CHAPTER 2:

2088 Words
Andrea. El frío aire de enero golpea mi rostro, llenando mis pulmones con ese olor perfecto a a fiestas y alcohol; una muy buena combinación si me lo preguntan. Soy fiel amante a un buen movimiento de caderas que me estremezca el alma, y más si viene con un buen trago de tequila de esos que te hace hasta tener unos buenos mareos maravillosos con una resaca de los mil demonios. Extiendo mi mano tomando mi bolso dirigiéndome a la fachada de una de mis discotecas favoritas de Madrid; pero también la más cara y conocida por todos, encontrándola en los suburbios de este hermoso país repleto de hombres y mujeres que te harán dudar de tu sexualidad en milésimas de segundos contoneándose con seducción en una pista llena de luces. Relamo mis labios, echándole una pequeña ojeada al corpulento rubio que disfruto ver cómo se adentra en la estancia con un traje n***o completamente ajustado a sus músculos, haciéndome imaginar cosas para nada inocentes que me gustaría hacerle, pero noto que hasta su caminar demuestra prepotencia y egocentrismo. —Buenas señorita Millar —salgo de mi estado de estupor; extendiendo un billete de mil dólares al segurata rapado que protege la entrada; a la vez que coloco mi ojo en la ranura de reconocimiento. La luz roja escanea mi iris verdoso, mientras mis cabellos castaños caen por sobre mis hombros, dejando ver las ondas que se forman. —Cada día estás más buenote Román; esto te lo dejo para que disfrutes y no olvides que me debes una buena noche —suelta una carcajada ronca; mientras yo contoneo mis caderas adentrándome en la inmensidad de aquel establecimiento. Muchas captan mi movimiento, realizando muecas que no me causan nada ya que cuando eres cliente VIP puedes entrar las veces que quieras, sin hacer fila. La música; las parejas ardientes bailando tan pegados que pueden pasar su sudor; la barra llena de personas besándase y bebiendo sin parar me hacen sentirme en casa, con una libertad que llevaba días sin darme por el arduo trabajo en mi empresa de marca. —Permiso —pido caminando con paciencia por lo pequeños espacios que la gente te brinda cuando lo pides amablemente y no están más borrachos que una cuba. —Dame la mano —pide la rubia. Se la doy sin problemas sacándola del gentío que la estaba absorbiendo. Sintiendo mis tímpanos explotar por el bajo de los altavoces con una de las canciones que más me hace querer bailar sin cuidado, ni ningúna vergüenza. Llegamos a la barra con una sonrisa en nuestros labios y mi cuerpo pidiendo a gritos un buen baile que robe millones de miradas ardientes. Acomodo mi trasero en la banqueta, sonriendo con algo de seducción al joven que se halla junto a otros detrás de la barra con un traje de barman que le queda justo a su medida. —¿Tienes algo nuevo para mi guapo? —le susurro al rubio que me mira con una sonrisa en sus labios. Sus orbitas oculares se desvían en mi dirección, captando cada uno de mis rasgos con atención, no queriendo perderse mi rostro perfilado y cubierto por una fina línea de maquillaje. —Mira a quién tenemos aquí; ¡j***r!; mi clienta favorita —abre sus brazos para recibirme gustoso y puedo sentir sus duros músculos por debajo de su camiseta, apretujándome contra su esculpido cuerpo trabajado, es uno de esos rubios que te hace hasta temblar el alma con solo una caricia; lamentablemente no es mi tipo de chico, la dulzura corre por sus venas. —Llevaba días sin venir ya necesitaba sentirme de nuevo en casa —introduzco mis dedos en mis hebras castañas eliminando los nudos que se han creado por el movimiento excesivo. —Bueno; pues te tengo una muy estupenda noticia —abrí los ojos aplaudiendo al saber que era—; tenemos el que tanto te gusta, lo mejor que fue exportado desde la misma fábrica de Francia hasta nuestro lugar. Antes de que diga algo más saca la botella de