Continuaron avanzando. Para almorzar, Watkins encontró de nuevo una posada, más no tan agradable como a la anterior. Había varios hombres en el bar, que se asomaron a la ventana para mirarla. Hicieron comentarios que ella no pudo escuchar, pero que provocaron vulgares carcajadas. Una vez más almorzaron pan y queso. El pan estaba correoso, la mantequilla rancia y el queso era de pésima calidad. Se alejaron lo más rápido que pudieron y Watkins parecía estar molesto. —Será mejor que tengamos más cuidado, señorita, para fijarnos a dónde vamos la próxima vez. Thelma estuvo de acuerdo. No obstante, temía entrar en posadas de mejor calidad o viajar por los caminos principales. Sabía que su apariencia provocaría muchos comentarios, así como lo fino de sus caballos. Si alguien