Tardío

1354 Words
(Jon narración) Consideraba con seriedad las palabras de Arath. Eso de volver al templo fantasma podría estar a mi favor, sin duda. Pero no tenía idea de que pensaba al respecto Jirel, o más bien que de tanto entre lo que Asídemes efectuaba él tenía su parte. Arath mantenía la vista inclinada y hablaba con voz suave y respetuosa luego de que su atención se fijará en las heridas de mis manos y tobillos. —Entiendo lo que me dices y agradezco la sugerencia que me ofreces. Mostró una venia para luego sostenerse con el cayado que había dejado sobre las rejas de la celda. —Nuestra señora, concedió que pudiera asistirlo, sí es verdad. Pero, como ya se lo había dicho sé que usted no es como cualquier otro visitante. ¡Con decirle que desde hace mucho estos calabozos no han tenido a quien apresar! —No mientes, bien lo sé. Se me acusa de incumplimiento. Y el Emir ha procedido como debía ser, no es sin fundamentos su acusación… —Sí usted lo ha permitido es porque es así. Pero he vivido muchos años, y no puedo descubrir en usted perversidad, sino armonía. Espero que atienda a lo que le he dicho. Retomó su caminata alejándose de mi vista. Pasé un largo rato a solas y en completo silencio. En el agradable sosiego y quietud en mi mente algo comenzó a tener cierta forma. Claramente veía el espectro de la luz moverse en medio de una oscura visión. Bailaba tenuemente conteniendo todos los colores en su flama, la cual cada vez se volvía una chispa de fuego, tomaba todos los colores que conocía, irradiando alto ante mí. Tomó de entre todas la de apariencia azulada para ampliarse de modo que todo el vacío o ausencia alrededor se volvió del mismo tono. Pude verme así mismo pisar una superficie sólida, mientras que la luz se volvía transparente pero el color a mi alrededor seguía siendo de tonalidad azul oscuro, para de pronto vibrar fuertemente en una versión más clara. Seguí caminando al frente, un extremo se volvió una arboleda oscura y el otro una iluminada por el tono naranja dorado de un atardecer, pero tan profunda y densa bañada con la luz como ninguna otra. Cada parte del lugar verdaderamente las sentía parte íntegra de alguna parte mía. Colores, luz y vació de tonalidad todo parte de aquello que podía entender, parte de lo que conocía y desconocía, pero cercano a mí en toda su dimensión. Una equivalencia de mi interior inconsciente. Al comprender muy bien eso que se me mostraba aparecí en un enorme salón oscuro. Parecía un hermoso salón con lozas en el suelo como lo sería un juego de ajedrez en blanco y n***o iluminado en lo alto únicamente por un candelabro plateado con velas y cada vela encendida seguía en los tonos que había visto de la gran llama al llegar. Me paseé por el salón observando cada vela en lo alto, todas tomaron forma bailando y vibrando al mismo ritmo de mis respiraciones. Pero en el fondo en esas partes que no era iluminadas, se paseaban figuras con hermosas vestiduras blancas como la nieve atrapando de algún modo la visión de la luz de las chispas. Resoplé al comprender que varias de esas figuras tenían formas humanas, pero esa exhalación provocó que todo de pronto todo quedara en oscuridad. Pero incluso así, seguía avanzando. No puedo expresar realmente la sensación que eso me produjo, pero me otorgó placidez como bienestar conmigo mismo y al mismo tiempo estabilidad al sentirme parte de ese íntegro silencio. Al parpadear y desear ver la luz, en lo alto apareció tenuemente el reflejo de la llama a mi alrededor. Comprendí al observar que rodeándome aparecía un espejo, luego un cuadro donde la chispa volvía aparecer, luego de nuevo un espejo y seguía así consecutivamente. En cada espejo podía mirar diferente tipo de acompañantes, más parecido a una puerta abierta que a un reflejo como suele ocurrir. Atento continue observando, en algunos quienes permitían aparecer tenían aspectos