CHAPTER 6:

2883 Words
Thriller O’Cowell. —¿Que quieres que…? —espeto furioso, sosteniendo mi teléfono celular contra mi oreja con la rabia consumiéndome desde adentro con las palabras que no se dejan de repetir en mi cabeza. —Me da igual lo que digas o te casas ya mismo, o no podrás dirigir las empresas —aprieto mis puños, arrugando la pequeña pelota verde que sostengo en mi mano, odiando esa cláusula de mierda. —¿Y que pasa sino quiero? —inquiero visualizando los corredores de mi centro laboral. —Simple, te quedarás en la calle sin herencia —anuncia, demostrando lo cabron que puede llegar a ser. —¡Eres un c*****o integral! —espeto con odio regresando a la sala de reuniones donde me esperan mis curiosos amigos. —Di lo que quieras, pero o lo llevas acabo o pierdes todo por lo que has trabajado —me preparo para contestar, sin embargo, ni tiempo me da ya que finaliza la llamada. Trago en seco odiando la ansiedad que eso me provoca, la rabia que me corroe tranquilizándome por obligación. Cierro mis ojos, comenzando a contar lo que ellos tanto esperan. —Debo casarme —suelto y eso es una batalla campal donde millones de locuras son liberadas por los labios de quienes se hacen llamar mis amigos. ___________________________$_____________________________ —Y eso fue todo lo que pasó —termino de contar mirando mi reloj en el proceso para descubrir lo tarde que es. —Pues bien que te merecías esa bofetada —me molesta uno de los capullos que se hacen llamar mis amigos con una enorme sonrisa de satisfacción en sus labios, coloca sus brazos en su cabeza pegando su espalda a la silla con más comodidad. —Estoy cansado de huir del c*****o de Damon —escupo dandole un sorbo a un vaso de agua que me habían tenido que ir a buscar ya que no me dejaron ponerme de pie, me conocían más de lo que imaginaba. —Lo sabemos pero eso te paso por calienta bragas —Haiko se encoge de hombros despreocupado sacándome más de mis casillas. —Habla el que encontró a la mujer de su vida y se casó —bramo con mis ojos fijos en los del a******o. —Ok, lo admito, soy bueno escogiendo las mujeres; no puedo decir lo mismo de ustedes —nos saca de nuestras casillas; sin embargo, estamos más que acostumbrados a estos juegos tontos. —Aunque yo no me quejo de esta vida, estar disfrutando todos los días con tías más que diferentes, luego no recordar su nombre es toda una maravilla, no lo negare que es la vida que más me gusta —vuelvo a mirar mi reloj Tommy Hilfiger de oro puro viendo lo tarde que es. Me pongo de pie recibiendo miradas reprobatorias por parte de los cuatro chicos que me observan más que desconcertados a la misma vez. —Tengo una cita así que los veré en otro momento —tomo mi chaqueta encaminándome hacia las puertas de cristal con la idea de fija de lo que haré, incluso diré. Me encamino para el escritorio de la pelirroja con una inmensa sonrisa de superioridad en mis labios que es más que obvia en estos momentos. El suelo alfombrado de los corredores está más que impecable, es de un color marrón con adornos de color n***o que son algunos garabatos de los que no conozco si origen o nombre. Las paredes poseen colores neutrales, como el gris y el n***o, las puertas de las oficinas son, algunas de cristal y otras de madera para preservar la intimidad del entorno. Mis ojos se percatan del fluptuoso desorden que permanece en esa pequeña mesa con una computadora, un teléfono y una indudable fila de papeles. «Y yo pensando que yo era una desorden». Pienso deslizando las manos por mi cabello. —Dime que ya le enviaste la dirección del restaurante a la CEO de la empresa Estrada —hablo en un tono más que alto y obvio. —Ya está hecho señor —responde cruzando sus piernas bronceadas para que con descaro me las quedé viendo pero ya he visto piernas mucho más voluptuosas y mejores que esas; incluso las de la castaña de el día de