armañac y mis ojos se iluminan de una manera que solo el alcohol sabe ocasionar en mi. Libero un gritillo que saca millones de carcajadas al rubio arrugando sus ojos y dejando que vea las bellas arrugas que se crean en sus ojos. Aplaudió y saltó eufórica, sintiendo ya la adrenalina colarse por mis venas con solo ese pensamiento. —¿Sabes que te amo verdad? —Por supuesto que lo sé —responde feliz. Lo tomo de la solapas de su camisa acercando sus labios a los míos, plantando un beso de unos veinte segundos en sus finos labios. —Ohh; a partir de ahora te daré estás sorpresa si me besarás como ahora —me extiende la botella que tomo gustosa. Relame sus labios, queriendo disfrutar mi sabor, a la misma vez que se acopla mejor el traje blanco y n***o. —No te ilusiones —doy un trago largo que me hace arrugar mis ojos por el alcohol, pero luego vuelvo a la normalidad, dejando atrás el escozor que eso me provoca. Cambia su atención a la de la rubia que tengo al lado, la cual se mantiene callada observando todo el lugar con cara de horror; haciéndome negar un poco cansada. —¿Y que quiere tu acompañante? —eso llama la atención de la chica que continúa a mi lado en silencio, ocasionando que él acapare toda su atención. —¿Que me recomiendas? —hace el intento de coquetear, poniéndose nerviosa cuando una sonrisa de seducción se extiende por el rostro del rubio, haciéndola estremecer. —Con solo ver cómo remojas esos labios en miel sería suficiente —su atrevido toque la hace casi atragantarse con su propia saliva, impulsándome a rodar mis ojos por lo mal que se le da la coquetería. —A ella solo dale un orgasmo en la playa —finalizo admirando mi perfecta manicura. —¿¡Qué!? —la voz de la rubia se vuelve chillona. Giro mis ojos a su cara y su expresión es un jodido poema que me provoca millones de carcajadas a mí y a mi barman preferido. —Tranquila Gania, el trago se llama así —ella relaja sus hombros—, es una mojigata a veces, para no decir la mayor parte del tiempo —le comento en voz muy baja al rubio que suelta algunas risas disimuladas. Gañía se cruza de brazos molesta, haciendo unos morritos que la hacen ver más dulce de lo que parece. —Espera, déjame preparar el trago —Toby es uno de los chicos que mejor me ha caído de este país debido a que la mayoría son unos gilipollas sin cerebros con cero centímetros de frente. —¿Por que no vamos a bailar? —inquiero desviando mi atención hacia el tumulto de personas sudadas que no dejan de saltar presas del libido y el alcohol; mientras cruzo mirada con ojiazul que sostiene a una pelirroja por la cintura, moviéndose al mismo son de la estruendosa música. Relamo mis labios, degustando el delicioso trago creado exclusivamente para mi, a la vez que no desvío ni un minuto mi mirada del rubio que no me deja de mirar con sus manos tocando el cuerpo esbelto de la pelirroja que jadea cuando le muerde el cuello. Siento una fuerte opresión en mi monte de Venus; estremeciendo mi ser en segundos; no sé qué mierdas tiene ese tio, pero el aire de peligro que desprende solo me pone mas todavía, activando a mi perra interior. —¿Quieres bailar o no? —el susurro de Gania me saca de mis cavilaciones, ocasionando que desvíe mi mirada en su dirección, tropezando con su mirada. Elevo mis labios en una sonrisa que se acentúa más con los pensamientos peligrosos que se deslizan por mi cabeza. —Por supuesto —de un tiron me bebo todo el contenido de la copa, percibiendo el escozor que me provoca el alcohol quemando mi garganta hasta lo más profundo, estremeciendo cada parte de mi; activando el lívido que se vuelve calor, haciéndome sudar. Mis caderas son contoneadas con descaro y me encanta saber lo buena que estoy, además de demostrarlo, me muevo hacia la pista tratando de encontrar con la mirada al rubio que segundos antes me devoraba con descaro. Peino mis cabellos