Trágico

2588 Words
Me afectó comprender que Jon había elegido cumplir, velando por su promesa de mantenernos a salvo. Tarde o temprano ese era el destino que había zanjado Jirel para el futuro de Jon. ¡Increíble de entender y aceptar que Jirel había conseguido lo que Farga intentó durante tanto tiempo! Me atribulaba de tal modo lo que ocurría que no pude evitar decirle todo tal cual sentía a Nigromante. Me ha parecido siempre en verdad mi gran confidente, y tal vez el ser más dulce y amable como también uno de los hombres más bellos que he podido conocer. Esa atracción siempre se ha mantenido, y ha conseguido la mayoría de las veces enredarme los pensamientos. ¡Cómo ignorar u olvidar el día que aceptó dejar su inmortalidad para casarse conmigo! Nigromante sigue siendo tal cual el hombre que un día conocí; acompañando a Jon en el viaje más inesperado de mi vida que en verdad cambió todo para mí. Pensar en qué posiblemente podría tomar una actitud diferente hacia mí al ser de cierto modo un guardián de Halvard, me hirió terriblemente. Y en mi angustia no pude evitar en suplicarle. Al confiar plenamente en él, resultó que me aferré a esa esperanza de ser correspondida al menos una vez y le pedí que me jurara que no aceptaría nada que fuera indicio de abandonarme por cumplir otros deberes. Estaba convencida de su solemne sí, pero guardó silencio y sus hermosos ojos grises en lugar de alegría mostraron turbación o quizá profundo afligimiento, luego de que me atreviera a besarlo. Me pareció que en verdad me hirió aún más su silencio o negación que la inesperada partida de Jon. ¿Para qué lo atormentaría como a Jon? Me aparté en seguida, tratando de disimular el terrible padecimiento que me causó su reacción ante lo que en verdad precisa que él ratificara. —No dudaré sé que siempre has estado a mi lado… Quise en verdad guardarme todo lo que sentía, pero no lo conseguí, esas lágrimas inoportunas empañaron mis ojos casi de inmediato. Intenté no verlo a los ojos, pero de pronto sentí una de sus manos apretar la mía. —Te lo he dicho y lo sostengo, siempre estaré a tu lado… Me volví a él sintiendo que tan sólo una frase suya conseguía en verdad mitigar todo cuanto me sumía en tormento. ¡Cuánto pesan las palabras! ¡Cuánto puede cambiar un simple gesto en alguien que sufre! Sonreí aliviada al notar que sus ojos detallaban esa belleza misteriosa, irradiando en su trasfondo la misma dicha que volvía a brotar dentro de mí. Daeven se aproximó al lado de Baal, habían alzado una inmensa barrera de protección, cuya fuerza dejaba surgir pequeños chispazos, tal cual ocurre en el cielo en tormenta. Se escuchaba un ruido constante que provenía de esa protección. Algo extraño ocurrió en cuanto sentí a Daeven tan cerca. Mi corazón se redujo casi de inmediato, sabía que él podía verme, pero en mi caso no conseguía nada excepto notar el extraño yelmo con careta y babera que protegía completamente su rostro. Nigromante sin soltarme de la mano se volvió a él. —Ve con ella, procura que descanse. Nosotros mantendremos guardia, le hará bien descansar según sé no hay dormido bien desde hace ya varios días. La necesitamos de vuelta, en cuanto haya descansado. Nigromante asintió. No podía ni siquiera pararme recta sin sentirme muy débil. Sus brazos fuertes me cargaron fácilmente y luego de escucharlo susurrar algo, volvimos a una de las blancas y enormes alcobas del Alba. Pero él dulcemente me dejó reposar en la cama que sobresalía al centro, bellas telas y brocados descansaban sobre la superficie. Se sentó a mi lado y la armadura que lo cubría cedió completamente, lo vi usar de nuevo