Tres

1248 Words
(Jon narración) Nigromante no pudo evitar que Alexia deseará acobijarse en sus brazos. Comprendía perfectamente los motivos, pero a diferencia de lo que creí Nigromante no lo disfrutó, sino que podía percibir cierta agonía en él al tener que corresponder mientras los observaba. Admito que fue gracioso hasta cierto punto, como he dicho, en lo personal no me afecta, reconozco que tal cercanía es mi culpa. Y así como Nigromante me conoce también, lo mismo ocurre conmigo sé quién es él. No pude ocuparme mucho de conversar en cuanto pude, especialmente al notar a un par de grotescos basiliscos convocados para atravesar el fuego que Daeven había conjurado. Baal quien observaba todo con estricto silencio me acompañó. Mantuvimos una escasa batalla, y al vencerlos. Baal los conjuró para que le obedecieran en vez de destruirlos. Al ser el guardián de Halvard, conozco que las montañas están ubicadas a propósito en cierta posición para atraer el auxilio de un antiguo morador que concedió su amistad a Augur y a mi padre. No siempre fue claro para mí, pero desde que Nigromante me había iniciado en sus mismos conocimientos; lo cual fue todo un curso intenso no hace mucho, conseguí desentrañar más asuntos al respecto de mis deberes, también hacía su efecto haberme convertido en un Regente. Volví ante ellos, Alexia ya había despertado. Pero, su cuerpo estaba resentido, muy cansado para seguir en pie. Y no podíamos arriesgarnos a dejarla lejos, por lo que sugerí a Nigromante que la llevará a descansar, y por supuesto que la custodiará; también que no le permitiera estar sola ni un solo instante. Baal recostó la espalda sobre la corteza de un ancho cipariso. Mientras tanto convocaba una protección alrededor, él había enviado a ese par de criaturas del otro lado resguardando la barrera que había conjurado por medio de lo que a Daeven le obedecía, es decir fuerzas caóticas que él puede manifestar. Escuchaba sus estridentes gruñidos del otro lado de la barrera. —No podrán derribar lo que has invocado, mantiene peticiones de tres Regentes. Debo volver, pero si necesitas que vuelva dile a la Princesa que me invoque. Asentí. Al instante se volvió un torbellino de arena y desapareció. Seguramente para restaurar energía necesitaba volver a su reino. También convoqué un traslado valiéndome de la piedra metarosa que Alexia tenía en el dedo corazón. Pronto me di cuenta que el traslado me permitió llegar a una de las habitaciones del Alba. El castillo no negó mi ingreso al ser también parte de los guardianes conjurados. Ella dormía ya. Nigromante la acurrucaba. En cuanto me vio aparecer sonrió. —Córrete. —Pedí, mientras la armadura en la parte de la cabeza cedía. —Eso tuvo una acotación muy rara. Es mejor que te acomodes del otro lado, hay espacio para tres. Sonreí, accediendo a lo que me sugirió. Por lo que ella quedó al centro, Nigromante a un lado y yo al otro respectivamente. Una vez más tuvo que hechizar a Alexia para que no escuchará nada y por ende despertara. Suspiré un par de veces al notar que ella se movía y casi instintivamente abrazaba con fuerza a Nigromante. Al estar con el rostro apoyado sobre parte del pecho de él, seguramente su piel recibía calor, por lo que sus mejillas estaban sonrojadas. Dormía profundamente. —Suena más raro cuando dices tres… Rompió a reír. —A mi parecer ese número es perfecto. —Puede que tengas razón. —Es adorable. ¿No lo crees? —Dijo mirándola de nuevo. —Desde luego Nigromante. Lo más adorable y bello que he conocido. No pude evitar que ante mi constante manera de verla la armadura cediera completamente. Abajo tenía la ropa que Daeven solía usar. Un traje oscuro totalmente. Estar tan cerca, pero tan lejos inevitablemente me hizo suspirar y profundamente. —Nunca en mi vida me sentí tan al borde de consentir una tentación. No tiene quizá ella idea de cuánto deseo que se hagan realidad sus sueños. Nigromante sonrió ampliamente. —Se nota. Pareces excitado… Solté una carcajada. —¡Rayos! No comprendo cómo eres siempre tan sutil, Nigromante. Mostró un gesto divertido. —Te ayudo. Sabes, tengo que admitir que algo raro pasa y comprendo cada vez mejor todo aquello que solías decir. Consentir cierta cercanía se vuelve tan peligroso como tentador. Asentí, volviendo a fijar mi atención en ella. Cambió de posición la escuché mencionar mi nombre. —Me hace sentir también muy extraño eso de que me debes un beso y ya sabes, estamos los tres en la misma cama. Sonreí de nuevo inevitablemente. —Eres un depravado, no me queda duda. No me estás ayudando, le echas sal a la herida. ¡Qué alcance de perversidad tienes! Pero tengo que admitir que tienes razón… Rompió a reír de nuevo aventándome un almohadón a la cara. Como él no pude evitar también reír a carcajadas. —Entre tú y yo no caben los secretos Jon, y sé que te conmueven las mismas ideas, aunque no incluyan tus fantasías a más de dos. Tragué una bocanada de aire. ¡Cuánta razón! Al cabo de un rato, ambos suspirábamos fijos en ella, por mi parte muy tentado a inmiscuirme en sus sueños. Y Nigromante atesorándola sin apartar sus ojos de ella. Se volvió indomable, casi incontrolable lo que se alzó en mi pecho en cuanto ella se movió y sus manos se aferraron con fuerza a mi cintura, tal vez equivocándome con Nigromante. Sus labios se aproximaron a mi torso y plantó un beso con dulzura. Pese a que sus labios no tocaron mi piel tal gesto me erizó. —Esto no es bueno para ninguno de los tres, Nigromante. Alguno terminará muerto y el resto en el abismo de la locura por el resto de la eternidad. Nigromante volvió a reír muy divertido. —Eres tan trágico Jon. Prefiero la opción donde los tres disfrutamos y encontramos la manera de subsistir con lo que se puede tener. Yo ya acepté mi parte en esto… Se movió aproximándose a los dos, intentó alcanzar mis manos. Aunque no me pude mover mucho intenté impedirlo. Pero se volvió un gato gigante que de un salto llegó a mi lado acurrucándose, movía las patas ensartándome las uñas. En cuanto empezó a ronronear pasándose sobre mis piernas de una patada lo aventé. Pero reía poniéndose de pie mostrándose tal cual desde del otro lado de la cama. Sobándose la espalda. —¡Jon que fue eso tan rígido que ocultas por ahí! —Imbécil es una daga. —Admití levantado la prenda que cubría parte de la cintura y torso. Entonces se evidenció la funda de la daga por debajo de mi cintura sobre una pierna. Se rascó la cabeza. —Ya decía yo. ¿Cómo te llegó el pie, así como la masa para alcanzarme? Sonreí. —No lo sé tal vez tengo la misión de ser menos pervertido que tú. No estoy al parecer tan excitado como pensabas si tengo extremidades de masa … —Siempre eres tan gracioso y creativo. Ya verás que tenía razón con respecto a tu estimulada hombría. Disfrutaré lo mucho que te quejarás en breve. Fruncí el ceño, desconcertado. Justo cuando dijo eso, percibí la fuerza del Talismán invocarme. Alexia volvía al reino de los sueños y no me perdería por nada presentarme. Nigromante tenía razón tal vez si me quejaría un poco, de algún modo seguíamos siendo tres y ahora en la misma cama.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD