Y al fin supe quién eras.

2381 Words
Nunca pude estar más  de acuerdo con la vida, como cuando te conocí. Eddison A. Cajilima.  Otoño de 2013. Algunas noches soñé cómo sería estar en la universidad, gozar de tanta libertad que te pudieses comer el mundo. Llegué a imaginarme tantas aventuras, disfrutar de las noches más locas y días brillantes. Convertí mis sueños en grandes expectativas, sin embargo, en ninguna de esas fantasías el rostro de un chico se hizo presente. No era algo importante para mí. Y fue en ese preciso instante, él caminaba despreocupado y seguro de sí entre otros universitarios invitados a una de tantas fiestas de las hermandades. Me llenaba de emoción, pero se sentía diferente, una oleada de desasosiego que sabría no se detendría hasta saber quién era, conocernos. Esas ganas desbordadas por saber de alguien, llegar a ese momento en que olvidara todo a mi alrededor por estar pendiente del punto de nuestra presentación. Me notaba abrumada, nerviosa y excitada, todo al mismo tiempo. Era impropio de mí perder así el control de mis emociones y mucho menos por un chico. Un simple muchacho con la sonrisa más brillante, cautivadora y peligrosa que pudiera ver, sus ojos tan azules, profundos y soñadores. Si no me detenía ahora arruinaría la posibilidad de conocerlo, pasando a ser una Stalker y no quería eso. La noche fluía, no encontraba la manera de acercarme a él. Usaba una chaqueta del equipo, estaba en segundo año por lo menos eso estimaba. Tal vez era popular. Nunca me llevé bien con ese segmento escolar, no es que yo fuera una rezagada social, pero era absurdo ese tipo de distinciones. -          Deja de fruncir el ceño, te saldrán arrugas. -declaró Sarah entregándome una cerveza. -          ¿A quién estamos acosando? – instigó Victoria. -          Sólo observó cómo serán nuestros próximos años de universitarias. -mentí Las dos intercambiaron miradas incrédulas ante mis palabras, ellas detectaban mis engaños, pero era normal. A veces solía ocultar mis amores, de tan fugaces  que eran. Ellas lo sabían, tenía otras prioridades. La noche transcurrió como cualquier otra fiesta llena de hormonas, alcohol y libertad. Bueno tal vez no cualquiera, porque no me atrevía a interactuar con ese chico de lindos ojos azules y sonrisa deslumbrante. Al parecer, estaba perdiendo toda mi valentía y mi ser desinhibido -¡Vamos, tú puedes!- Me apoya internamente. Bailamos, tomamos un par de cervezas más y jugamos. Estábamos a punto de irnos a nuestro departamento cuando un milagro salvó mi alma del “hubiera eterno”. -          ¿Otra ronda de Beer pong? – su voz masculina inundó la habitación. Me quede perpleja al voltear y sentirlo a unos centímetros de distancia. La voz se me había escapado, odiaba esto. Pensaría que soy una hermosa chica rara. Genial. -          Bien ¿Quién juega en tu equipo? -Victoria respondió observándome con incredulidad. -          Anthony. – grito haciendo que un chico al otro lado de la habitación volteara hacia él. – entonces, ¿ustedes dos contra nosotros? – preguntó mirándome directamente a mí. Me perdí un poco más al ver de cerca sus ojos. Robando una bocanada de aire viciado de su loción con un poco de vodka y toques de menta. -          Sí. -Balbucee. Caminé al otro lado de la mesa donde Victoria estaba ubicada, realmente me estaba odiando. Qué diablos pasaba conmigo, sólo era un muy sexi chico universitario. Victoria me lanzó una mirada preguntando si me encontraba bien, ella también estaba desconcertada por mi patético comportamiento. Me limité a sonreírle encogiendo mis hombros. -          Muy bien chicas, son muy lindas, pero vamos a vencerlas fácilmente. -fanfarroneo apagando el efecto que estaba causando en mí. Gracias. Me gire hacia victoria y no pudimos evitar soltar una carcajada junto con nuestro ser diabólicamente competitivo. -          Eso no pasará cariño. -refute sonriendo con seguridad. Sonrió hacia mí, por mí. Dios me estaba excitando. El juego sacó lo peor de nosotras, éramos dos seres perversos llenos de rivalidad, lo cual fue atrayendo a otros chavos de la fiesta a nuestro espectáculo. Ellos no debieron retarnos, jugábamos este juego desde secundaria. Claro está que no siempre fue con alcohol, pero nos gustaba ganar, eso era lo principal. Dentro de los universitarios apareció Sarah de la mano con su alma gemela Víctor, se tardaron en aparecer juntos. Ellos se nos quedaron viendo torciendo los ojos a modo de sermón. Era obvio que este momento pasaría. Continuamos el juego hasta encontrarnos en la línea final, eran unos contrincantes muy duros ya que a ambos nos quedaban un solitario vaso, pero era mi turno obviamente ganaríamos. Lance la pelota, todo en cámara lenta e incluso la música se