Andrea.
El sonido de la alarma me despierta de pronto ocasionando que más que estresada le pegue un buen golpe al molesto aparato despertando de un tiro cuando escucho el estruendo del dispositivo cayendo al suelo y volviéndose trizas.
Me levanto de golpe sentándome en el borde de la cama con mis piernas justo encima de mis pantuflas blancas con rosas bordadas, paso la mano por mis ojos intentando despertarme por completo a la misma vez que cubro mis labios por un leve bostezo que se escapa de un momento a otro.
—Señorita, ¿Está bien? —la dulce voz de Miranda suena al otro lado de la puerta de plástico.
Los fuertes rayos del sol entran por la ventana de la habitación, iluminando la estancia con el resplandor, provocando que por puro impulso termine abriendo mis ojos por completo.
