01. ¿El príncipe azul?

1688 Words
—¿Quién es Steve Murphy? —Me pregunta una vez más, el doctor Marshall. —Uf… No sé por dónde empezar, doctor —respondo, recordando en un instante todo lo que he vivido desde que conocí a Steve hasta hace unas semanas atrás. —Respira profundo, cierra tus ojos y háblame de él —Sugiere. Me acomodo una vez más en el sofá y cierro los ojos, para comenzar a recordar. **Flashback** Suena el último pitido del árbitro, para dar finalización al partido de football. Nos habían vencido dos a uno, pero estábamos eufóricos y felices, de haber llegado a esta instancia. Un par de semanas, nos habíamos tardado en organizar una mega fiesta, para dar por terminadas las jornadas de competencia entre escuelas secundarias, al ser una de las escuelas finalistas. Por lo que, como presidenta del centro de alumnos del Saint’s Paul School, tenía que acercarme a felicitar a los vencedores e invitarlos cordialmente a dicha celebración. Mientras los chicos siguen festejando su triunfo, busco al capitán del equipo, que se distingue por llevar una banda en el brazo derecho. Susan me sigue los pasos, junto a la carpeta con las invitaciones para el equipo más un acompañante. —Vamos, apúrate o comenzarán a separarse —La apuro, mientras ambas caminamos a paso rápido. —Ahí está el entrenador, ¿por qué no se las entregas a él? —cuestiona Susan. —Quiero entregárselas personalmente al capitán —contesto obstinada—. Mira… ese de ahí debe ser —Señalo a un chico que está de espaldas a mí, conversando animadamente con Caleb, el capitán de nuestro equipo. Caleb me guiña un ojo y sonríe, cosa que ignoro enseguida, ya que se me ha insinuado muchísimas veces, y aunque es sumamente guapo, es sabido que es un mujeriego y no estoy para esos cuentos. El capitán del equipo ganador se voltea y mi corazón es flechado al instante. Cabello alborotado, mandíbula prominente, ceño fruncido y bajo él, unos ojos pardo que me hipnotizan. Al verme, una sonrisa torcida me hace temblar las piernas y toda la seguridad con la que me acercaba a ellos, se esfuma y me hace trastabillar, casi cayendo sobre él, quien me alcanza a agarrar entre sus brazos. Nos miramos fijamente a los ojos por unos segundos, hasta que me habla. —¿Hola? —pregunta con un tono un tanto arrogante. Me incorporo y aliso mi falda, intentando pasar desapercibida. —Siento eso —Mis mejillas arden—. Me presento, mi nombre es Mía Martin y soy la presidenta del centro de alumnos del Saint’s Paul School, y venía a entregarte personalmente las invitaciones para ti y tu equipo, a una fiesta que hemos organizado, para finalizar las competencias interescolares —farfullo, atropellando mis palabras. Ambos hombres se ríen y Susan se aclara la voz. —Las invitaciones —dice seria, frunciéndome el ceño, cuando volteo a verla—. Pueden ir con una acompañante —agrega, sin mucha gracia. —Vaya, gracias… —responde el guapo capitán, volviendo a posar sus ojos en los míos—. Tú, ¿estarás allí? —Me pregunta y asiento con demasiado entusiasmo. —Obvio, es la presidenta del centro de alumnos —responde con sorna, Susan. —Tan simpática como siempre, mi querida Susan —dice Caleb, haciéndose el gracioso. —Tú no me hables —Le advierte a Caleb, por lo que, el guapo capitán hace un silbido, como de tensión, lo que me hace reír, como una tonta, recibiendo un codazo de parte de mi amiga. —Mi nombre es Steve Murphy —Señala la parte trasera de su camiseta, por lo que me doy una palmada mental, al no haberlo notado antes. —Un placer —Le tiendo la mano y la toma, dejándome un beso en el dorso. —El placer es mío —Me guiña un ojo—. Nos vemos ahí, Mía —Le choca los cinco a Caleb y se aleja hacia donde está su equipo, mientras recorro descaradamente su cuerpo. —No te metas ahí, Mía —Me advierte Caleb—. Ese es un hueso, difícil de roer —Agrega. —No sé de qué hablas… —Me hago la desentendida y tomo a mi amiga del brazo y la jalo, para irnos a paso rápido de ahí, mientras otros miembros del equipo se acercan a Caleb. —Amiga, ¿qué fue todo eso? —pregunta Susan y me encojo de hombros. —Nada, simplemente me tropecé —respondo a la defensiva. —Si, si… como tú digas —dice con sarcasmo. (…) Por supuesto, en la fiesta, no dudé en buscar al guapo capitán, quien llegó solo, lo que indudablemente me hizo sonreír como una tonta. Apenas me vio se acercó a mí y no nos separamos más en toda la noche, donde bailamos, conversamos y nos besamos por primera vez. Estuvimos saliendo un par de semanas, hasta que se decidió y me pidió ser su novia, lo que