detuvo, al menos así parecía. Todos observábamos fijamente cuando cayó directamente el último vaso. -          Yei!!! -gritamos mientras nos abrazábamos Victoria y yo. Todos aullaban ante lo sucedido. Me sentía más fabulosa que de costumbre, habíamos derrotado a los sexis fantoches. Y era satisfactorio. -          Felicidades. -concilio ofreciéndome su mano. La tome, sintiendo una chispa recorrer mi cuerpo. No era estática, era simplemente una energía s****l invadiéndome. Genial, con eso si podía liderar. -          Gracias. – respondí sin apartar la mirada. -          Soy Nicholas Rossell y él es Anthony Wells. -añadió. -          Macarena López y ella es Victoria Phiri. -          Son realmente buenas en este juego, y competitivas. -señaló Anthony. -          Niñas. – se acercó Sarah junto con Víctor. – Ya es hora, ¿Listas? -          ¡Cullen! ¡Qué hay viejo! Vaya chica que te encontraste. -soltó Anthony observando lascivamente a Sarah. Voltee a ver a Sarah y Vitoria algo sacada de onda ante el fanfarroneo de estos sujetos, no sería ni una aventura de la noche. Maldición, sentí una punzada de decepción. -          Si, vamos. -respondí hacia Sarah. -Fue divertido chicos. Nos vemos. -me despedí. Nicholas lucía confundido ante la situación, aunque un tanto molesto miraba a su amigo. Salimos de la fraternidad y el viento gélido de Nueva York golpeó mi cuerpo, el calor se había esfumado y yo no quise cargar con algún abrigo. Genial. Por suerte el carro de Víctor está justo enfrente de la casa. -          ¡Macarena! – gritó desde la puerta de la fraternidad. Corrió hacia mí. -          Hola… ¿Pasa algo? – dije avanzando la mitad del camino. -          Lo siento, mi amigo fue un idiota. Bebió un poco y no lo justifico. En serio, lo siento. – hablo demasiado rápido. -          Bien, no te preocupes. – respondí sin perder más tiempo con él. -          Espera… - tomo mi mano, sintiendo nuevamente toda la energía recorrer mi cuerpo. – ¡No te vayas! ¿Te puedo llevar o acompañar a tu dormitorio? – miraba casi implorando. -          Ammm pues no es necesario, ya tengo en que irme. -señale el auto de Víctor. -          Por favor, estuve toda la noche buscando la manera de hablarte y temo que Wells haya arruinado mi oportunidad. Por favor, te prometo que no soy un acosador, psicópata o jugador de golf. -levanto la mano como si estuviera jurando. -          Eso mismo dicen todas las personas que sí lo son. -refute. Me quedé observando la situación, analizando las opciones y lo que podría perder. -          Espera. –dije. Caminé hacia el auto de Víctor, dolían las miradas que me arrojaban Sarah y Victoria, pero ellas me conocían. Me gustaban las aventuras y las relaciones fugaces, así era yo. -          Nos llamas cualquier cosa, y llévate mi gas. – refunfuño Victoria. -          Gracias chicas. – les sonreí. -          ¡Mi papá es el sargento en el departamento de policía! -gritó Sarah desde el auto. Me acerqué a él y le encogí los hombros. -          ¿Y ahora qué? -pregunté. -          La noche es joven. Caminamos por la vereda sin rumbo alguno. Por el simple hecho de ir juntos era un detalle que perdía importancia. La noche se volvía más fría y yo maldecía internamente por dejar mi abrigo y dejarme llevar por un vestido poco práctico ahora. -          Toma. La temperatura desciende más. -añadió cubriéndome con su chaqueta. -          Gracias. -          ¿Tienes hambre? Aquí cerca está la mejor pizza de Nueva York. -celebró. -          Vamos así nos libramos un poco del frío. -cedí Aceleramos nuestros pasos un poco, caía una pequeña lluvia y tendríamos que buscar refugio. Al llegar a la pequeña cafetería me deje invadir por cada uno de los aromas que resaltan. Una mezcla de hierbas finas y el típico aroma del grano de café. Era un lugar asombroso, esperaba saber regresar sola, ya que pensaba hacerlo. -          ¿Te gusta el lugar? – me sorprendió con la mirada perdida observando cada detalle del espacio. -          Claro, la verdad me sorprende mucho que no sea más popular. Es un lugar genial. -          Creo que es el secreto mejor guardado, y parte de su encanto ¿quieres algo frío o caliente para tomar? – Me guio hasta una de las mesas que tenía vista a la calle, era un gran lugar ya que comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia en el pavimento. -          Una limonada mineral está bien, por favor. -          ¿Puedo ordenar de cenar por los dos o quieres ver el menú? -cuestionó mostrando su encantadora sonrisa. -          Sorpréndeme. – coqueteaba. La mesera se acercó a nuestra mesa lista para tomar nuestra orden. No pude evitar observar mientras estaba ocupado. Tenía facciones muy marcadas, su barbilla mostraba un ligero vello facial en