no me hace mejor que nadie, pero le aseguro que me esfuerzo cada día por no dañar a ningún alma—. —Bien, pues entonces me iré, si has terminado de echármelo en cara. Nunca pedí tu ayuda, de todos modos— el rencor en el rostro moreno del humano, hacía que sus ojos se vieran más oscuros que de costumbre, dando la impresión de que hablaba en serio, aunque no pudiera siquiera caminar bien o mantenerse en pie sin temblar. —Sabe usted que no está en condiciones de dejarme— fue la respuesta rápida del contrario —Sin embargo, es libre de abandonar esta casa cuando guste. Buenas noches—. Con eso dicho, el vampiro se dirigió hacia la planta alta de la casa a una velocidad casi inexplicable. Mirkov se encontró solo en la inmensidad de la construcción, tragando un gran nudo en la garganta. Aunque lo negara, sabía que Heracline estaba en lo correcto, no podía dejar el lugar aún. Ya había hecho mucho esfuerzo por aquella noche al salir sin compañía y por tanto rato. Las piernas casi no le respondían, y no sabía si era por la discusión que tuvieron, el impacto de descubrir la naturaleza del chico o por el accidente de días atrás. Caminó como pudo hasta las escaleras, las que subió escalón por escalón, apoyado del barandal de madera tallada, iría a la habitación que habían destinado para él, no tenía opción. Cuando entró por fin luego de casi quince minutos de lucha, se dio cuenta de que la habitación tenía un aspecto diferente, tenía detalles como cortinas que no estaban, un candelabro bien ubicado en la mesa de noche. Ropa de dormir encima de la cama tendida y limpia. No había el menor rastro de polvo como antes. En la mesa de noche se encontró con una nota escrita con pluma de tintero. "Gracias por no huir".  Palabras tan cortas y tan significativas que le llegaron al alma. Tragó saliva y volvió a colocarla donde estaba, estaba molesto consigo mismo. ... A la mañana siguiente, el empresario se levantó con mejor humor, aunque todavía no podía creer que siguiera con vida tras haber descubierto a un vampiro en plena caza. Sus pasos eran mejores que la noche anterior, pero con la diferencia de que sus músculos dolían por la caminata que había hecho, la cual, en sus condiciones, no era lo mejor que podía hacer. Bajó lentamente por las escaleras alfombradas con diseños florales, también en tono coral. Estaba ansioso por ver al más bajo merodeando por ahí, quizás esperándole para compartir la mesa, aunque él no comiera. Se sorprendió al caer en cuenta de que la casa estaba vacía. Ni siquiera Liah estaba por los alrededores. Se decepcionó un poco, pero entendía que quizás había herido al rubio con sus palabras. Se notaba una persona bastante sensible, a pesar de su aura seria y la naturaleza que poseía. Con los ánimos por el suelo, se dirigió a pasos cortos hasta el comedor, donde estaba lo que parecía ser su comida ya servida y bien presentada, cubierta por una capa de cristal evitando tanto que se saliera el calor como que algún bicho se lo comiera. Se quedó de piedra. Si Liah no iría aquél día ¿Fue él quien le preparó aquello que lucía tan apetitoso? Un detalle como ese le hizo revolver un sentimiento extraño en su estómago. Imaginar a Heracline esforzándose así por agradarlo a él, le hacía sentir un verdadero idiota. Respiró profundo y tomó asiento en el gran comedor, comenzando a comer gustosamente, no dejaría que se desperdiciara tal delicia. Realmente tenía mucho sabor. Luego de haber saciado su hambre, decidió colaborar un poco y al menos lavar lo que había usado. Se dirigió hacia la cocina, y aunque nunca en su vida había lavado un solo plato, estando allí lo hizo más que contento, sin saber el porqué de todo. ¿Por qué estaría tan feliz de estar con Heracline si ahora sabía que era un chupasangre? Dudas como esas rondaban por su mente, aún así, no dejaría que le atormentasen. De todos modos, tendría que regresar a su vida en pocos días. El solo pensarlo, le dio un vuelco en el área del pecho. No podía dejarse gobernar las emociones así por un desconocido. ¿Es que acaso estaba loco? Tenía una esposa esperándole en casa. Disipó cualquier pensamiento de su mente y fue luego al jardín a tomar un poco de sol, regando así las plantas que se veían secas y cortando las hojas que ya no servían. Al terminar su pequeño trabajo, caminó de vuelta a la casa para darse un baño, el primero desde que estaba allí. Hizo lo conveniente para el deber, y una vez tuvo el agua en la tina con detalles dorados del aseo cercano a su habitación, se sumergió en el agua sin poder esperar mucho más, estaba desesperado por estar limpio de nuevo. Duró allí un buen rato, relajando su mente a todo dar, pues habían pequeños cabos de velas aromáticas, que aunque no estaban encendidas, impregnaban de su esencia el espacio. Cuando hubo terminado de acicalarse, salió de allí con una muda de ropa que le habían dejado en el clóset ya puesta. Se trataba de una camisa de satín perlado y unos pantalones negros de caqui. Muy elegante, pero era mejor para él que lo que vestía Heracline. No le quedaba mal, en absoluto, pero se veía salido de otra época. ¿Cuántos años tendría el vampiro? Si llegaba a tener la oportunidad, le preguntaría sin dudarlo. Quizás era por eso que lucía así. Le había dicho que siempre había vivido allí ¿Sería cierto? Tendría sentido por los diferentes estilos de la casa, tanto góticos como románticos e inclusive señoriales. Simulaba ser un pequeño castillo. La construcción era un paraíso en medio de la nada, estaba curioso de repente por conocer a la familia de Liah de la que tanto habló. Nada más estar poco más de unas horas en ese espacio tan grande, le hacía sentir una soledad inmensa. Estar solo nunca le había afectado ¿Por qué ahí sí? Se preguntaba también por la familia del vampiro ¿Serían ellos de la misma naturaleza? Cuando dijo que había nacido así, le produjo curiosidad el saber cómo era eso posible, ya que según las leyendas, los vampiros solo se convertían por una mordida. Eran muchos los pensamientos que le atormentaban, por lo que decidió ir a la biblioteca y leer algo. Pasadas dos horas y media, cayendo la tarde, escuchó unos pasos en la entrada. Se emocionó demasiado para su gusto. Caminó al encuentro del vampiro, pero este iba acompañado de un chico bastante alto y de cabellos rojos. Conversaban animadamente, sin siquiera notarlo, lo cual, le dejó algo triste. Bajó la mirada al suelo, y el pelirrojo se dirigió a él. —Eh, tú ¿Eres la nueva presa de Hera?— sonrió socarrón, burlándose de la situación. En el momento solo quería ser tragado por la tierra, se dio cuenta de que la que llevaba encima era ropa del rubio, no podía ser de alguien más. Qué situación más bizarra. Cómo quisiera haber tenido híper velocidad y haber salido disparado de allí, pero le tocó aguantarse la vergüenza y además el disgusto.
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