acepté de inmediato. No iba a hacerme de rogar, menos si la verdad era que moría por Steve. Tres meses después, me presentó con sus padres, quienes habían vuelto de un largo viaje a Sudamérica. Ellos, felices por conocerme y la verdad, yo me sentía en las nubes, ya que Steve era como un príncipe para mí. —Amiga, ¿tan enserio vas con ese tipo? —pregunta una vez más, Susan. Revoleo los ojos y suspiro pesado, volteándome a verla y apoyando mi cabeza en la palma de mi mano. —Se llama Steve, Susan —respondo—. No sé porqué, no te alegras por mí, es educado, sus padres me adoran, me ama y yo a él… —agrego, por lo que mi amiga bufa. —No me gusta como te trata, Mía —responde con seguridad. —¿Cómo me trata, según tú? —pregunto y vuelve a bufar. —Estás tan embobada, que no te das ni cuenta… —rebate. Me vuelvo a recostar sobre el césped de la escuela, mientras se supone que deberíamos estar corriendo con nuestros otros compañeros, en la clase de educación física. —Si me explicas, te podría entender —murmuro. —Te trata como si fueras de su propiedad, no te deja salir, ni juntarte con tus amigos, te controla todo el tiempo y… —Eso es porque me ama y se preocupa de mí, Susan —La interrumpo—. Lo que pasa es que nunca te has enamorado y no entiendes cómo funciona —digo y el silencio se hace entre las dos. —Como tu digas, amiga… probablemente es eso —dice Susan, poniéndose de pie—. Será mejor que volvamos a la clase, o la señorita Black nos va regañar —Comienza a trotar hasta alcanzar a un grupo de compañeras, por lo que me pongo de pie rápidamente y la alcanzo. En las vacaciones, Steve se fue de viaje con unos amigos por todo el verano. A veces me llamaba por teléfono a la casa de mis padres y lo sentía tan distinto, lejano y cortante, que pensé que al volver, todo entre los dos acabaría, pero no fue así, seguimos como si nada hubiese cambiado. Comienza septiembre y con él, un nuevo año escolar. El último y más importante, donde me dedicaría de lleno a las clases y obtener la preciada beca para Cambridge. Steve, como alumno de Oxford International College, tiene asegurada una beca deportiva en la universidad de Oxford, por lo que no tiene mucho qué hacer, sólo, no debe descuidar sus notas y mantenerse en un alto nivel en el football. El año pasa volando, y no nos damos ni cuenta cuando nos estamos graduando del colegio, y el mejor regalo que he podido recibir en la vida, es que me han dado una de las becas completas para estudiar en la universidad de Cambridge y algunas otras ofertas para entrar con beca a Oxford y a la universidad de Londres. Mi sorpresa, fue que Steve no se puso nada de contento cuando decidí tomar la beca en Cambridge, ya que estaríamos en distintas ciudades, a un poco más de una hora de distancia, lo que nos llevó a tener una fuerte discusión. —Moví todas mis influencias, para que te becaran en Oxford y te quedaras conmigo —Me reclama, alzando la voz. —Pero amor, cálmate, por favor —Le pido—. Sabes que mi sueño siempre ha sido estudiar en Cambridge, te lo dije cuando nos conocimos y lo he repetido hasta el cansancio —rebato. —Nunca pensé que te la ganarías… —menciona despectivamente. Alzo una ceja y lo miro incrédula. —¿No me crees capaz? —cuestiono y se encoje de hombros—. ¿O no me crees lo suficientemente lista para ganarme una beca, sin tener influencias? —pregunto molesta, por lo que sus ojos se abren de par en par y me frunce el ceño. Aprieta los puños y bufa. —¿Estás insinuándome algo? —espeta molesto y al igual que él, me encojo de hombros. Después de esa discusión, terminamos la relación, enojados. No volví a saber de él, hasta dos semanas después, cuando me daba aviso de que se iría de vacaciones con sus amigos, a los que misteriosamente nunca me presentó y que volvería una semana antes de entrar a clases. Estaba tan entusiasmada y feliz de entrar a Cambridge, que las vacaciones se me pasaron volando y el estar separada de Steve, se me hizo llevadero. Con mis padres fuimos un par de veces para conocer la ciudad y no morir en el intento. Como la beca era completa, no tenía que pensar en gastar un peso, sólo debía tener dinero para mi alimentación y transporte, por lo que, en mi último viaje, antes de que comenzara la carrera de Analista en Negocios Internacionales, fui con Susan, quien también entraría a estudiar a Anglia Ruskin University, en la misma ciudad. Buscaríamos un empleo para poder solventar nuestros gastos y me enseñaría la pensión donde alojaría.
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