tenebrosos con sus formas diferentes a las humanas, en otros, atractivas figuras humanas con vestiduras sorprendentemente como cualquier m*****o de la realeza. De entre todos me llamó la atención uno que me observaba fijamente. Usaba un traje oscuro, cabello n***o casi al pecho de aspecto como cualquier hombre, pero su rostro tenía una particularidad; justo a media cara verticalmente tenía un tono blanco con el ojo rodeado en todo sus bordes de color n***o al igual que sus labios, mientras que el otro lado tenía una máscara y al apartarla noté su rostro tal cual. El traje justo donde se dividía la forma de su rostro tenía también diferencias a lo largo del cuerpo. Lo que se vislumbraba en la parte izquierda tenía en sus rasgos algo diferente a lo humano, es decir se asomaba su naturaleza tenebrosa y oscura. Permitiéndome comprender que aparentaba ser un hombre pero no lo era en su totalidad. Me aproximé tocando la superficie al darme cuenta que en su cuello colgaba la misma medalla que solían usar los herederos a Halvard, pero al sentir la helada superficie me di cuenta que él correspondía al movimiento que yo hacía tal cual en un reflejo. “La verdad resplandece en la luz como en la oscuridad para quien la conoce. Aunque la noche oscura y los profundos abismos sean una negrura absoluta son parte de las sombras del Príncipe que fui y que mantiene lo que soy” Fue evidente entonces reconocer lo que eso me mostraba. En verdad luego de haber cruzado el umbral de hombre a criatura sobrenatural oscura y luego a algo similar a una forma humana, pero teniendo el deber del abismo, no podía ser un hombre normal como había creído. En mí seguían los enlaces con aquel mundo que solía ser cuando estaba portando la maldición, pero ahora eso no me hería, menos tenía el poder de someterme, pero conocía muy ese orbe tenebroso de procedencia más oscura que demoníaca. Ellos no podían hacerme mal, sino que se reflejaban en mí como un espejo por el hecho de que les conocía bien, sabían escucharme, además de que suelen respetar como pocos todo lo que está sobre ellos. “La profecía debe cumplirse Jon. Ya lo entenderás” Tardío, pero comprendí porque Nigromante me había dado aquel libro que había susurrado un conjuro, también el porqué de haber absorbido su encantamiento al dejar mi memoria. También tenía más sentido las palabras que Asídemes no tenía mucho de haber sugerido lo mismo que él. Una vez más se había encargado Jehiel de hacerme saber lo que ocurría conmigo y el modo en qué Daeven y yo teníamos un tanto en común. No hubo más dudas en mí. Atravesé con el simple de hecho de desearlo hacia el otro lado del reflejo tomando la forma que tenía el Regente del Abismo, un ser que una vez pudo entender lo que un hombre pero ahora tenía el deber de ser algo que podía ver la oscuridad sin pertenecer de modo alguno a ella, pero que podía residirla y entender con amplitud lo que ahí suele moverse. Un orbe oscuro, sombrío tan amplio y grande como lo es la propia imaginación humana, con habitantes de una comprensión diferente. Escuché risas. Y reconocí su rostro en la oscuridad que dejó relucir una llama rojiza. Daeven sonrió al saber que entendía por fin lo que Nigromante, lo que a Farga impulsó a tener a mi padre, lo que Asídemes había visto seguramente al conocerme en Halvard. Algo que no tenía opción y muy pronto descubriría Alexia. Daeven dejó relucir las llamas que en lo alto titilaron mostrándome en los espejos las criaturas que conocían mi nombre, como aquellas que podían escucharme. Claramente distinguí que podía tomar la forma de cualquiera, pero preferí quedarme con la que mejor se adaptó a mí, la misma que había visto en el séptimo espejo, es decir lo que siempre tuve que ser. Sonreí ante mi reflejo, mirando los anillos brillando en mis dedos. “Soy” Susurré para volver.
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