ayer estaban más que buenas. —Les dices a los hijos de puta de mis amigos que no destrocen la sala de reuniones por favor —ella asiente, a la misma vez que yo empiezo a caminar en dirección al elevador principal. Paso por el cubículo principal donde se encuentra otra secretaria pero esta es de las que ofrece información, como todas las demás. Paso la tarjeta de identificación por la ranura de reconocimiento y las puertas se abren inmediatamente—este elevador es solo para los jefes de los jefes—, las puertas se cierran en el momento que la vuelvo a pasar por la ranura del interior a la misma vez que acomodo mi espalda en la fría pared de metal que recubre el ascensor. La chaqueta de mi traje descansa en mi mano derecha, y algunos botones de mi camisa están más que sueltos dejando ver algunos de mis viejos tatuajes, mi musculoso y sensual pecho. Mi celular comienza a vibrar en el bolsillo de mi chaqueta color n***o, me reuso a ver de quién se trata hasta que después de lo que son unos cuarenta minutos me decanto por contestar. Mis ojos se fijan por un rato en mi alrededor encontrando a una cantidad insuperable de parejas acarameladas caminando de un lado a otro con una sonrisa de felicidad en sus rostros. «Si supieran que alguno de los dos terminará más que lastimado por la otra persona no se verían tan felices». Pienso con las comisuras de mis labios alzadas en una sonrisa. —Aló —pronunció saliendo del elevador bajo la mirada de todos mis subordinados. —Eres un hijo de puta que se olvida de los que te quieren —escupe mi hermano al otro lado de la línea. —No vengas con gilipolleces ahora —advierto recibiendo las llaves de mi auto nuevo. —No son gilipolleces y lo sabes más que nadie cabrón de mierda —brama con tanta molestia que me sorprende. —¿Para qué llamaste?, Tengo una cena muy importante a la que a acudir —reitero guardando la chaqueta dentro del asiento del copiloto de mi Mercedes Benz, mientras tanto introduzco mi cuerpo dentro del asiento del conductor. —Te extraño brother, más de lo que te imaginas —resoplo asqueado con sus muestras de cariño. —Pues yo no a ti, ¿cómo la vez? —escucho una risa ronca al otro lado de la línea y algunas otras voces que reconozco al instante. —Yo también te amo Thri—me molesta con el mote que mi madre nos puso cuando pequeños haciéndome refunfuñar. —No me digas así —realizo un mohín de niño pequeño aunque se que él no lo ve ahora mismo. —¿Es Thri ? —la voz de mi madre sobresale por encima de la de mi molesto hermano menor, y mientras se pelean por el teléfono yo coloco la llamada en altavoz por el auto, meto la llave en la ranura que le corresponde; a la misma vez que siento el rugir del motor tan fascinante, rodo mis manos por las asientos recién tapizados con cuero n***o azabache, el cabezal de los asientos posee un sistema de alta tecnología que nos ofrece un aire caliente por los tiempos de frío. —Si mamá soy yo —respondo girando el volante para salir de la plaza de estacionamiento de la enorme edificación más que moderna con la letra F en grandes, justo en el medio. —Mi cielito lindo; ¿por qué no vienes a vernos? —cuestiona con voz dulce al otro lado de la línea. —Mamá estoy muy ocupado —Detengo el auto cuando un semáforo de la avenida cambia a rojo mientras frustrado paso las manos por mis cabellos castaños y sedosos, muerdo mi labio inferior por simple instinto. —Pero eso no es un impedimento para que vengas a ver a tu querida madre —ya me la imagino poniendo la mano en su cabeza dramáticamente. —Ya veremos mamá, de todas formas nos veremos en la boda de tu otro hijo —percibo su suspiro al otro lado y me doy cuenta de que ahora es cuando viene el martirio. —Amor, y, ¿Cuándo será tu turno? —pregunta ocasionando que me atragante con mi propia saliva y comience a toser como un loco desquiciado. —Nunca mamá, nunca será mi turno —respondo