Verdad

1955 Words
(Jon narración) Asídemes pidió a sus escoltas dejarnos a solas. Ellos obedecieron al instante. En cuanto los vio cruzar el umbral se volvió a mi posando desconfiadamente una mano en el pomo de su espada. Percibía cierto sigilo en su mirada, también cierto temor alzarse lo cual me produjo cierta complacencia, tal sentimiento siempre concede poder. No se aproximó tanto, pero rodeó una de las pilastras para estar más cerca. —No conseguí encubrir lo suficiente mi cometido. Le concedo el beneficio de la victoria al haber acertado prodigiosamente. No tenía idea de que el infierno no es un lugar sino un hermoso orbe de pensamiento y energías creadas por el mismo humano al no comprender el tormento, el mal, la oscuridad y las criaturas que la habitan. Sonreí ampliamente. —Excelente deducción, General. Va mejorando con su sinceridad. Ella respiró hondo acariciando la roca que conformaba una de las pilastras ante mí. —Cuando pisé Halvard supe dos cosas. Una, fue comprender que en verdad las tierras y sus bosques mantienen un rango de vida muy similar a este templo. Dos, si la vida en tal magnitud era un asunto real, imposible no asimilar que criaturas asombrosas también podían habitarlo. En conclusión, el antiguo y singular guardián no era un invento, Halvard contaba con sus vigilantes. Y las leyendas esparcidas simplemente tomaban forma. —¿Qué tiene que ver en sus deducciones la carlanca que buscaba con los Licántropos? Mostró una ancha sonrisa. —Los cambia formas no son siempre hostiles, pero como criaturas de la oscuridad son impredecibles. Ese collar concede que en específico los licántropos no puedan atacar, sabía que eso me ayudaría si estaban de parte del guardián de la Roca. M visita no sólo recaía en la diplomacia sino en conocer a la reina heredera y el tratado. Pero uno en específico tuvo el ímpetu suficiente que en mi viaje intentara atacarme. No consiguió lo que pretendía entonces al perdonarle la vida hicimos un acuerdo. No contaba con que esas mujeres guerreras tenían tratos con otro líder. La conclusión usted la conoce mejor que yo, pues frustró exitosamente los intentos míos como los de Ashraf el líder de la manada del Este. —¿Conocía la profecía que Jirel me había dado? —Desde luego, soy una de las partes indispensables en sus decisiones. Uno de mis deberes es conocer muy bien a los aliados de mi padre, sin embargo, de usted conocía tan sólo lo que hay escrito en los anales del tiempo en la “Gran Madriguera”. En algún momento al consultar los sabios dijeron que el Príncipe de Halvard seguía de pie, pero sin pertenecer del todo a los vivos. También conocía un poco al respecto de su consejero, habladurías de ser un excelente hechicero y conocedor de grandes sabidurías. Pero bien se dice que la realidad supera cualquier ficción. También al tratarlo supe que grandes energías y gran poder lo revestía como pocas veces se permite. ¿Cómo no sentir esa feroz atracción a una criatura humana con la habilidad de poder atraer el mismo infierno a la tierra? Pero, no hubo hostilidad sino excelentes modales y refinamiento. Lo cual me llevó a corroborar los recuerdos que tenía de usted. Especialmente en cuanto volví a ver sus ojos, en mis sueños no podía distinguirlos con esa fuerza y profundidad que los caracteriza. La heredera, es decir la Princesa de Halvard a diferencia de usted y de Nigromante, se mostró hostil y reacia. Además, me pareció al conocerla que tenía afinidades en asuntos que son tratados tan sólo únicamente por los que saben de la sabiduría oculta. Entre adeptos nos conocemos. Tuvo todo el sentido cuando llegó a interrumpir la boda con Nigromante, un ser que en verdad con astucia puede encubrir también su naturaleza