tono rubio. Su espalda era ancha y musculosa. Era un atleta, eso era obvio, pero ¿americano o baloncesto? Su cabello tenía reflejos más claros, era un hermoso tono rubio, sin embargo, lo que me hacía perder la concentración eran sus labios gruesos y sus ojos misteriosos. Sin duda alguna, Nicholas era un joven demasiado apuesto. Sonreí en el momento que me atrapó mirándolo. Profesaba un poco de vergüenza mordiendo mi labio inferior. Una manía que poseía cuando estaba de los nervios. -          Cuéntame sobre ti. -dijo en cuanto la mesera se alejó de nosotros. -          ¿Qué quieres saber? – cuestione sin evitar su mirada. Él se acercó cerrando la distancia entre nosotros, tomando un mechón azul que resaltaba de mi cabello. – Quiero saberlo todo. Cada secreto que poseas. – -          Me llamo Macarena López, tengo 18 años y este es mi primer año de universidad. Estudio para ser periodista. Tengo raíces latinas, mis papas se mudaron muy jóvenes desde México. Amo viajar. Vivo en un piso con mis dos amigas, nos conocemos desde pequeñas. Éramos vecinas. – me detuve pensando que más contarle. – soy hija única, mi papá murió hace 10 años. Estoy bien. Mi mamá es abogada, vive en Staten Island. Creo que eso es todo. Se quedó observándome un poco, como si estuviera analizando cada una de mis palabras. Era extraño que estuviéramos así, bueno parecía una cita, pero no lo creía así. -          ¿creo que te falta mencionar a tu novio? -          No tengo novio. Quiero que la universidad me sorprenda ¿Qué hay sobre ti? -sonreí. -          Soy totalmente soltero. – respondió rápidamente. -          ¡Genial! – profesaba la sonrisa más estúpida de la historia. - ¿Y cuál es tu historia? La mesera llegó con nuestra cena, no me percate de toda la comida que había pedido. Eran demasiadas cosas, pero todo olía delicioso. -          Bueno espero que te guste. -dijo acercándome un pedazo de pizza a mi plato. Esperaba mi reacción, eso me ponía un tanto nerviosa. La comida era mi más profundo placer, y no era de esas chicas que fingían comer poco o cosas sin grasa. -          ¡Mmm! Esto es delicioso, realmente delicioso. – respondí honestamente sin detenerme entre mordiscos. Provoque una risa de satisfacción en Nicholas que me hizo querer escucharlas siempre. Ser quien las provocará. -          Soy de Los Ángeles. -comenzó diciendo. – Tengo 19 años y este es mi segundo año de universidad. Estudio arquitectura. Vivo con Anthony que no es tan idiota como parece. -se rió un poco. – Tengo una hermana menor, se llama Hanna y vive con mis padres en Los Ángeles. Me gustan los deportes, excepto el golf. Es muy pretencioso. Creo que esa es toda mi historia, o por lo menos los datos relevantes. La conversación fluyó sin problemas, había risas, bromas y momentos de seriedad. Era algo agradable, me gustaba estar con él. Era muy cómodo y presentía que él también lo estaba. Pidió la cuenta sin dejarme pagar, a pesar que fui muy terca en querer hacerlo. Él era un caballero. La lluvia se había detenido dejando las calles brillantes ante el reflejo de los faroles. Mire mi celular para revisar la hora, no parecía cierto que atendieran hasta estas horas en ese lugar. -          ¿Es hora de ir a casa? – preguntó con un tono bobo en su voz. -          Si, falta poco para que suene mi alarma. -          Vamos entonces. – dijo tomándome de la mano. Seguimos un par de calles arriba de la cafetería, deteniéndose a fuera de una zona de edificios de apartamentos. Parecía un tanto lujosa esta parte de la ciudad, lo comprobé en el momento que Nicholas me dirigía a un lindo carro color n***o. Yo no sabía nada sobre los autos, pero este era muy suntuoso. Le indique hacia donde condujera, lo cierto es que estaba pasando una de las mejores noches hasta ahora como universitaria. Deseaba con todo mi ser que durará por siempre, claro que estaba preparada para tener más aventuras, sin embargo, algo me decía que había llegado al lugar a donde pertenecía. Odiaba sacar mi lado meloso y cursi, ser un poco como Sarah no era mi estilo, ahora sentía que era correcto sin otra manera de expresar mis demonios. Cuando veía a Sarah con Víctor, después de pasar la preparatoria juntos con miles de rasguños y aun así protegiéndose el uno al otro con tanta fe me convertí en creyente por un momento, pero regresaba a mi realidad cínica, práctica y sin deseos de perder mi libertad. Mientras lo observaba de reojo, me invadía una nueva y adictiva emoción ¿Es atracción? ¿Magia? ¿Amor? No, me sacudí esta idea por completo. Únicamente era un encuentro casual donde dos personas gozaban de un momento agradable. Posiblemente lo cerraríamos con un beso o tal vez más, pero breve.
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