Juré ya no beber de tu memoria, lo sé.
Pero encontrarme con tu perfume,
fue el recuerdo que derramó el vaso.
Y algo tenía que hacer.
-Gus Vázquez.
La terapia se convirtió en mi ruta de escape. Estaba tomando con seriedad acudir ahora dos veces por semana. Me sentía bien, fuerte, un tanto nerviosa ya que otro aniversario de bodas llegaba. Había logrado una rutina que me llenaba de energía y me permitía ver pequeños logros y volverse grandes hazañas.
- Bueno, terminé de separar las cosas. Me llevaré las cajas que van a la basura. – Comentó Victoria saliendo con varias cajas.
Después del colapso que tuve en el consultorio, tomé la decisión de renovar el departamento para hacerlo mi hogar. Ese día en terapia había sido más honesta que en los tres años anteriores. Ahora el aire que inhalaba no era pesado, de cierta forma me quité mucho peso de encima.
- ¿Maca? -Sarah se acercó con unas chaquetas de Nicholas en sus manos. - ¿Qué harás con estas? – notaba el nerviosismo en su voz.
- Vamos a venderlas. Están en buenas condiciones. A alguien debe de gustarles. – respondí tranquila.
Seguimos moviendo muebles y cajas que ya no quería en mi hogar. En algún momento de mi vida me llené de tantas cosas que en realidad no eran importantes o necesitaba. Tenía un nuevo tema que discutir en terapia.
- ¡¿Te vas a mudar?! – sorprendido cuestionó Elijah.
Le sonreí. Me estaba acostumbrando a verlo todos los días, aunque fuera tan solo con un pequeño “hola”.
- No, estoy cambiando algunas cosas. Remodelar el lugar. – respondí sintiendo una punzada de satisfacción ante mis palabras.
- Genial, por un momento pensé que me quedaría sin vecina, otra vez. -sonrió con timidez. - ¿Necesitan ayuda? -volvía a su pose habitual, seguro, confiado, pero transparente.
- ¡Si! – respondieron al tiempo Victoria y Sarah.
- Gracias. –sonreí. - Necesitamos bajar esos sillones y la cama al camión. Vamos a venderlos en el tianguis.
- No se diga más, iré por más ayuda. Ya regreso. – caminó hacia el departamento del portero.
Me quede observando la puerta sonriendo, me agradaba verlo. Se sentía bien tenerlo cerca. Dirigí mi mirada hacia Victoria y Sarah que me veían con complicidad. No pude evitarlo y comencé a reír, ellas conmigo. Hoy es un buen día.
- ¡Vamos niñas! Esto no se va a mover solo. -dije caminando a las escaleras con unas cajas.
Baje cada escalón sintiendo como mis mejillas se ponían calientes, era extraño que eso sucediera. Habían pasado años desde la última vez, pero esto era diferente. Se sentía bien.
La voz de Sarah invadía todo el edificio, aprovechaba para ensayar su nuevo personaje. Me gustaba verla en los musicales, ella gozaba de mucho talento. Victoria decidió hacerle competencia cantando alguna canción de moda un tanto desentonada. Buscaba enfadarla.
La mañana avanzó rápido dejando mi departamento casi vacío. Ahora las posibilidades se mostraban ante mí.
- ¿Falta algo más? – preguntó Elijah caminado a mi lado.
- Es todo. -respondí mirándolo fijamente.
Nos quedamos así, frente a frente en la puerta del departamento. Sentía como mis latidos se aceleraban, ver los destellos verdes en sus ojos color miel y la suavidad que proyectaba. Experimente algo nuevo, una paz absoluta. Después de ver el misticismo que lo acompañaba, lograba apreciar que en realidad no me había tomado el tiempo para verlo. Era transparente, me sentía segura, relajada. Quería saber más de él, tal vez ya estaba lista.
- ¿Nos vamos? - Victoria se acercó a nosotros, viéndonos se sintió apenada como si hubiera arruinado algo.
- Vamos. -dije cerrando la puerta. - ¿listo para el tianguis? -cuestioné con risa en mi tono.
- Soy el mejor vendedor que puedes encontrar nena. – asevero con mucha confianza.
No pude evitar ponerme roja ante sus palabras y mi sonrisa le hizo notar lo que había logrado. Él también se puso nervioso. Éramos dos tontos sonrojados por algo tan simple.
Subimos al camión, esperaba no tener que regresar con las cosas que deseaba vender. Realmente me gustaba la idea de hacer que el lugar luciera a mi manera, así que no dudaría en donarlas.
Fuimos descargando las cosas del camión de mudanzas, ya se encontraban muchas otras personas buscando vender. Había hecho un reportaje sobre los tianguis hacía unos años y al parecer este era uno de los mejores, siempre se vendía muy bien. Estábamos todos con mucha energía, eso era buena señal. Me fascinaba toda esta nueva experiencia, energía positiva invadía ahora mi vida.
