CHAPTER 4:

2695 Words
Andrea. Tiempo después de haberme subido a mi auto aún dejando preocupado a Toby, y salir manejando como si de una carrera de rápido y furioso se tratase aquí me encontraba en dirección a mi apartamento. El silencio sepulcral me absorbía pero la soledad ya era una parte de mi vida y no dejaría de estar a mi lado siempre que ha ella le diera sus gana porque yo misma le había dado la entrada a mi mundo. Las calles de Madrid ya estaban más desiertas que nunca, el aire frío movía las copas de los árboles de un lado a otro y algunas hojas salían volando en distintas direcciones. Esquivé uno que otro auto que aparecían de la nada. Me desvíe para la avenida San Martín aminorando la velocidad mientras soltaba un largo suspiro de anhelo o puede que libertad; ni yo misma sabía de qué era. El semáforo se puso en rojo y me detuve esperando que cambiará la luz, obviamente. Posé mi cabeza en el volante cerrando los ojos para calmar mis acelerados y locos latidos que estaban así después de mis pensamientos más que descontrolados cuando del chico se trataba. Suspiré con demasía sintiendo como mi vida se estaba convirtiendo en un hoyo n***o que me absorbía cada vez más, en cada acción que llevaba acabo. Levanté mi mirada encontrando el semáforo en verde. Moví el embrague aumentando la velocidad de nuevo para salir a toda marcha de aquella desierta avenida. Mi garganta se seco de un segundo a otro y aún maniobrando el volante empezé a rebuscar en el bolsillo del asiento del copiloto una botella de agua que halle en segundos; sin embargo, cuando levanté la mirada las luces de un coche que intente esquivar me obligaron a maniobrar un poco mi conducción, para terminar estampando mi auto contra un frondoso árbol. —Mierda —maldecí por lo bajo al sentir el fuerte golpe que me acababa de dar contra la frente por culpa de un estúpido e idiota negligente que no sabía ni manejar. Me deshice del cinturón de seguridad bajando del auto para ver la mata de humo que salía de mi capo. —¡Me cago en todo! —con la mirada me encontré el auto del puto cabrón que me acababa de destrozar el mío, mí favorito de todos. Con los sumos por los cielos y las ansias de asesinar a alguien; específicamente a él me dirigí a su auto con mis manos apretadas en puño a cada lado de mi cuerpo. Mis ojos destilaban furia por dónde lo miraras, mis labios estaban fruncidos, mis cejas más de lo debido. Mis tacones resonaban por el asfalto de la avenida ya desierta a la misma vez que acercaba al conductor. El castaño de ojos marrones abrió la puerta lentamente al ver que le estaba acercando a su auto, se acomodo su traje impecable de color n***o, deslizando su mano por sus cabellos y su expresión no demostraba ni siquiera una pizca de remordimiento o culpa. No lo negare; quedé fascinada con lo bueno que estaba el condenado, su cuerpo en aquel traje era la personificación del mismísimo pecado andante. Se volvió a acomodar las gafas impidiendo que mis ojos verdes se fijaran en sus órbitas oculares. —¿Qué? —escupe gruñón como si la culpa fuera mía. —Primero le bajas dos rayitas guaperas; y, segundo, ¿No vez lo que acabas de hacer? ; Has destruido un auto de los más caros de este universo —le recrimino y su forma tan despreocupada me saca de mis casillas. —No es mi culpa que hayas estado en el mismísimo medio cuando venía pasando —me muestra una sonrisa descarada que arrasa con mi buen humor. —¿¡Pero si fuiste tú quien estaba manejando como un loco desquiciado!? —bramo fuera de mis casillas. —Dime qué es lo que quieres, tengo algo mucho más importante que hacer que estar hablando con alguien que no sabe ni conducir —responde dándome la espalda mirando a todos lados como si temiera que alguien lo atrapara. —¿¡Pero acaso que te crees tú!?, Que quiero estar con un palurdo como tú en medio de una carretera desierta con mi auto destrozado —me apresuro tomándolo de su mano percibiendo mi cuerpo vibrar cuando de un momento a otro sus labios se estampan encima de los míos. Una de sus manos se posa en mi cabello, la otra en mi cintura adheriéndome más a su cuerpo. Mis ojos están abiertos como platos, la incredulidad está más que presente en mi expresión, mis labios están tiesos mientras los suyos se mueven con confianza. Pega más mi espalda a su auto aún con más confianza tocando mi adolorido trasero; en segundos el alcohol desapareció de mi sistema. No dudo lo que haré y saliendo de mi estado atontado le estampo un fuerte rodillazo en sus testículos ocasionando que su cuerpo se encurve un poco por el dolor. —¿¡Que mierdas haces pervertido!? —cuestiono mucho más alterado limpiando mis labios con asco. —Salvarme el pellejo —mira su reloj y antes de que pueda reputar se vuelve a subir en su auto—, adiós. Se despide dejándome más que perdida en medio de la puta carretera con