Fuego Eterno

Signos

Varias lágrimas siguieron derramándose de mis ojos. Pese al arrebato de Jon, la guerra de Asídemes seguía ferozmente con intención de someternos. De otro modo, ¿para qué continuar con el enfrentamiento si Jon ya estaba con ella? Evidentemente buscaba acabar con todo. Su intención no podía ser tan íntegra u honorifica como lo hacía lucir si el cometido pedía a gritos más sangre de inocentes correr.

El talismán seguía emitiendo un dulce resplandor y lo sentía vivo y tibio al tacto de mi piel, en esa mano que seguía apretándolo.

Daeven había examinado el suelo, piedras y herbaje chamuscados por el fuego que Asídemes invocó para transportarse. El Regente del palacio ensombrecido siguió en el suelo inclinado tocando la tierra, no podía ver en él ningún gesto, ni alguna mirada ya que la armadura lo cubría en conjunto con el yelmo.

—¿Qué hace Daeven? —Pregunté en murmullo a Nigromante. Todavía sentía mi corazón traspasado por lo que acababa de ocurrir.

Nigromante reflejaba en sus ojos la misma tristeza, se volvió a mí.

—Traduce la energía. Siempre quedan rastros de ella. No es complicado si se conoce lo que se usó, quien pueda leerlo sabe cómo volver a ejecutarlo.

Daeven se puso de pie y parecía clamar algo, al posar de nuevo ambas manos en el suelo grandes signos o letras desconocidas se iluminaron en el suelo carbonizado. Escuché las voces de los tres regentes resonar y al instante sentí todo temblar. La noche surgió casi de pronto, como si se apresurará ante la voz de ellos.

Daeven no se apartó, pero grandes torbellinos de fuego se alzaron para luego ser absorbidos por toda la tierra y se formó una línea gruesa que sumió el suelo, dejando relucir rocas y todo cuanto tocaba al mismo color de las brasas en una hoguera, bajo los pies de Daeven. La armadura se volvió completamente escarlata, el fuego parecía no hacerle daño sino obedecerle de un modo que de no verlo con mis propios ojos no lo creería cierto.

Baal se posó a mi lado y miré el báculo que solía usar irradiar en el mismo tono ígneo que la armadura de Daeven. Nigromante volvió a tomar la apariencia de un soldado del Alba ni siquiera podía ver sus hermosos ojos grises, me pareció que también se transformaba en otra criatura. Baal pronto lucía completamente cubierto con una armadura dorada. Justo cuando intenté no cerrar los ojos por la luz expuesta en las gigantescas ascuas de fuego, percibí todo a mi alrededor inestable.

Al parpadear mis pies tocaban otro punto en el suelo y que el calor que emanaba de las grandes hogueras me permitía vislumbrar un pequeño sendero al cual el fuego cubría pero dejando un lugar donde podía pasar. Mi corazón entero se redujo dentro de mí al notar a un caballero del otro lado de pie ante un gran mirador, parecía estar en un palacio antiguo, pero sumamente fastuoso engalanado con la belleza de un arte que desconocía, con hermosas lámparas iluminando preciosamente el lugar, cuyo suelo el precioso caballero pisaba.

Vestido como un Rey, se volvió a mí mirándome fijamente. Pasé sin dudar hasta estar frente a él. Una anciana parecía acompañarlo, ella mantenía sus ojos cerrados con un tocado sobre la cabeza mientras una hermosa tela cubría su cabeza blanca como la nieve, en una de sus manos sostenía una vara de madera.

—Jon…

Suspiré deseando tocar sus manos, pero al parecer no podía pues al intentarlo no lo conseguí, me sentí como una sombra. Me sorprendió mucho notar su barba crecida y muy bien arreglada, los pendientes en sus oídos y su hermoso pecho rodeado por hermosos collares de flores. Me parecía que se miraba como todo un Rey. Sonrió mostrando en sus ojos profunda congoja, volviendo su atención al frente.

—Predispuesto fue hace desde hace siglos que sucediera así. Concedo, ella es.

Me estremecí de pies a cabeza. Todo mi cuerpo sintió un terrible temblor, luego increíble fuerza surgir.

—Asumo lo que prometí. Promete por favor que el reino está en paz y que mi Reina es feliz.

—¡Jon, espere qué dice!

De pronto escuché gran júbilo y regocijo, mientras Asídemes con una sonrisa se posaba a su lado y Jon la tomaba de las manos. Quise interrumpir, pero no lo conseguí el fuego se alzó hasta cubrir todo aquello que podía mirar. Cerré los ojos aturdida, al abrirlos mis manos tenían signos en la piel. Mientras el talismán no dejaba de brillar.

Al volver en sí Nigromante me tenía en sus brazos. No podía verlo claramente, lo reconocí por la clase de armadura que usaba y se veía dos veces más alto de lo que solía.

—Esto ha sido mucho para ti. Me alegra notar tu fuerza como ver tus ojos abiertos.

Sonreí y me ayudó a ponerme de pie.

—¿Qué es esto sobre la piel de mis manos?

Parecían signos de flores o pétalos entrecruzados que brillaban como el talismán, entre triángulos y círculos. Él ojeo mis manos tocándolas.

—Es una manera en la que tu cuerpo manifiesta el deber que Jon te ha concedido como guardiana en su ausencia y también una forma en la que te podrás presentar ante los diferente Residentes Eternos. Sólo un guardián tuvo tal efecto en sí.

—¿Quién?

—Aleksanteri el padre de Jon. Tienes el agrado de sus ancestros sin duda. Pues sólo los guerreros más valientes tenían la manifestación de este grado de energía, pero también tiene que ver los dones que tu madre te heredó.

Mis ojos una vez más se cubrieron de lágrimas.

—Tuve de nuevo una visión con el fuego.

—Cuéntame lo que viste.

—¡Estás visiones conseguirán enloquecerme Nigromante! El fuego mostró que Jon está decidido a tomar el lugar de Jirel al casarse con Asídemes.

Nigromante permaneció en silencio. Al cabo de un momento escuché su voz.

—No puede ser cierto, Jon jamás tomaría el lugar de Jirel. No cabe duda, que Asídemes está dispuesta a efectuar algo terrible.

Fruncí el ceño.

—Debemos evitar que los ejércitos convocados sigan dispuestos a la guerra. Y debemos ir por él.

—¿Los hechizaremos?

—No hay otro modo Alexia, excepto combatir.

Respiré hondo. Ya Baal y Daeven se enfrentaban en batalla, impidiendo que extrañas criaturas de aspecto terrible avanzaran hacia nosotros.