Un fin de semana diferente, me gustaba. Tal vez, después de todo mi madre tenía razón, nada mejor que el tiempo para acomodar las cosas.
- Hola Maca. -Anthony se presentaba con su sonrisa condescendiente.
Desde el funeral no sabía nada de él, era normal, no éramos cercanos. Me sentí insegura ante la razón por la que se encontraba aquí.
- Hola Anthony, ¿Cómo has estado? – trataba de no sonar a la defensiva.
- Quiero, mmm bueno -titubeaba. – Necesito hablar contigo. -estaba nervioso.
Era extraño verlo de esa manera, desde el primer día que lo conocí, él era el sujeto irresistible que a las novatas impresionaba. Lucía cansado, temeroso y hasta demacrado.
- Ahora me encuentro ocupada, como puedes ver. Pero, podemos hablar mañana. -sugerí al verlo tan nervioso.
Volteaba a ver de un lado a otro como si algo le sucediera. Sus pupilas se encontraban totalmente dilatadas, en alerta.
- ¡Claro! Te busco después. -sus palabras salieron como un susurro. – Pero… -Se acercó un poco más a mi.- Maca, te lo advierto, deja de investigar. – Sentenció de forma amenazante
Me quedé perpleja ante su petición, la buena vibra abandonaba mi cuerpo reemplazandola por el gélido peso de mis inseguridades. Llevaba todo este tiempo sin pensar en la investigación que había emprendido ¿Cómo diablos se enteró?
- ¿Te encuentras bien? – Elijah se acercó mostrando preocupación.
- Si. -fingí una sonrisa, sabía que no llegaba a mis ojos.
Seguimos vendiendo. Eso era lo mejor, estaba obteniendo dinero deshaciéndome de mi pasado. Comprendí que debí hacerlo antes. Poco a poco nuestro puesto se iba vaciando, el sol estaba a punto de ocultarse y las personas cada vez eran menos.
- Creo que es momento de recoger. -Insinuó Sarah.
- ¿Cuántas cosas quedan? -cuestionó Victoria mirando directo a mí.
- Pues quedan algunas prendas y el sillón grande. No es mucho. – aseguraba Elijah.
Todos me miraban buscando las respuestas ¿Qué debíamos hacer?
- Vamos a llevarlos al albergue. -sentencié.
- Bien entonces, hagámoslo. – Canto Sarah.
Eran dos cajas de ropa que aceptarían bien en el albergue. Lograba ver la chaqueta de Nicholas sobresaliendo de toda la ropa. El recuerdo de ella destrozaba mi falsa valentía.
- ¿Macarena Russell? – Un joven se aproximó preguntando.
Me tomó por sorpresa que me llamara así, después de todo no tome el apellido de Nicholas al casarme. Él solía decirme de tal forma para molestar, pero como era posible.
- López. -manifesté dudosa.
- Perfecto, aquí tienes. – expresó entregándome un sobre amarillo tamaño carta.
Antes de cuestionarlo desapareció sin más. Que diablos, ahora todos desaparecen. Y yo disfrutaba de otro sobre.
- Tengo mucha hambre. – Victoria expuso, pero callo al ver el sobre. - ¿Otro?
- ¿Otro qué? -cuestionó Sarah suspirando al verlo.
- Listo chicas, ¿nos vamos? Muero de hambre. -Sentenció Elijah notando el silencio de muerte entre nosotras. Él también vio el sobre, comprendiendo lo que ocurría.
Suspire tratando de llegar a mi centro y recobrar el control, estar en equilibrio era más difícil de lo que sonaba.
- Yo también tengo hambre. – mencioné. - ¿Vemos de qué se trata mientras comemos unas hamburguesas? Yo invito. – juguetee.
- Genial, es lo mínimo Queen. – respondió Sarah.
Dejamos las últimas cosas en el albergue, para inmediatamente trasladarnos al bar a cenar algo. Notaba las miradas de reojo que Elijah lanzaba hacia mí, estaba angustiado y yo no sabía cómo reaccionar ante eso. Era un tanto desconfiada, disfrutaba de tenerlo a mi lado.
Al llegar al bar Víctor nos esperaba, bueno esperaba a Sarah. Al verlo ella salió corriendo hacia él besándolo como si llevaran mil años sin verse, era una escena tan común en ellos que ya vivíamos acostumbradas.
- ¿Ves por qué debes darme asilo? -bramó Victoria mientras caminábamos hacia ellos.
- Hola Vic. – saludé.
- ¡Hey mosqueteras! -Dijo al separarse un poco de Sarah.
- Oso deja te presento al misterioso vecino de Maca. -añadió – Es él … bueno es Elijah, trabaja en el FBI. -mencionó emocionada.
Victoria y yo volteamos a ver a Elijah tratando de ver su nivel de incomodidad ante las declaraciones de Sarah, pero él estaba demasiado ruborizado. Era tierno verlo de esa manera.
- Mucho gusto, soy Víctor Pierson. -expresó tan considerando como siempre.