mi auto hecho un desastre. Le doy un golpe antes de que se marche en su auto para tiempo después ver lo horrible que quedó mi carro. —Estupido —paso la mano por el caliente capo mientras me encamino a la parte del conductor. Recojo mi celular para llamar a una agencia de taxis, ya luego mandaré a una grúa para que me lo recoja. Me dicen que espere, que uno ya está en camino y en lo que espero que enciendo un porro. Le doy una fuerte calada al porro, embargando mi interior con la nicotina que guardaba en su interior; una sustancia bastante adictiva para muchos, para mí era solo un pasatiempo de relajación. Libero el humo que guardé por unos segundos dentro de mí para de un momento a otro sentir como un auto choca contra mi maletero. Disfruto de el humo que perpetuo unos segundos en mi interior para luego sin más remedio liberarlo lo más despacio posible. Mis latidos se relajan y me siento como si estuviera flotando; por instinto deslizo uno de mis dedos por mis gruesos labios recordando el beso un poco torpe al no recibir ninguna respuesta de mi parte cuando lo hizo. Con rabia empiezo a soltar millones de maldiciones por encontrarme; primero en medio de una carretera desolada dónde podría sucederme algo malo. Le doy una extensa calada al cigarrillo percibiendo de nuevo como la nicotina se cuela por mis poros y relaja mis músculos más que contraídos por la acción resiente. Libero el humo que guardé por unos segundos dentro de mí para de un momento a otro sentir como un auto choca contra mi maletero. Lanzo la colilla desgastada lo más lejos posible, vuelvo a tomar otra y repetir el mismo proceso que hacía segundos antes. Deslizo las manos por mis hebras trigueña, acomodando algunos mechones en mi moño desaliñado. Mis ojos divisan el taxi y en segundos recojo todas mis cosas para encaminarme a este. Abro la puerta introduciendo mi cuerpo en el asiento trasero aún más que molesta, lanzo el porro lo más lejos posible pero siempre evitando un incendio. Veo que falta poco para que el sol salga y aprovecho que sea viernes; mi día de descanso. —Al centro por favor —pido con fingida amabilidad ya con el alcohol más que fuera de mi sistema por la resiente locura; sin embargo, mis ganas de matar al rubio aún siguen dentro de mí. El señor asiente saliendo de la vacía carretera en dirección a las avenidas principales. Mis párpados se cierran poco a poco dandome un tiempo de descansar algo. Horas después siento mi móvil vibrar con un mensaje de Gania. Estoy en casa, XOXO . Alzo mis labios en una sonrisa mientras me percato de que ya llegamos; justo a tiempo. —Gracias —le extiendo un billete de doscientos dólares—,quédese con el vuelto por haber escuchado mis ronquidos. Le saco una sonrisa que realmente me reconforta un poco a la vez que cierro la puerta caminando hacia mí lujoso apartamento. Mi apartamento está en el centro de la ciudad, es uno de los más caros e importantes de España. Adentro mi cuerpo en la recepción mostrándole una sonrisa cordial a mi fiel portero y me dirijo al elevador. Presiono el botón y en nada las puertas se abren, introduzco mi cuerpo con dos de mis dedos masajeando mi tabique. Mi mente divaga pensando en el castaño, su rostro que me parece un poco conocido, su aire de peligro, su actitud altanera, la prisa que tenía por irse; cada cosa la pienso más de lo debido subiendo en el elevador. Fijo mis ojos en mi teléfono celular viendo una mensaje de quien menos quiero saber. Le doy a eliminar cuando las puertas del ascensor hacen el sonido de que estamos ya en mi piso. Levanto la mirada del suelo quedándome estática en el lugar al cruzar mis ojos marrones claros con los del espécimen que está sentando en mi desván con un vaso lleno de alguna bebida alcohólica en su mano derecha. —Buenas noches Andrea—me saluda moviendo su cabeza hacia un lado a la misma vez que le lanzo dagas con mi mirada. Mi anatomía se estremece, y mi corazón enloquece en segundos, impulsándome casi a morderme mi labio inferior con los jodidos recuerdos que llegan a mi, su voz y su mirada es solo un recordatorio de lo que hizo y el daño que esto ocasionó en mi. —¿Qué quieres? —cuestiono deshaciéndome de mis tacones, la chaqueta del traje y mi bolso. —Solo... Te extrañaba —responde despreocupado dandole un trago a la bebida—. Fuerte —habla alzando el vaso en mi dirección. —Repetiré la pregunta; ¿Qué quieres? —interrogo mucho más fría acomodando mi cabello en un moño alto desaliñado. —No seas tan fría conmigo hermosa —en segundos está delante de mi colocando su mano en mi mentón para que lo observé fijamente a los ojos. —No me digas hermosa —me suelto de su agarre propinándole un buen manotazo. Suelta una sonrisa siniestra que desprecio. —Siempre actuando como una perra sin emociones —adula caminando como si de su casa se tratara. —No actúo —me acerco más a él siendo yo ahora la que tome su mentón—… Lo soy. Otra risa áspera sale de sus labios mientras me da la espalda mirando los enormes ventanales de cristal. —¿Recuerdas las veces que lo hicimos delante de esta ventana? —pregunta admirando el cristal. —No; no lo recuerdo —miento sentándome encima de una de las bancas que están entre la isleta de la cocina. —Los dos sabemos que sí —muerdo mi labio inferior odiando que tenga razón—, incluso ahora te estás mordiendo el labio cansada de que tenga razón. —¿A qué viniste? —cambio de tema drásticamente agotada de verlo delante de mí. —Te extraño —murmura por lo bajo revolviendo la bebida. —Es obvio que lo haces —afirmo cruzándome de piernas. —No se porque hice lo que hice, y no quiero que me perdones ni mucho menos vuelvas conmigo; pero me encantaría tener una último noche juntos —su descaro es tal que las carcajadas salen de mis labios con frialdad. —No lo puedo creer —me bajo del asiento acomodándome más a su lado—, te acuestas con otra el día de nuestra boda, y después vienes a dónde estoy queriendo que yo sea la otra. Sus ojos muestran algo que no puedo descifrar por primera vez. —Si lo dices así suena horrible; pero no puedes negar que conmigo disfrutabas —asiento y me giro al ver que su rostro está más cerca del mío. —No lo negare; pero tampoco aceptaré tu oferta, no voy a ser la segunda cuando ya fui la primera —camino en dirección a mi desván cuando siento que me agarran del cabello. —No fue una pregunta —gruñe estampando mi cabeza contra del cristal blindado de la ventana. —Suéltame —grito golpeando su garganta dejandolo sin aire. «Gracias clases de defensa personal» pienso agarrando mi pelo adolorida. —Has aprendido más de lo que creo —tose un poco entre cada palabra. —Vete de mi casa —suelto con mi móvil en la mano—, o llamaré a seguridad. —¿Segura de que quieres que me vaya?, Se que no has dejado de pensar en mí —su forma de creerse el centro de mi mundo me saca de mis casillas de tal manera que de un impulso se aproximo a su cuerpo separando nuestros rostros solo unos pocos centímetros. —Ya no eres nadie para mí —mi voz ya nos es dulce pero; ¿Cuando lo ha sido?—, me pusiste el cuerno; admito que la principio me destruyó, eras todo para mí, pero he aprendido a amarme más a mi misma que a los demás, vete y no vuelvas. Veo como su mirada cambia a una mucho mas peligrosa; sin embargo, ni predigo su movimiento. Me agarra del cuello con dureza pegando mi cabeza a la pared color marrón que predomina en la estancia. —Siempre seré todo para ti; porque sin mi no eres nada, ni nadie —alza su voz lo más que pueda, apretando mucho más el agarre. —Suel... —no puedo respirar cuando sus pupilas se dilatan, apresa más mi cuello impidiendo que logré hablar. Busco cualquier forma que me ayude a liberarme sin necesidad de llamar a la policía. Levanto un poco mi rodilla aprovechando su distracción para propinarle un fuerte golpe en sus testículos. —¡Mierda! —exclama liberándome finalmente, a la misma vez que posa su mano en sus lesionados órganos masculinos. —Ya no soy esa niña que conociste indefensa y estúpida que podías manipular con facilidad; ahora soy una mujer fuerte, segura y con tanto poder que deberías besar el suelo que piso agradecido de que no te haya matado —abro la puerta con mi mano en mi cuello soportando el dolor que me dejó su agarre. —Has cambiado mucho Andrea —dice saliendo por la puerta. —Lo sé —tiro la puerta de madera con mi mirada en el vaso casi vacío de alcohol con la luz del amanecer colándose por las ventanas de cristal de mi sala de estar. Le di un último sorbo bien grande, vaciando su contenido en mi garganta; quemándola en el proceso que bajaba hasta mi estómago. Me desnudé por completo llegando a mi alcoba que se encontraba en una total penumbra. —Cama —susurre tirando mi cuerpo encima del cómodo colchón Queen Side que se undio al sentir mi peso en el. Me acurruqué con los ojos cerrados cayendo en un sueño más que placentero que relajaría mi cuerpo, mente y emociones más que alteradas. La imagen del chico de la discoteca se une a la del estupido con el que tuve el pequeño percance; volviendo todo mas claro en mi mente, a la misma vez que muerdo mi labio inferior pensando en algo que no debe ser; se apodera de mi cabeza, de su interior y una idea muy descabellada se estaba formando en mi cabeza, quería saber más de él y porque sentí que teníamos tanto en común. A veces soy tan curiosa que me supero cuando alguien me resulta bastante peculiar o interesante. Recuerdo al rubio y solo una palabra pasa por mi mente en el momento que relamo mis labios rememorando el no tan lujurioso beso que me ofreció sabe él porque. «Capullo». Pienso agotada sabiendo que mañana sería un día más que agitado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD