Clamor

1930 Words
— “Dios, Padre todo poderoso. Ruego por su ayuda, no permita algo atroz en ellos o nosotros” Incluso con el dolor que sentía traspasarme, intenté moverme. No había logrado estar mucho de pie, estaba reclinada notando que la sangre que brotaba de mis heridas había empapado mis ropas. Las puntas de las flechas al igual que la jara se habían desvanecido de pronto como si el ambiente que se encerraba en ese suelo antiguo de piedra con esa forma circular, fuera denso incluso con el viento, lo sentía pesado y tibio. ¡Debí haberlo hechizado! ¡Cómo podré librarlo! Dolía cada herida, pero no en comparación al saber que todo había sido en vano de cierto modo; mis esfuerzos los suyos y los de ellos. En su poder estaban ambos, y ahora no podía intermediar. ¿Acaso por eso las criaturas divinas o superiores no se muestran? Tal vez conseguirían encantar con su belleza a unos cuantos, pero a otros podrían llevarlos a la demencia total. De pronto sentí que todo se volvió inestable, y fue como si el mismo espacio y la tierra me tragaran de una manera sin igual. Parpadeé luego de sentir que mi cuerpo entero seguía sumido. Con dificultad alcé la mirada sin poder ver claramente durante un breve instante. En cuanto todo se aclaró, vi que estaba en un amplio salón, veía la alfombra subir hasta un sitial de madera de ébano. Por un instante creí que quizá ya agonizaba y eso me hacía delirar. De pronto ante mí mi vista se ponía borrosa. En menos de un parpadeó noté que a un hombre tan alto como Jon o Nigromante mirarme con seriedad. Reconocí sus ropas, el tocado sobre su cabeza de telas oscuras y la medalla a su pecho. En cuanto sentí desplomarme ante él, su mirada cambió mostrando mortificación. A la velocidad del viento sentí sus brazos sostenerme, pronto sentí que varios también me cargaron y él se apartó, guiándolos a una recámara que parecía oculta tras un extremo de un graderío que tenía una alfombra púrpura. Me dejaron caer sobre un colchón muy ancho que tenía sus cubiertas en hermosa seda negra. Respiraba con cierta dificultad, pero incluso así, me moví para verlo fijamente. Más que las heridas me sentían profundamente desamparada y decepcionada. —Cuando lo vi por vez primera, noté la misma sabiduría que hay en sólo en los espíritus que son prudentes. Pero, soy ingenua. Sé bien que es capaz de cualquier atrocidad incluso con esa experiencia que reluce en su agradable apariencia… Me asombró notar que no mencionó palabra, sino que seriamente mantenía su mirada sobre mí. Guardó silencio. Al notar tal actitud, no dudé en moverme bruscamente para huir. Y al hacerlo noté que quienes me habían cargado parecían tan letales como los soldados dorados del Alba, pero portaban armaduras oscuras con púrpura. Se movieron velozmente hacia mí pero él lo impidió. Él se sentó a mi lado, susurró un par de palabras y ya no pude moverme más. Me paralicé. —Te he traído aquí porque fue muy claro a mis oídos el clamor que diste al mismo cielo. No pude dejarte a tu suerte, mis costumbres impiden dejarte perecer. Tienes perforadas varias partes vítales en tu cuerpo. Si sigues moviéndote no podré hacer mucho por ti… Hasta luego de escucharlo hablar, él tocó mi frente y caí de espaldas al colchón. Me di cuenta que tenía razón, algunas partes de mi cuerpo parecían sucumbir, casi inertes. Posó ambas palmas de sus manos sobre la base de mi garganta, cerró los ojos y me parecía que cantaba. Al cabo de un rato me sentí más fortalecida y el dolor se hacía más tolerable. Las apartó fijando su mirada en la mía con esa seriedad amigable. —¿Una vez viniste sin usar la puerta? —Lamento la descortesía y la insolencia Majestad. Pero… ¿Cómo se atreve a ser tan descarado? Mostró gran asombro y se puso de pie. — Si bien es cierto que Jon es a veces un poco necio, es el hombre más serio, comprometido y justo que conozco. Y si de otros asuntos hablamos no hay nadie que lo iguale en bondad, aunque sea muy formal e insigne. No merece usted ni ella a un ser como Nigromante o como él. Ahora tiene todo el sentido del mundo que seres de tal índole se mantengan ocultos, he conocido criaturas de toda clase, bestias, animales, pero nadie es tan oscuro y cruel como lo es el ser humano capaz de cualquier atrocidad inigualable por caprichos e insolencias. Y es lamentable que usted se atreva a tanto. Vi en mi mano la piedra metarosa con el anillo que Jon me había dado, salté de la cama, corriendo hacia donde había visto que él había entrado. Observé a los soldados ir hacia a mí a toda prisa con intención directa de apresarme. “Señor Baal lo invoco, le ruego venga a mí” Casi al instante sentí que me elevé en el aire. Percibí fuertes brazos sostenerme y luego un fuerte pisar y un alto: Um Am. El señor Baal una vez más estaba oculto en la armadura dorada, pero con él venía un ejército de criaturas humanoides con cabeza de serpiente que se formaban saliendo de un portal. Él descendió conmigo en brazos. —Sé bien ante quien estoy, Princesa de Halvard. —Expresó Jirel con serenidad aproximándose. — En mi empeño de imposibilitar cualquier mal, abalancé una tormenta atrayendo como nunca pensé un aluvión sobre nosotros. De mis ojos brotaban muchas lágrimas y no solté al señor Baal, aunque me ayudó a pararme y mantenía su intimidante mirada sobre él y sus soldados. —Te vi en la mente de Jon hace mucho. Y le