Ofrecimiento

2384 Words
(Jon narración)   Tardó un poco para que pudiera restablecer la visión, pero mientras tanto escuchaba voces susurrar a mi oído. Se volvía a medida que les prestaba atención algo parecido entre dulces cantos y pequeñas frases en varios idiomas que conocía. Conseguí entender un par. En lo oscuro algo atrajo la visión de nubes que centelleaban truenos parecían ser movidos por las voces que escuchaba; a la misma manera que ellos con sus voces producían sus abemoladas modulaciones. De pronto creció mi atención en las luces que refulgían, fijándome sobre una en particular. El resplandeciente movimiento de luz en su interior se volvieron hermosos destellos en su fondo oscuro y en sí contenían pequeñas llamas de colores en gamas diversas que vibraban con fuerza como un pálpito. Dentro de sí parecían formarse cristales que contenían torrentes de materia muy oscura pero que al iluminarse con las llamas mostraban movimiento sutil en su interior como pequeñas estrellas palpitantes. Súbitamente cada torrente se volvía escarlata como la sangre y al solidificarse se resquebrajaba dejando percibir el entorno como envuelto en rojizas nubes. Comprendí luego de sentir que podía poner mis pies en algo sólido que había sido mi consciencia y gran parte de mi espíritu fragmentado por algún ofrecimiento. Fue algo similar cuando tuve la maldición, sólo que en lugar de colores y nubes flagrantes había un raro sentimiento de vacío, frío y el sonido de cadenas ser arrastradas, e incluso entre la oscuridad se distinguían sombras. Pronto escuché la voz de alguien hablarme, me volví hacia donde la percibí. —Eres un hombre que, aunque puede entender mucho se desconoce a sí mismo. Tienes un cuerpo que admite la intermediación de diferentes fuerzas… Eso te permite ser muy accesible a ser poseso. Ante mí estaba la misma criatura que Asídemes había invocado, había ingresado como consecuencia de ofrecerme. —Lo descubrí hace mucho. No eres el primero que puede entrar y quiere quedarse aquí por un ofrecimiento. Tú también desconoces que cualquiera puede brindarte la manera de entrar, pero yo he sido quien te permitió ingresar. —Hay deslealtad en el rumor de tu sangre y la vida que se alimenta en tu interior reconoce lo que prometes. Cálido es tu interior y con el potencial que necesito. —Cualquier cuerpo lo es. ¿Qué es lo que quieres? No olvides que eres mi huésped, no al contrario. Estás obligado a responder. Sus ojos mostraron gran seriedad y poco a poco todo se volvía oscuro. —Tú sabes bien por qué. No eres la clave, pero hay en ti una parte. Y yo quiero la libertad de moverme en tu carne. Tener la corona de la forma conmigo. —Espero que lo hayas disfrutado, porque si bien ingresaste no concederé que te quedes. Sonrió ampliamente, mientras veía que tomaba gran tamaño y altura; creciendo considerablemente ante mí. —Estoy contigo, ahora compartimos lo que hay. ¡Cuántas marcas en tu interior! Una de varias profundas que te traspasan y casi consiguen herirte, me gusta. Una abre la brecha hacia un hermoso sendero con flores mágicas. El sendero mantiene el permiso para alguien de especial carácter y forma. Puede ir y venir si tu no vas hacia el sendero. Coloqué mi atención al centro de mi pecho. —No eres indiferente, lo sé, pero tengo la ventaja de portar lo que ahora quieres poseer. Es mi vehículo, sal. Empuñó una mano de tamaño colosal, mientras sabía que llamaba a más a entrar. —No atenderé. Tienes la culpa y el cargo que me permite ingresar sin tu consentimiento. Aceptaste el castigo y por eso fui conjurado. Una vez adentro no saldré. Intentó capturarme mientras veía más formas aparecer rodeándome. Se movió entre un espacio donde había una g****a, al cruzarla a toda prisa lo seguí y observé al frente distinguiendo el sendero, el mismo del que me había hablado, aparecía ante nosotros tal cual una puerta abierta que permite ver lo que hay del otro lado. Comprendí que se trataba del lugar hacia donde Alexia y yo solíamos fijar para encontrarnos. —Soy tú y sabes que podré ingresar. Intentó atravesar, pero lo impedí valiéndome de sus mismos medios, cambiando forma y tamaño. Me paré ante el paso impídanselo. —No, no lo eres. Inténtalo y verás de lo que soy capaz. —Tu compasión ridícula no te salvará de los actos que has ejecutado ni del castigo. No hay autoridad en tu cuerpo corrupto. —No he violentado nada aún, no me obligues. Soltó una carcajada que resonó en derredor. Tal fue la modulación y el eco que produjo su voz y