su indumentaria blanca, con el cinto dorado apretando su cintura, estrecha y delineada en comparación al resto de su cuerpo fornido. Me observó fijamente, no pude evitar suspirar, acariciando los cabellos lacios que enmarcaban su bello rostro. —Te confieso que me siento toda una alimaña… Sonrió ampliamente mimando suavemente con sus dedos la mano que la tocaba. —¿Alimaña? —Sí, y tiene todo el sentido. ¿Cómo permití que accedieras a traerme? No puedo dormir en momentos como este. —Pues no es tan descabellado como opinas. J… Daeven tiene razón y descansar te ayudará. Si no fuera lo ideal te aseguro que no habría condescendido a lo que sugirió Daeven. Cuidaré de ti y velaré tu sueño, te ruego que en verdad descanses un momento, no me apartaré. Suspiré una vez más atrayendo su palma para que tocará mis mejillas. Él se aproximó más y lo permitió. —¿Me lo prometes? Asintió sonriendo. —Te lo prometo. Percibí que dulcemente besó mi frente. Mi corazón se enterneció. —De acuerdo, admito que sí me siento muy cansada. Pero antes… ¿Podrías despejar una duda que me ha surgido? —Por supuesto, dime. —Me he dado cuenta que eres un ser maravilloso y también uno con la capacidad de que muchas fuerzas asombrosas te obedezcan. ¿Qué ocurrió ese día cuando Farga invadió Halvard? No te vi acompañar a Jon como suele ser. Inclinó la mirada y noté que de pronto surgió honda zozobra en sus hermosos ojos grises. —Un Residente Eterno debe tener mucho cuidado con las palabras que usa. Especialmente eso de prometer o jurar. Hace mucho accedí a pactar mi servicio al padre de Jon, y él me hizo jurar que accedería a obedecerle. Me escondió o exilió para protegerme. —Explicó volviéndose a mí. —Entiendo. Imaginó cuanto te afectó tener que acatar lo que te pidió. Su hermoso rostro mostró afligimiento incluso cuando sonrió. —Sí, no te niego que ha sido uno de esos momentos que en verdad consiguen perturbar. Pero creo que sería mejor si ves por ti misma lo que días antes ocurrió… Tan sólo vislumbré un claro fulgor. Al extinguirse en la parte más alta de la torre que mantenía las habitaciones imperiales, reconocí a un hombre que contemplaba el atardecer. Era tan alto como Jon o Nigromante, de gran barba oscura, largas pestañas, y parecía ser un hombre fuerte bajo las hermosas ropas con briscados excelentísimos para un rey como él. Nigromante me permitió que me acercará a donde él estaba; ya que me acompañaba. En sus manos grandes y fuertes sostenía una corona, cuyos detalles me parecían sencillos, pero no por ello dejaba de ser tan hermosa en un tono dorado. Respiró hondo, inclinando la mirada y de pronto lo noté apretar los ojos. Se dio la vuelta y comprendí sin duda alguna que Jon y él tenían mucho en común, las diferencias eran mínimas; tal vez sólo la altura, la fiereza en la mirada, la barba y el color de ojos. Tan apuesto como él, pero con los ojos, aunque de la misma tonalidad, un poco más oscuros. Dejó la corona sobre una mesa que contenía varios libros abiertos, y pensativo posó ambos codos sobre la mesa. De pronto un ave grande y oscura, sobrevoló sobre la torre, e ingresó a la habitación imperial del padre de Jon. Para mi sorpresa esa ave se convirtió en una mujer, ingresando por la ventana. Tenía un peto de metal al pecho y sostenía una lanza. Estaba convencida que el Rey se asustaría, pero simplemente sonrió, aunque ese gesto detallaba una cierta incredulidad imposible de no notar. —Mis saludos, Aleksanteri— Dijo ella con una sonrisa amable. —Tu presencia en un lugar como este, me presagia malas noticias. Ella mostró una cálida sonrisa. —Has acertado, lamentablemente. Como