conferí la profecía no para apresarte sino proteger. Justo cuanto ves deseaba evitar. Pero tal como has dicho, la gran mayoría no puede estar en contacto con conocimientos que requieren sabiduría, pues no todos tiene el mismo entendimiento ni las mismas intencionesPero quien quiera que desee conocer la verdad lo conseguirá, aunque no sea perfecto, cualquier parte de la naturaleza rumora todo el tiempo grandes secretos para quien observa. No estoy como crees en tu contra Princesa, sino que deseo unir fuerzas para aplacar lo que ha acontecido. No me di cuenta, o quizá no quise verlo pues en mi propia familia y entre los míos había una semilla de vileza… Pero tienes razón, la crueldad bien ejecutada y astuta es algo propio que se muestra tan sólo en la inteligencia del hombre. Me asombró mucho oírlo decir mucho. Mostró una venía y pidió a sus soldados no intervenir. Lo deduje en cuanto todos bajaron sus armas, ya que no entendí ni una sola palabra de la orden que emitió. —Tienes las reliquias procede como bien te parezca. Estás protegida por fuerzas que seguramente no imaginas el poder. Y lo hacen seguramente porque sabes del orden y te entiendes con la pureza de la intención. Manifiéstalas y válete de lo que necesites, te libro de cualquier trato. Mantuve la expresión en blanco meditando cada palabra. Completamente absorta guardaba silencio. El señor Baal se inclinó para hablarme. —Pequeña, has entendido lo que dice. Y lo que te concede.   —Honestamente aun lo estoy resolviendo. —Creo que puedes pedirle lo que desees. Alcé la vista a Jirel, comprendiendo. —Majestad, si es así le ruego que rompa cualquier pacto que obligue a que los que lo visitamos usar o valerse de… Asintió. Usó sus anillos y luego de susurrar sentí que todo tembló. Escuché que algo crujió como si la tierra misma se hubiera partido en dos mitades. —Ve y haz lo que debas, cuentas con mi apoyo. Si necesitas algo sólo di mi nombre. Justo en ese instante desapareció de nuestra vista, tanto él como los que lo acompañaban. Me volví al señor Baal. —Se lo agradezco mucho. Creo que con usted me tomó en serio. —No tienes porqué. Tus guardianes suplicaron mucho para que no te dejara sola. Además, ya te lo he dicho me agradas. Y te aseguro que no era tan necesaria mi presencia él ya tenía en mente ayudarte. Volví a sentirme muy asombrada. —Señor Baal, debo hechizar a Jon. Pero no sé cómo. Además, Asídemes me robó el talismán. Sé que Jon no es de la naturaleza de ustedes porque ha sido un hombre primero, pero… —Te equivocas pequeña, todos en algún momento hemos descendido para ascender. Tan sólo los escribientes y los diseñadores son intachables. Me entiendo con la forma de otro modo no estaría frente a ti. Tu guardián sabe mejor que nadie cómo proceder, pero es tarde si lo que quieres es evitar la apertura. Por ello, intercedió el sabio de estas tierras. Fruncí el ceño. —Eso quiere decir que… Asintió. —Pero ten en cuenta que si hay mal… —Debe haber bien. —Concluí. —Soy tan tonta. Debí invocarlo desde hace un rato… —En estos lugares no habría podido interferir, pero el Emir te protegía y lo permitió al curarte. —¡Oh, no esperaba eso! Pero le agradezco el haberme ayudado a sanar. De acuerdo, entonces ¿qué debo hacer? —¿Según tú o según yo? —Pues según sea mejor. —Lo mejor sería dejar todo este embrollo, venir conmigo y servirme en mi morada. Tendrías muy buenas experiencias conmigo… Sonreí ampliamente, riendo al escucharlo decir eso. Me pareció raro, y en cierto modo entendí que lo decía sarcásticamente. Quizá lo correcto es tan sólo lo que cada cual considera como tal. —No puedo decirte que es correcto o incorrecto, pero si quieres luchar estamos de tu lado. Asentí, pensando en volver. —Entonces acompáñeme, pero antes conceda que Jon me olvide. Le ruego que me ayude a hechizarlo. Debe ser libre en sus acciones para combatir. —¿Estás segura? —Sí, consigo limitarle. —No lo creo, le das límites. Lo cual en su caso es bueno. Pero si quieres que interfiera seguramente tendré que necesitar el auxilio de otro Regente. —Dígame quien. Le doy mi palabra que tomo las consecuencias. Si no cumplo estoy dispuesta a quedarme en su morada y servirle. —Que así sea. Necesitamos liberar al Regente del tiempo para movernos. No podría obrar sin su respaldo… —Espere. ¿Regente del tiempo? ¿Quién es? —Lo conoces muy bien y él a ti. De golpe me vino el recuerdo de un par de hermosos ojos grises.   —¿Es Nigromante? Movió la cabeza en señal de asentimiento. —Solía tener tal deber con su padre el sabio de los bosques. El augur de las montañas. Abrí los ojos a más no poder. —Pero si Nigromante es eso, porque no interfirió en… —No está en su jurisdicción hacer eso. El deber que ejecuta es… Otro. No se trata de cambiar los hechos sino de que nadie se atreva a inmutar lo que en el tiempo ya está. El balancea varias esferas con su simple existencia. Son orbes de poder entre otros lugares y este. Su respaldo ayudará a que dure en este lado y sea capaz de oscurecerse lo suficiente. Recordé que Nigromante había necesitado de Daeven la primera vez para oscurecer sus recuerdos. —Claro, entiendo. Sin embargo, señor Baal él fue capturado. —Si así fue tendremos que ir por él. —¡Vamos, se lo ruego! Me sostuvo de la cintura, estrechándome contra él antes de abrir un portal.
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