la de los otros que me sentí casi herido. —Ninguno podría estar así para hablar conmigo, los tuyos se pierden pronto y se alejan. ¿Qué eres o qué intentas encubrir? Dentro de ti lo veré todo, quieras o no. Sostuvo con fuerza mi garganta, pero conseguí cerrar el sendero sellándolo totalmente. Por lo que si Baal accedía a que Alexia me invocara no podría ir a ella. Al guardar tal deseo de protegerla, mucho de lo que es pasional y mortal mantuvo su peso muy dentro de mí, de modo que consiguió mirar en mis ojos al sostenerme así elevándome. —Espíritu del alma del guardián, no hay puerta cerrada al consentir lo vano. Miraré en tu interior más profundo, si no abres la senda. —Me niego. Pero hubo un breve instante donde lo consiguió antes de que con una maniobra desenganchara su mano de mi garganta. Percibí ser como dijo, una puerta abierta. Seguramente en mi afán de cerrar cualquier ingreso que delatara Alexia, en ese breve instante se había dado cuenta que en mi estaba la llave al ser un Regente oculto. Se apartó dando de bufidos y sus ojos se mostraron aturdidos como oscuros totalmente, justo cuando estaba por empujarlo para sacarlo sentí que mis labios consiguieron pronunciar algo en contra de mi voluntad: —No tengo a quien lo ocupa, pero si sé que vendrá. Los signos son su nombre, y su nombre es la autoridad. “Uh Eke Aya… Él y todos cuanto habían ingresado se apoderaban de cada parte de mi cuerpo, obligándome a sentirme lejos y cada vez más a fuera, aunque estuviera aún de algún modo dentro de mí. Veía que a toda prisa me alejaba de ellos y de lo que podía mirar. Elevándome por encima de lo que podía contemplar. Enfoqué toda mi atención en desviar mis recuerdos, pero vino a mi mente el día que volví, ese en que el creí que todo se había acabado. Atraje a aquellas voces, pronuncié a uno por uno aquellos nombres que como yo eran afines a tales potestades y poder. Pero también nombrando al Padre a quien todo lo es y le pertenece. Pronto sentí volver y ellos ser rodeados por las mismas nubes con centellas. Al parpadear me di cuenta que estaba de pie sobre los mismos signos en el suelo que resplandecían en mi pecho. Las arenas se movían en torbellinos, encerrándome en la forma de dos triángulos una en posición normal y otro invertido. Me di cuenta que estaba atravesado por manos y tobillos tal como cuando me apresaron no hacía mucho. La sangre al destilar bañaba el suelo arenoso, seguía atado con sucesiones finas de oro que sobresalían enganchadas a dos pilastras grandes de roca sólida frente al palacio con cara al norte y de sus extremos se enclavaban en punta a mis tobillos y muñecas. Intenté moverme para soltarme. Asídemes se aproximó a mí, pues seguía atenta a todo cuanto se daba. Veía sus ojos empañados de lágrimas, me contemplaba y podía notar el inenarrable dolor que la poseía. Sabía que Aeshak junto con su legión seguía dentro de mí, pero contenidos sin manifestarse; atrapados. Mi cuerpo se sentía cansado, seguramente por haber perdido mucha sangre. Tenía ella ahora medio rostro cubierto por una mascada rojiza como su atuendo y armadura. Sabía que podía efectuar con mi sangre ciertos embrujos y con ello instaurar también elixires y antídotos. Aeshak había pronunciado las iniciales del nombre que tenía como Regente. Había sido poco y breve lo que había alcanzado a saber antes de retomar el control. Pero los signos se habían manifestado, pues sólo había conseguido sin desearlo Aeshak invocarme. No pudo liberarse ni someterme. —Su sangre ha pasado a ser mía, y aunque esté derramada tendrá el propósito. Ese que debe permitirme unirnos. —¡Qué dulce es! ¡Vaya forma de declarar su amor! Se limpió las lágrimas. —No era mi intención lastimarlo. —Eso es algo que no ha hecho General. Usted no entiende que la tortura sólo implica sangre, pero no le concedo mi sufrimiento. Eligió al equivocado para compensación de una sombría invocación. Me sentía tan cansado que abría los ojos con dificultad. —Todo por ella, ¿no es así? Respiré hondo para dispar la inestabilidad y poder verla fijamente. —Da resolución desatinada al sondear a su manera en el lugar equivocado. La mano que consigue herirla no es la de ella ni la mía General. Más lágrimas brotaron de sus ojos, cayendo por sus mejillas. —Revelar los signos sagrados de su deber divino antes que exponerla, eso es todo lo que necesitaba para asegurar que Aeshak lo tome completamente. He entendido que ambos ya no somos lo que pensábamos ser. Aunque lo veo ya no es él. —Todo es así, sólo podemos ver lo que queremos ver. Le deseo suerte con eso. Aquí adentro su amigo parece perdido. —¡Pronuncie la sentencia y que los sellos se abran! —No tengo la fuerza, en cada gota que se esparce bien sabe que estoy muriendo. Se aferró a mis piernas inclinándose de rodillas. —¡No mienta! Usted no puede morir. —Todos los dioses experimentaron el sueño. ¿Por qué cree que yo sería la excepción? Lo negó con la cabeza, aproximándose más. —Invoque su deber sagrado y asuma tal forma. O prefiere que nos sometamos a la prueba. ¿Desea que descubramos que ocurre si perece? Justo en ese preciso instante comprendí lo que intentaba. Pensó que al sentir que moría, lo impediría mostrando lo que en mi se ocultaba. Cada vez que percibía mi respiración más lenta y me sentía más cansado, alrededor de ambos triángulos se mostraban las mismas formas y criaturas que había visto en aquel salón de pisos como el tapiz para jugar al ajedrez. Parecían surgir de los signos para rodearnos. Ella me miró fijamente, poniéndose de pie. Siguió llorando, pero ahora sosteniendo mi rostro con ambas manos. —Aeshak su lado consciente y humano se oprime. Atrae su identidad oscura y la fuerza que ahí se esconde. Te clamo por la sangre que él ha derramado, abre los sellos invoca al señor oscuro que en él está aunque desconoce que siempre ha sido así. Una vez más escuché resonar letra por letra el nombre de la entidad que podía asumir como Guardián. Me pareció que hacían surgir un recuerdo lejano para revelarse y mostrarse junto con ello liberarme de algún modo de donde me sentía contenido. Reventé las cadenas asumiendo el control. De modo que seguramente esa parte humana en mí se había modificado. Ella retrocedió respirando hondo. —Mientras se perdía en su propio interior, alguien quería verlo. A un extremo había alguien que parecía traspasada por flechas. Al reconocer su rostro sentí desfallecer literalmente. Veía su suave cuerpo casi desangrado, y al elevar la mano pude percibir la energía que tan sólo en ella se mueve. No respiraba, vestida de blanco con un hermoso vestido. El faldón estaba sobre un tipo de piedra de ofrecimiento con canales a donde parte de mi sangre había ido. La furia en mi interior tan sólo iba en aumento. Alexia, aunque tiene mal carácter y se deja llevar con facilidad según sus pasiones, es un ser benévolo y apacible. La niña más dulce que he conocido. —¿Qué ha hecho contra ella? —Nada que ella no permitiera. Así misma se hizo el daño que ve. Vino para decirle que no hay más compromiso entre ambos… Luego intentó. Percibía en mi interior tanta turbación e intranquilidad, casi deseaba incendiarlo todo. Provocar el fin y con ello que todo volviera al silencio. —¡Ella es mía! Parte de mí… No debió Jirel arrancármela de los brazos y usted atreverse a mentirme. Asídemes mostraba gran conmoción en su mirada, mientras la en mi interior la ira ahogaba todo cuanto hay había, incluyendo a Aeshack y sus servidores. Una vez más me sentía lejano y vacío, valiéndome de los signos convoqué un medio para ejecutar una apertura de paso. Surgieron grandes signos en cada pilastra haciendo surgir un portal. “Que los que moran en el destierro surjan” Me di media vuelta en cuanto los vi asomarse y pisar las arenas. —Sáciense en las injusticias y en aquellos que se atreven a derramar la sangre de los inocentes. Escuché la voz de Asídemes dar órdenes. Pero mi atención se enfocó en ir hacia ella. Al estar ahí me arrodillé, aproximé uno de mis dedos a la poza de sangre. No hubo duda, se trataba de ella. Me concentré en ver lo que todavía en cada chispa de su sangre podía decirme. Asídemes no había mentido, ella había venido para encontrarme y claramente la vi y decir: Asídemes vine para decírselo. Quiero terminar cualquier compromiso que no sea del debido entre él y yo. —¿Qué hizo niña malcriada? No fui capaz de tocar su piel fría, y con lo que ya había visto me negaba totalmente aceptar que ya no estaba. Veía sus cabellos revueltos con la arena y sangre esconder su rostro. Su piel parecía ya marchita, me puse de pie. Deseando matar a Jirel con mis propias manos, él se había atrevido a mucho. Ahora era mi turno. —¿Y Nigromante cómo permitió eso? Pedazo de m… Pero escuché que alguien me llamó insistentemente en mis pensamientos. “Jon, Jon…” “¿Nigromante eres tú?” “Jon… Dime que Alexia está contigo… Dime que está bien…” “No puedo responderte. Pero algo si sé, luego de Jirel iré por ti…”
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