- El gusto es mío. -señaló Elijah.
Entramos al bar, comenzamos a ver el menú. Moríamos de hambre, todo me parecía perfecto, para doler el alma. Pedimos comida como si estuviéramos rompiendo la dieta.
En lo que llegaba nuestra comida tomé el sobre, sin más decidí abrirlo, sin preámbulo, la necesidad de saber el contenido no me dejaba en paz.
El silencio se apoderó de nosotros, al parecer todos esperábamos esto. Contenía la respiración, fui sacando el contenido deseando que no fuera algo confuso, pero exigía demasiado.
- Son cuentas bancarias. -Sentencié con duda.
Cada uno tomó un montón de hojas, para analizarlas más rápido.
- Son cuentas extranjeras. – Comentó Víctor. – Esta cuenta está a tu nombre Maca ¡Diablos! Es demasiado dinero.
Voltee a verlo esperando algo diferente, pero no era así. Abrí aún más el sobre buscando algo que descifrara esto.
Iba a romper el sobre, pero Elijah me lo quitó.
- ¿T? ¿H? ¿Les suena de algo? -Cuestionó.
- Mi investigador. -respondí.
El mesero llegó con nuestra comida, se quedó observando los papeles que habíamos tirado en la mesa. – Lo siento. - Comencé a recoger cada hoja poniéndolas de nuevo en el sobre.
- Gracias. – dije al mesero cuando estaba por irse.
Comenzamos a devorar la comida, al parecer todos sucumbíamos de hambre y nos caía bien un momento de tranquilidad común. Pasamos así un par de horas con charlas simples y risas inocentes, un grupo de amigos disfrutando de su compañía para despejarse de los problemas cotidianos. Al menos esa era la imagen que me gustaba conservar de todo esto.
Terminamos nuestra comida quedándonos únicamente con las cervezas, saque de nuevo los papeles para obtener más respuestas entre todos.
- Todas las cuentas están a tu nombre ¿podemos tener acceso a ellas? – Cuestionó Sarah con duda en su voz.
- Nunca supe algo sobre esas cuentas. No entiendo, casi todas son extranjeras. A lo mejor están relacionadas con todas las fotos de nuestros viajes, me usaba de coartada. Lo único que me faltaba es que sus negocios los hiciera usando mi nombre. -Suspiré dejando ver el daño.
- En el banco puedo averiguar sobre ellas, será un poco difícil, pero sé que algo encontraré. -Ofreció Víctor.
- No quiero meterte en problemas. -Respondí agradeciéndole. – Debe existir alguna otra forma para descubrir qué ocurre. – repuse.
- A lo mejor puedo entrar a las cuentas bancarias, eso nos podrá ayudar. – Sugirió Victoria.
- Eso es un delito. -puntualizó Elijah tratando de no ser tan formal.- Lo siento.- titubeo – Yo puedo investigar en la oficina. – Ofreció.
Nos quedamos callados ante la idea del FBI investigando mi vida y su relación con Nicholas, tal vez era lo que necesitaba, un poco de ayuda oficial para descubrir lo que ocurre. -suspire. –
- Está bien, será bueno obtener información de manera legal. – concedí la idea de Elijah.
Guardé de nuevo los documentos en el sobre y se los entregué junto con mi confianza. No era bueno que alguien del FBI descubriera lo malo dentro de mi vida. Y menos que fuera alguien por el que me sentía atraída.
La noche se había hecho presente adueñándose de las calles de Nueva York, salimos del bar sintiéndome un poco más relajada. Me iría al departamento caminando con Elijah, después de todo el bar quedaba cerca del edificio. Nos despedimos dejándoles la camioneta de mudanza.
Íbamos en silencio, apreciaba lo cómodo al andar así. Había hablado mucho por hoy. Lo único que buscaba era darme una ducha y dormir. Rayos, dormiría en el suelo hasta ir por una nueva cama ¡Genial! –Reí en voz alta haciendo llamando la curiosidad de Elijah-.
- Estoy algo cansada. admití. – Pero recordé que vendimos las camas y ahora no tengo otra más que dormir en el suelo.- confesé.
- Puedo ofrecerte dormir en mi departamento esta noche. –Sonreía nervioso. – Y mañana me levanto temprano pues voy a salir de la ciudad por trabajo. –balbuceo.
- Eres muy amable, pero no quiero incomodarte. Estaré bien en casa, tengo un inflable. –agradecí.
Me acompañó hasta la puerta de mi apartamento asegurándose que me avisa cualquier cosa sobre las cuentas bancarias con prontitud, y con la promesa de vernos pronto.
- ¡Hi bebe! – su voz salió desde el centro del apartamento.
Me erizo la piel el solo escucharlo, no me atrevía a ver si en realidad era él o después de todo si gozaba de locura. Estaba temblando, quería gritar, salir corriendo. Cómo era posible si estuve cinco años esperando este momento, sin embargo, ahora temía. Me daba terror estar sola con él.