más tranquilo y calmado aparcando en la entrada del restaurante más caro de Madrid. —Eres un aguafiestas —agudizo el oído percibiendo la intensa voz de la prometida de mi hermano—, hablamos después mi cielo. Se despido y antes de que piense en decir algo más cuelgo la llamada bajándome del auto a toda marcha. —Cuídamelo bien —demando con voz neutral al valet parking que mueve su cabeza de arriba a abajo con su esmoquin n***o sin ninguna arruga, su cabello bien peinado hacia atrás. Tomo mi chaqueta, me la coloco; acoplando la ajustada tela a mis más que bien formados músculos que se contraen con el movimiento que llevo acabo. Me encamino por la lujosa alfombra de color rojo vino, a la misma vez que el portero abre las dos puertas de madera que impiden la mirada al interior. Varias cortinas cubren las ventanas de cristal fortificado que le dan un toque más que elegante. Millones de personas están sentadas comiendo en un silencio más que calmado mientras una enorme luz blanca alumbra toda la estancia que nos rodea. —Una reservación a nombre de Thriller O’Cowell —le indico a una pelinegra con un moño alto más que bien peinado, una chaqueta más que escotada, unos pendientes de plata; una carpeta que está en una base de madera de abeto n***o que está adherida al suelo de lozas de mármol n***o. —Venga por aquí señor O’Cowell —se pone delante de mi moviendo sus caderas con coquetería, puede que mas tarde me la llevé a un buen hotel ha disfrutar de una buena velada. Pasamos por algunas mesas con parejas, o gente vestida de manera más que elegante. Lámparas de la edad antigua cuelgan de las paredes dándole un toque de majestuosidad. Mi mesa queda justo a unos cuantos centímetros de la puerta, pegada a la pared cubierta por cortinas de color carmesí. —Aquí es —me señala la mesa y yo tomo asiento del lado izquierdo acomodando los botones de la chaqueta de mi traje. —Gracias hermosa —le susurro en su oído mucho antes de que ella se vaya, sacándole una sonrisita que la sonroja. Un camarero de unos veintitantos se aproxima a mi cuerpo con un traje idéntico al del valet parking, solo que este es más escualido. —¿Desea algo señor? —interroga con cordialidad. —Una botella de vino del 68 —informo a la vez que el asiente. —Ahora mismo se la traigo —me da la espalda marchándose con una libreta en sus manos. Acomodo mis brazos en el respaldar de la silla, extendiéndolos para mayor comodidad. Mis ojos se desvían a la entrada del lugar y lo que veo me deja más que atónito. La exuberante mujer recubierta de curvas que se aproxima a mi mesa es nada más, y nada menos que quien menos pensé, parece que ella me recuerda porque abre sus ojos de manera exagerada, frunce sus cejas un poco cuando nuestras miradas se cruzan. —¿¡No puede ser!? —gesticula lo más bajo posible tomando asiento al frente mío. —Eso digo yo —gruño molesto. —Esto es una mierda —susurra acoplando su cuerpo al asiento. Por unos segundos me quedo admirando sus fracciones, su vestimenta, incluso su cuerpo. Va envuelta en un vestido rojo con hombres no muy marcadas, el vestido posee botones en la parte delantera desde su voluptuosos pechos hasta la parte más baja; el escote es un escote redondo, la falda baja le llega hasta muy por encima de su rodilla, unos cuantos dedos para ser exactos. Su cabello castaño está más que libre, demostrando lo sedoso y suave que es. Si maquillaje es muy sencillo, sus ojos están delineados de color n***o y sus labios pintados de un marrón claro que se acopla al color de su piel de maravilla. No sé puede negar la belleza que abarca está mujer, es como si estuvieras delante de un ángel, pero que en el fondo no es más que una diabla. —¿Acaso eres tonto o qué? —cuestiona sacándome de mi estado atontado, parece que pase más tiempo del esperado admirando su porte sensual; sin embargo, no negaré que es una