guardián de la roca estás a tiempo y mi deber recae en decirte la verdad. Bien sabes, que la única manera de mantener el portal entre estos dos orbes es con la ayuda de un regente. El rey se irguió mostrándose muy preocupado. Suspiró antes de retomar palabra. —Ethel, entiendo lo que dices, pero estoy seguro que no lo aceptaría. Jehiel, se ha adaptado, disimulando muy bien su naturaleza con la nuestra. Desde hace mucho nos ha considerado su familia, y para mí él lo es legítimamente. Ella inclinó la vista entristecida. —Él también lo ha visto, por lo mismo no quiso mencionarte nada todavía. Sabemos lo lamentable que esto es. No quisiéremos cerrar el único camino, pero sin él no habrá… —Espera. La decisión le corresponde solamente a él, así que la única forma de saberlo es preguntándoselo. El rey tomó un cinto de oro con un relicario, dijo varias palabras inentendibles y de pronto soplándolo cerca de la gran ventana con terraza, unas chispas de luz recorrieron el viento. Casi al instante, algo tomó forma justo allí. Casi me voy de espaldas al contemplar a Nigromante. —Demandas mi presencia, Alejandro… —Nigromante, tengo la visita de Ethel. ¿Piensas que se debe a simplemente simpatía? Nigromante se volvió al lado del padre de Jon. —Hola, Príncipe del Alba. Lastimosamente, el guardián de la roca manifiesta con exactitud su cuestión. He venido a decirle lo que ya has visto. Tu protegido quiere saber por tus palabras lo que será si te quedas y pereces. Nigromante inclinó la vista, denotando una tristeza que nunca había visto en él. Al alzar la vista al rey, se mostró apesadumbrado. —Alejandro, si eso llegara a ocurrir se cerrarían los portales físicos y el tratado entre los guardianes y los regentes cesaría. Ni yo mismo sé si alguien sería enviado en substitución o no. Pero lo que sí sé es que existe un hombre en quien su naturaleza pese a ser humano tiene lo necesario para ocupar mi lugar, y estoy seguro que en mi ausencia él sería el hombre idóneo. Él rey estrechó la mirada, asomándose en el suave tono de sus ojos cierto recelo. —Si te refieres a mi hijo, lo siento, pero no lo permitiré. Él no merece tener ese peso en sus hombros. Sé que él anhela tener una familia, encontrar la felicidad en la mujer que ya ama, él ahora tiene con quien estar. Sé lo que significa vivir por tanto tiempo y no deseo que lleve sobre sí algo que lo atormente. Mejor, Nigromante dime si esto es ineludible… Nigromante lo negó con la cabeza. —Lamento decirte que Ethel, ha acertado. El presagio para el reino es fatal. No tengo permitido saber cómo y cuándo, pero sucederá. El padre de Jon respiró profundamente, le miró fijamente. —Entonces, en nombre de tu padre y el mío obedecerás Nigromante y por peso del juramento que sostienes obedecerás. Te marcharás y lo harás hoy mismo porque no es tu lucha. Nigromante se sobresaltó de inmediato. —No puedes usar su nombre para dictarme algo así. Tu autoridad es digna y bien respetada, pero no tienes idea de… Pero la mirada del Rey se ensombreció fijándose en él severamente. —Sí, la tengo. Por favor, vete. Sálvate, quizá contigo este reino pueda sobrevivir. Él se entregó para protegerme, pero mi deber es mantenerte con vida, le di mi palabra. Si en verdad nos aprecias como familia, te marcharás hoy mismo. Ve con ella. Que hasta donde tengo entendido ningún enviado, ni la propia Adamis puede moverse entre los reinos ocultos de tu conocimiento, menos en otros orbes de otras especies como la tuya. Augur se encargó de eso. —No sabes lo que me pides, Alejandro. Tengo el deber de velar por tu hijo. —Pues no tienes por qué preocuparte por él. Se