Thelma lanzó un murmullo de horror. Era enorme y de aspecto feroz, con rapidez percibió el olor de la sangre. Con largos saltos, subió por la escalera y golpeó con violencia la puerta del frente. El hombre debía de haber colocado en un lugar alto la carne, porque saltaba y saltaba, rasgando con sus garras la madera. Producía un ruido terrible. —¡Espere aquí!— indicó el Conde con voz cortante. Se movió hacia un lado y Thelma pensó con horror que tenía intención de abrir la puerta del frente. En cambio, se deslizó a través del vestíbulo y ella comprendió que se dirigía al pasillo que conducía a la cocina. Por el momento no pudo imaginar qué podría hacer. Decidió esperar, paralizada de miedo por los gruñidos del tigre. Aun cuando era imposible, temía que, de alguna manera, rompiera