prodigiosa y sobrenatural, lo defendió como lo haría tan sólo una mujer que conoce lo que usted y yo. El resto fue simple cuestión de analizarlo. Entre todo eso, no he llegado a asimilar por qué fue capaz de rehuirle al deber. ¿Qué podría orillarlo a incumplir? Apartó la mano que tocaba la lisa superficie de la columna, volviéndose a mí. —No he optado por esconderme de lo que debo enfrentar, tal vez mal entendió algo. Pero, en la mayoría de lo que ha dicho es correcto, excepto por algo. Nunca transgredí el pacto que sostengo con los herederos al trono. Rio divertida. —No parece cierto. Creo que, entre varias, pasó por alto que su protegida sigue estando casada, ¿o me equivoco? —Supuso que al aceptar comprometerme con ella y frecuentarla como tal, había permitido algo más entre ambos. Pero se equivoca General, bien sé que unirnos es imposible. Nuestra simpatía es mutua y si deseábamos algo más personal y privado ambos esperaríamos lo que es inevitable en el transcurso de la existencia mortal y con ello cedería mi deber. En qué parte hay trasgresión, explíqueme. ¿O que entendió para llegar esto? Mantuvo su vista fija en mí sin apartar la mano que estaba sobre la empuñadura de su espada. —Es muy astuto su argumento. Pero, falta mucho para que sea tan íntegro como lo supone. Esa fatua pasión que ha reconocido, le corrompió de alguna manera atreviéndose con ello a disimular. Hace mucho aceptó una profecía, ¿porqué cambia tanto el sentido de cumplirla? ¿Procedería del mismo modo si ella estuviera aún con su esposo? —Todo cuanto la implique tendría el mismo fin que no le quede duda. Bien sé que si Jirel hubiese sido tal cual recuerdo, no habría supuesto nada, sino me habría confrontado. Pero ha estado en todo momento orientado por lo que usted le determina. Creo que en el fondo de todo no somos ambos tan indiferentes a las Princesas herederas. —¿Qué tiene que decir sobre el fuego que se niega a escucharme? ¿Qué efectuó para que eso ocurriera? ¿Qué se esconde en su bonita figura de hombre, Príncipe? “Apertura” Susurré moviendo los dedos correctos para formar el signo a la altura de mi pecho. Mis heridas sanaron casi al instante. —Tiene razón en suponer que tengo que ver, porque así es. Significo para Halvard un guardián... Las energías se manifestaron en mí concediéndome la apariencia de quien había visto reflejarme en el espejo de aquel salón. Lo entendí al notar en sus ojos profundo asombro. —¿Qué es eso que se manifiesta en usted? —Un deber. Parpadeó un par de veces, veía su respiración alterada su pecho se movía de arriba abajo con fuerza. —No me niego a usted por simple capricho. Pero no quiere verlo así. —Me gustaría creerle. No obstante, al menos ahora mi cometido se ha cumplido. Se que puede ver la distancia irremediable que hay eternamente entre ella y usted. Porque ha reconocido quien es. Alexia de Halvard debía estar aquí, porque de cierto modo pertenece. ¿Quién más podría obligarlo a revelarse? Sostiene esto culpándonos de enredarlo todo cuando en realidad el único que quebranta todo por capricho es usted. Dese cuenta de lo peligrosa que es esa niña, si lo deseará a cuantos seres incorruptos sometería. En la pequeña lista, ya está incluido usted y Nigromante. ¿Cómo permitiríamos eso? Espero que no haya olvidado que también somos guardianes y protegemos de algún modo la integridad en el orden. La profecía no pedía arrebatarla de su lado sino protegerla en estas sagradas tierras. ¿En qué momento usted cambió la verdad por su verdad? —A cambio de que confunde todo. Apresarme a fuerzas para someterme. ¿No es eso acaso esclavitud? Sonrió para luego desenfundar su espada. —Le he dado en todo momento opciones para elegir. Entre ellas que se