casará muy pronto y entonces se irá de aquí. Junto con él enviaré a Magda, sé que Jirel no se negará a protegerlos. Si todo sale como espero, promete que en cuanto te sea posible los guiarás. Nigromante mantenía su vista en él completamente angustiado. —Ah, y aunque sé que eres alguien superior en todo esto, no está de más un consejo. No usarás, ninguna de tus habilidades, pase lo que pase, porque si lo haces ella te encontrará. Si sobrevives, te ruego que cuides de mi familia. No irá tras ellos, porque sé que a quien quiere es a mí. —Deberías, permitirme luchar contigo. —Increpó Nigromante con voz suplicante. —No. Ya te lo dije, no es tu pelea. Nigromante inhaló hondo antes de emitir vocablo. —Sé que eres un buen guerrero, pero hace mucho que ya no usas el Berserkergang. —Pero sigue en mí, Nigromante, como la sangre en mis venas. Del mismo modo en que tu padre vive en ti. Cuando te veo a los ojos, siento que lo veo a él. Si dejé atrás mi manera de lucha fue por que encontré a tu padre y con él mi destino junto a Magda, pero bien sabes que fui hecho para morir, esa es la gloria de mis ancestros. No importa en que crea, mi fe se mantiene en proteger a mi familia, del mismo modo que lo hizo mi padre y tu padre. Nací para luchar y sobre todo para morir. Ella no podrá alcanzarlos, estaré bien. Sé que Augur dejó bien protegido cada muro, cada puerta. Y ahora es mi destino encontrarme con ella. Nigromante tragó una bocanada de aire, no parecía muy complacido. Pero al volver su vista a Alejandro, mostró una tenue sonrisa. —Pues si te hayas con esa gloria, Aleksanteri, sé que tendrás el mejor de los banquetes y estarás bien acompañado en cuanto llegues a las mansiones en Asgard. Odín mismo te abrazará en el Valhala. En cuanto miré a Alejandro sonreír se me escapó un suspiro, era la misma manera en que Jon lo hacía. —No me asustes hijo de Augur, que tú padre dijo que… —No tienes idea de lo bello que será pasar por el puente Bifrost, seguramente allí te estará esperando mi padre. No importa de qué modo lo digamos, existe para todo aquel que lucha y persiste en el camino del bien, un lugar perfecto para pasar la eternidad. No lo dudes, valiente Berserker. Nigromante con lágrimas en los ojos se despidió del padre de Jon. Alejandro lo sostuvo tiernamente en un largo y cálido abrazo. En cuanto se despidieron, la mujer guío a Nigromante al balcón. Ambos esperaron un momento, y saltaron a la altura del último piso de la torre. Me volví a Nigromante, al actual Nigromante. Él veía me divertido al notar mi cara descompuesta por el desconcierto al ser testigo por fin de cómo lucía el padre de Jon, como su verdadera identidad. Sin duda, había comprendido muy bien por fin, la razón de la ausencia de Nigromante. No pude evitar aproximarme al padre de Jon y comprender también la obsesión de Farga. Él mantuvo su vista hacia el balcón mirando el cielo. De pronto la luz lo cubrió todo. Al parpadear estaba sobre la cama y Nigromante me observaba con una sonrisa. —Fue algo terrible, casi trágico. —Sí, lo fue. Hubiera deseado tanto interferir. Acaricié sus manos. —¡Quién diría que lo que Farga no pudo, Jirel lo intentaría! —Quién, Alexia. Se acomodó a mi lado y no dudé en acomodarme en sus brazos, rodearlo con ambas manos por la cintura, cerrando los ojos para intentar dormir. Creí que no lo conseguiría, pero el aroma en sus ropas era como poder distinguir un gran campo cubierto con las flores de las más preciosas fragancias. Casi al instante quedé profundamente dormida, especialmente al sentir sus manos acariciar mi cabello.
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