hija de puta en todo su esplendor. —¿Qué decías? —pregunto captando al camarero que llega con mi botella de vino y dos copas. —Sabia que no me escuchabas —se queja sosteniendo la copa de cristal mientras le vierten el líquido rojizo en su interior. —Solo capto las cosas importantes que me dicen —aclaro recibiendo un sorbo de la mía. —Me debes millones de dólares por haberme destrozado mi auto nuevo; ¿Acaso eso no es importante? —suelta y al furia se nota en sus fracciones. —Primero cerraremos el trato que te vengo a ofrecer —me aclaro la garganta preparándome para usar mis encantos con la castaña. —Te escucho —deja sus manos encima de la mesa esperando lo que le diré. —Mi empresa tiene planeado abrir una nueva tienda en Madrid, una extensa cantidad de ellas y nos gustaría ofrecer algunos de tus productos en ella —relamo mis labios captando la atención de sus ojos verdes en la acción que acabo de realizar, aunque de un momento a otro en sus labios se crea una sonrisa. —Como sabes mis productos contienen unos valores más que proporcionales, cada una de las cosas que creo posee algo más que distintivo que lo hace diferente a los otros productos que las mayoría de las tiendas ofrecen; como por ejemplo, Victoria Secrets ofrece una variedad indiscutible de ropa interior para mujeres; sin embargo, la nueva colección que tengo preparada es mucho más que la de esa marca, llevan piedrería y uno que otras cosas que no mencionaré; al contrario, de las otras empresas que han deseado brindar mis bienes, puede que sí acepte —termina entrelazando sus manos por encima de la mesa. —¿Qué quieres? —voy directo a dónde tengo que ir con mi voz neutral. —Primero —le da una leve olvida al vino para luego llevárselo a sus labios—, mi indemnización por el destroce de mi auto nuevo —asiento con los ojos cerrados—. Segundo —vuelve a darle otro sorbo al vaso de vino, traga y relame sus labios ganando toda mi atención—, que dejes de usar tus encantos de mujeriego que conmigo no sirven de nada; podrás estar más que bueno, pero sino eres bueno negociando sin usar tus encantos pues, veo que no nos llevaremos muy bien. Sus palabras me dejan atónito, es la primera mujer que se resiste por segunda vez a mis ojos azules, y mis labios carnosos. —Muy bien, no intentaré hacer nada de eso para cerrar nuestros trato, solo diré que ganarás una enorme cantidad de dinero al brindarnos tus creaciones; siempre y cuando seamos solo nosotros —me sincero sacando mi chequera a la misma vez que le firmo el cheque. —Dinero tengo de sobra; sin embargo, quiero extender mis productos a América Latina y tus empresas son las únicas que tienen esas oportunidad —cuando fijo mis ojos en su copa ya está totalmente vacía. «¿En qué momento se la bebió toda?». Pienso asombrado. —¿Trato hecho entonces? —pregunto con mi mano extendida hacia ella. —Trato hecho —se pone de pie dejando mi mano igual de como estaba, la recojo al instante para no parecer un total anormal—, nos mantendremos en contacto. Me extiende su tarjeta para luego acercarse un poco más a mi cuerpo, su perfume me embriaga, aturdiéndome por unos momentos en los que escucho lo que dice. —Por hombres como tú —muerde el lóbulo de mi oreja, erizando los pelos de mi cuerpo entero con su aliento—, hay mujeres como yo. Después de decir aquello sale contorneando sus caderas con las miradas de millones de hombres en sus curvas más que notables, y en mi mente solo queda algo pendiente... Una frondosa sonrisa se extiende en mis labios, y es que sin que ella sea consciente de nada ya ha sido fichada como la mujer que quiero para poseer, además de tener lo que con tanto esfuerzo he trabajado… «Mi padre quiere una esposa; pues ya tengo a la indicada para ello, pero antes le demostraré que conmigo no se juega». Pienso pidiendo la cuenta.
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