volviera mi verdugo, pero su hombría y su honor se interpusieron. Soy digna de ser su emperatriz y lo sabe. ¿Quién se atrevería a importunarnos? Se movió velozmente la hoja afilada al esgrimir la espada, retrocedí, pero todavía alcanzó parte de mi pecho. Me di cuenta que la espada se volvió más larga y ancha, parecía absorber la sangre y con ello aumentar su fuerza. —No vuelva hacer eso. —Conminé con seriedad tomando distancia y sin perderla de vista. Sostuvo la espada con más ímpetu sonriendo. —¿Hacer qué? ¿Acaso provoco su ira? ¿Tengo el poder de atraer a ese inclemente guerrero en mi contra? Una vez más se aproximó atacando con fiereza, a diferencia de la vez anterior evité que me hiriera. No puedo negar que me asombró notar que ella también pudo cambiar su traje por una armadura, su cabello quedó sostenido en una coleta mientras la espada le concedía mayor fuerza y habilidad. —Tengo mis trucos también, Príncipe. —No vuelva a llamarme así. Ya no pertenezco a la realeza, no olvide que he muerto un par de veces. Giró el cuello antes de volver a emprender una carrerilla. Al verla ir con inclemencia, no me moví la esperé convocando mi espada. Ésta no se negó a llegar a mis manos, bloqué su ataque chocando ambas espadas con fuerza. Hacía fuerza para empujarme, mientras impedía que lo consiguiera. —Ningún muerto tiene su fuerza y su resistencia. ¿Quiere terminar con esto? Pelee y demuestre que es sencillo erradicarme. Nos veíamos fijamente. No permitiría que consiguiera atacarme pues seguíamos en fuerzas opuestas chocando las espadas. —Sé bien lo que quiere. Pero, la experiencia me ha enseñado que las provocaciones son intentos frustrados de quien teme perder. Se apartó tan sólo para usar una pequeña botella que al descorcharla vertió parte del contenido sobre la espada. Resurgió un refulgir rojizo en la espada y también en ella. Volvió a atacar luego de volver a guardar la diminuta botella. El acometiendo tuvo mayor brío y fuerza que la anterior vez. Tuve que intercambiar movimientos con ella evitando que me hiriera, ya que la sangre le concedía algún tipo de poder. —¡Me insulta con esa pusilánime manera de sostener batalla! ¡Increíble que su Princesa pueda dar un combate más digno! Estoy segura que no tarda en llegar para confrontarme. Fruncí el ceño, olvidando esa parte. Tenía razón si Alexia tenía la oportunidad sin duda alcanzaría el ingreso. —Elija quien será el verdugo: Usted o yo. Con fuerza pegó hacia una de las pilastras, la cual se desmoronó en seguida ante el derribo. Casi consigue que parte del gigante poste me cayera sobre la cabeza. Impedí de un salto que acertara. Sostuve mi espada de nuevo. —¿Quiere destruir el templo o a mí? —Esto ya es muy aburrido. Que caiga cualquiera de ambos, igual usted sostiene que ya no está vivo. ¿Cómo asesinaría a quien ya está muerto? Sonreí ampliamente. —Otro punto a su favor. Sonrió también. —Para ser un señor de oscuridad es lamentable que no sostenga el mismo furor. —No cualquiera consigue provocarme, General. —No soy cualquiera, Guardián. Soy su prometida. No tiene idea de qué se siente estar medio viva, deseando la muerte, pero siendo al mismo tiempo muy cobarde para terminar con el suplicio de ser y no ser. Así que hoy quiero descubrir esos campos elíseos, le haría un bien eterno a un alma y paz a su reino. Muestre el caos que puede destruir no le temo a la muerte. —Hay peores destinos que la muerte. El fin sólo es un nuevo comienzo. —¿Lo mismo le dirá a su Princesa cuando le llegue el momento de envejecer y morir? ¿La dejará partir? Suspiré envainando mi espada. ¡Había conseguido exitosamente ponerme de malas como solo Nigromante puede!
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