No es lo que parece

1294 Words
(Jon narración) No me volví para verla. Me dirigí así de cuerpo húmedo y semi desnudo hacia donde estaba la cama, pero al llegar una mujer me esperaba, tenía en sus manos una bata en tela de algodón de un color oscuro. Se veía de una edad comprendida quizá entre los sesenta y cinco o setenta años, vestida como indica la religión que suelen profesar las mujeres que residen en el reino de Jirel. Un manto oscuro la cubría, a duras penas podía ver los rasgos de su rostro. —Señor, he venido por petición del Emir a servirle en el palacio de la ciudad fantasma. —Dijo amablemente pasando a mis manos la prenda para cubrirme. Todo el tiempo mantuvo la vista inclinada con profunda solemnidad y pundonor. Se la recibí mostrando una venia. De inmediato me cubrí, hasta entonces ella a toda prisa se alejó de mi presencia. Asídemes tomó su lugar ante mí, observándome fijamente. —Su protegida seguramente ya ha comprendido que no es posible su compromiso. Y que tal efecto no se producirá, pues usted es un ser de diferente naturaleza y por consecuencia fuera de su alcance. —General, espero que sea la última vez que tenga que escucharla decir semejante absurdo. Porque, si de monstruos hablamos, ella igualmente está en presencia no de uno sino de varios de mí mismo rango y alcance. Sonrió divertida. —¿Monstruo? —Sí, que no le quede duda que eso es lo que soy. Una criatura no del todo humano, pero bajo la apariencia de uno. Suspiró tomando las ropas en sus manos. Luego una vez fijó su atención en mí sin soltar las prendas. —Es lamentable que tenga tan terrible opinión de sí mismo. Para serle franca no he conocido a otro; por supuesto a excepción de Nigromante, que sea tan prolífico, humano y compasivo. Respiré hondo antes de contestar. Dejó las vestiduras aproximándose a mí. —Dejemos ya los decoros y la diplomacia de lado. Sé muy bien lo que desea… —¿Qué supone que deseo? —Cuestionó en un susurro acariciando el borde de la bata de las mangas que cubría uno de mis brazos. Fruncí el ceño, mientras ella seguía fija en la manera que la tela se ajustaba y ceñía mi piel. —Habría deseado algo diferente si no conociera sus intenciones princesa. Su mirada se fijó en la mía con desconcierto y apartó las manos. —Hubiera preferido que fuera sincera conmigo en cuanto pisamos este lugar. Porque desde mi llegada a todo momento a deseado provocar un mal entendido para que su padre intervenga. Rio sin humor, luego me clavó la mirada con enfado. —¡No debería inven… La interrumpí confrontándola, acercándome más a ella. Nuestros rostros contiguos al estar frente a frente en cuanto me incliné para mirarla. —Cerciórese de una vez por todas que tengo muchos más años de los que usted podría siquiera contar. Y el deseo y la pasión en mí ya no se mueve como usted cree. Entienda que no soy el tipo de ser que accederá a mancillarla si no hay un compromiso y un rito de por medio. Mucho menos si no hay antes de eso un agrado entre ambos. Le pido de manera atenta que considere dejarme a solas, y si a diferencia lo que busca es que profane este recinto sagrado y actúe como una bestia al menos tenga el decoro de ser sincera por al menos una vez… Mantuvo en su mirada gran desconcierto y luego la inclinó casi afligida. Pero mi intensión era simplemente obligar a que confesara lo que tanto calumniaba en Alexia y ella del mismo modo pretendía. Además, sabía que mis palabras de cierto modo la invitaban a intimar más conmigo. No por nada se viven tantos años. De verdad que la astucia en alguien escrupuloso es algo que se consigue con la experiencia. Seguí reacio observándola, mientras me cruzaba de brazos. Al fijar su atención en mí mostré un gesto de que esperaba su respuesta. —Deseo más que eso…—Murmulló casi en un suspiro. —Lo sé. —¡¿Por qué ha dicho eso entonces?! ¿No me considera alguien digno de su aspiración o con atractivo? —Desde luego que es atractiva, pero para mí eso no es suficiente. Por eso le pido que sea sincera. ¿Todo esto ha sido para unirse a mí o para efectuar una venganza sin sentido? Se apartó mientras sus ojos se veían cristalizados por gruesas lágrimas. —Si no sintiera dentro de mí la llama que me consume por amarlo, no habría tal deseo por unirme a su cuerpo. —Justamente es lo que ocurre conmigo. De no haber amado como aun lo sostengo no me habría comprometido, menos aún cedido a venir hasta aquí para cumplir una condena que sé que merezco. Porque ha dicho lo cierto, General no soy libre de haber pecado. Y hoy comprendo que no soy leal a mis juramentos. Tal honor en mí ya no es. Su mirada se fijó de nuevo en mis ojos. —Fallé a mucho, pero qué más da. Puedo enmendarlo o al menos a eso aspiro. Tragó saliva, no volvió a alzar la mirada para verme. A toda prisa se alejó de mí, dejándome a solas casi al instante. Pude vestirme, y luego me senté sobre la cama sin poder dejar de ver el cielo abovedado con hermosas estrellas. En especial mi atención se fijó en una de las constelaciones que viajando una vez me hizo compañía a mí y a una princesa que en el momento menos pensado provocó en mi algo que no pude contener. Esa noche le pedí que se entregara a mí, porque ya mi corazón dudaba de ese amor paternal que creía profesar. Al cabo de un buen rato, escuché una voz dirigirse a mí. —Señor, reconozco el signo en usted. Me volví y miré a la misma mujer que había llegado a servirme cuando dejé la bañera. Ahora se había descubierto el rostro. —Es el primer hombre que puede ingresar a este palacio. Nuestro Rey siempre dijo que aquel hombre que pudiera atravesar el portal tan sólo podría ser un dios. Me puse de pie asombrado. —Me han traído aquí para estar recluido. ¿Cuál es tu nombre? —Soy Arath, servidora del templo. Lo soy desde que mi esposo falleció, lo cual señor fue hace mucho tiempo. —Mi nombre es Jon y no soy un dios. De hecho, por ser tan humano estoy aquí. Ella sonrió. —No lo creo, en usted brilla la belleza de uno de los espíritus vigilantes. Aquellos a quienes su rostro resplandece. Bien lo encubre en su apariencia casi mortal, pero no se preocupe es natural en su forma tan cubierta de materia. No es lo que parece. Sonreí ampliamente. —Arath pocas personas pueden decir cosas tan sorprendentes. Dime, ¿por qué señalas eso? —Porque sirvo con alegría al templo y de ustedes se ha escrito mucho en los libros ocultos. La princesa lo sabe, por eso buscó la forma de abrir el palacio de la ciudad fantasma. Si se permite recitar preces en el salón o bien meditar sabrá que este recinto es poderoso y está hecho para encerrar grandes poderes que tan sólo obedecen a los únicos que pueden decir bien los versos sagrados o pronunciar los nombres santos. Ella no lo ha logrado, aunque ha estudiado mucho. Debo irme, si desea algo por favor toque la campana. Juntó ambas manos y luego de mostrar también una venia salió a toda prisa. No pude hacer más que cerrar los ojos y dejarme ir sobre el colchón en cuanto percibí gran energía absorberme.
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