en un moño alto un poco desordenado, a la misma vez que comienzo a mover mi anatomía al ritmo de la arrítmica vos de Sech con la canción de Sal y Perrea. Esquivo a las mayorías de las personas que se mantienen en el medio de la pista, aturdiéndome el olor a sudor junto al alcohol en mi sangre y la luces violetas y rojas que hacen que mi cabeza de vueltas por el repentino momento. Unas manos extrañas se acomodan en mis caderas, mientras que mi espalda impacta con un pecho duro y con respiración acelerada que me estremece. Muerdo mi labio inferior, sintiendo como mis latidos se desbocan cuando percibo su cálido aliento chocando en mi cuello, estremeciendo mi ser. —¡Ya veo que eres amante a provocar castaña! —susurra con voz ronca mordiendo el lóbulo de mi oreja, de una manera que me hace medio jadear y arquear un poco más la espalda, aumentando el movimiento de mis caderas que suben el tono de todo. Me giro de una sola, no logrando ver su rostro por una milésima de segundo ya que antes de lo pensando todo el establecimiento queda completamente a oscuras, pero la música continúa sonando a todo volumen. —¡Supongo que el destino no quiere que nos veamos los rostros! —alzo un poco más la vos de lo debido, percatándome de la enorme sonrisa que se extiende por sus carnosos labios en el instante en que el reflector se desvía a su atención, captando unos ojos azules demasiado llamativos y un cabello dorado con un cuerpo cubierto por una camisa negra con los dos primeros botones libres. Acaricia mi mejilla, no dejando de deslizar su mano por mis caderas, a la misma que aproxima su rostro más de lo debido al mío. Desliza su lengua por mis labios, llevándose toda la atención de mis ojos que no desean despegarse de sus fracciones. Unas que son las únicas capaces de hacerme perder el juicio. Sonrió, dejándome llevar por el ritmo, conociendo a perfección los pasos de este hombre que de alguna forma ya me está llenando de una sensación especial en lo más profundo de mi ser. Suspiro, queriendo continuar al menos por unas horas más cuando todo toma un rumbo desconcertante y es que la sed comienza a hacer acto de presencia, provocando que necesite alejarme lo antes posible para acercarme a la barra, apartando mi anatomía del chico que me mira desconcertado. —¿Huyendo de mi? —cuestiona haciendo un leve puchero que más que dulce lo hace ver muchísimo más peligroso y atractivo—, me estás destrozando el ego. El sarcasmo en sus palabras llega a agobiarme, y más cuando lo dice todo con tanta prepotencia que es innegable lo creído que es, y una de mis primeras reglas es alejarme lo más rápido posible de estas personas. —Es momento de que vaya con mi principe —suelto de pronto, queriendo alejarme lo máximo posible cuando su mano se aferra a mi muñeca impidiendo mi huida. —En realidad estoy más que seguro de que mereces a un villano —acorta la distancia que nos separa, haciéndome tragar en seco con el ambiente tan caliente que me deja sin respiración. Sostiene mi cuello, listo para besarme cuando de un momento a otro termina elevando su cabeza para alejarse de mi lo más rápido posible; dejándome con una opresión intensa en mi monte de Venus. Miro a todos lados, intentando encontrarle, pero termina siendo en vano, ya que mi tarea se ve mucho más complicada por los hombres extraños que se adentran en la estancia, con trajes y expresiones frívolas que te estremecen hasta el alma con voz ronca. Me vuelvo a la barra, esquivando algunas mesas u personas que no les importa seguir bailando aunque estén cerca de asesinos, a la misma vez que suelto mi cabello colocándome la liga en mi muñeca, en la misma que aquel hombre agarro con posesión y después huyó como un cobarde. Que puedo decir, todos hacen lo mismo cuando se dan cuenta de que y como soy.
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