Olvido

1694 Words
El señor Baal accedió a llevar el mensaje no tardó mucho para que ante nosotros él propio Jirel se presentara. Tal como sospechaba poco sabía de lo que Asídemes había tramado. Sostuvo una conversación escasa con Nigromante, dándonos su palabra de que no volvería alzar guerra si a cambio Jon seguía cautivo. En cuanto se marchó los Briares me permitieron aproximarme de nuevo a él. —Creo que Jon no puede estar ahí. Lo viste ni él sabe lo que ocurre, ni quien le ha desobedecido. —Tienes razón, Alexia. Pero no te confíes, en Jirel no se puede subestimar ni un solo gesto. Estoy convencido que si vino es porque ya tenía también ciertos avisos al respecto y sospechas de lo que le expliqué. Además, no podemos ingresar a fuerzas, ni trasgredir el modo de pasar para ir a Jon. Por ahora, lo justo es aguardar. Es posible que Daeven vuelva en cualquier momento, él es el único que puede comunicarse con Jon. —Nigromante, he reconsiderado muchas cosas. Se volvió a mí su mirada expresaba cierto desconcierto. —¿A qué cosas te refieres? Respiré hondo antes de retomar palabras. —En poco tiempo he descubierto mucho más de lo que creí que podría saber. Aunque debió ser evidente para mí no fui capaz de comprenderlo. Siempre he necesitado de situaciones complicadas para poder entender. Sé lo del pacto, ese que se ejecuta con los herederos al trono. Nigromante no es debida mi cercanía con él, al menos del modo en el que siempre insistí. Él fue muy sincero e íntegro con sus acciones. Me siento muy culpable. —Pero, no entiendo de qué te sentirías culpable. —De atraerlo a mí. De alguna forma me empeñé en tenerlo, de querer pertenecerle para poder poseer algo que iba más allá de mi comprensión. Sonrió, y noté en ese gesto profunda diversión. —Creo que voy comprendiendo. ¿Crees que lo pervertiste? Asentí, mientras apenada seguía observando sus hermosos ojos grises. —¡Qué cosas dices! Jon no es ningún joven en pubertad. Es un hombre fuerte y un espíritu conocedor del bien y el mal según lo que ha ido experimentado. Las pasiones del algún modo tenían que hacer su juicio en él, pero de lo que él siente, o lo que consciente créeme no es algo que ni tú ni yo podríamos forzar. Lo que se mueve en él, ya sea un pensamiento o un sentimiento es responsabilidad solamente que recae en él. Es cierto que tu cercanía le atrajo ciertos deberes, sin embargo, él te aventaja en muchos años de experiencia así que no puedes culparte de algo que tu mente crea. La realidad es muy diferente te lo aseguro. Me sentí un poco asombrada con lo que dijo. —Entonces, no influí en… Lo negó con la cabeza. —Lo dudo mucho. Creo que entre ustedes la atracción siempre fue. Jon no lo admitirá, pero te aseguro que ha sido así. Al menos eso fue lo que vi el día que te conocí. Sonreí tímidamente. —Tus palabras siempre son un tesoro para mí. —Gracias Alexia, pero sólo te cuento lo que es. —Sabes, entre todo cuanto ahora he podido observar, he visto de nuevo ramilletes de rosas rojas destilando sangre. También pude volver a mirar a Farga queriendo salir de ese abismo. Frunció el ceño, mostrando gran incomodidad y luego una vez desconcierto. —¿A Farga? Asentí de inmediato. —Sí, creo que algo tiene que ver Asídemes con eso. Sé que Jon es un guerrero muy competente, pero no parece la idea que esté solo con ella. Debo admitir que es una mujer muy hábil y cuidadosamente ha podido atraer lo que otros tan sólo han imaginado. Inclinó la mirada muy pensativo. No pude quedarme observando tal turbación en su bello rostro. Acaricié sus mejillas hasta entonces sonrió. —Si logramos sobrepasar este nuevo fin, espero que te decidas por alguno. Porque de no hacerlo volveremos a ser tres en tu cama. —Admitió mostrándose muy seductor al decirlo. Me asombró de sobremanera escucharlo hablar así. —¿Tres? ¿Cuándo? Se echó a reír. —Jon va reclamar. Pero, el dulce felino que estaba en tu cama era sólo la apariencia en la que Jon se escondía cuando fuiste a la alcoba del castillo a dormir. Sentí mi corazón casi saltar. También reí, pero confieso que saberlo se sintió muy bien. —Creo que, sin duda, tendremos que ser de nuevo los tres. De nuevo se manifestó algo en el ambiente, cambiando mi percepción del sonido. Al volver noté que Daeven tomaban forma luego de atravesar un portal tan oscuro como el que Jirel había cruzado. —Mis saludos, espero no interrumpir. Nigromante se volvió a él con una sonrisa. —Desde luego que no. Te saludo, Daeven. ¿Cómo estás? —Restaurado. Esa mujer es toda una sorpresa. Terrible como para estar en el inframundo. Atormentaría sin problema a cualquier alma errante. Nigromante volvió reír. —Creo que tienes razón. ¿Sabes algo de Jon? —Justamente acabo de recibir un mensaje. —¿Qué te dijo? —Pregunté impaciente, interfiriendo en su conversación. —Disculpa que… Hasta entonces noté que lo que lo cubría por el rostro y cabeza se esfumó como el humo. Noté su cabello rubio, su piel blanca, sus ojos dorados como una media sonrisa en sus labios. —No te disculpes. Gabriel tiene razón, eres especial. Pocas mujeres seguirían dispuestas a pisar partes de los páramos con tal de persistir por una pasión que divide tu sentir en dos partes iguales. Tu guardián ha avisado que ha vuelto al templo de la ciudad fantasma. Fruncí el ceño sin comprender. Nigromante se volvió a mí al notarme tan embrollada con las palabras de Daeven. —Es un lugar de varios que están en jurisdicción de las tierras ocultas de Jirel. Antiguamente servía como morada y portal para seres de la categoría del morador del Palacio de Cristal. Ya luego te podré contar sobre esas formas de vida, por ahora lo importante es que estando ahí podremos saber que ocurre. Asentí, meditando cada palabra. —¿Qué esperas Nigromante? Hazle saber que ya te lo he dicho. Cuando me lo avisó supe que le urgía que lo supieras. Al instante Nigromante cerró los ojos. Acaricié el talismán con los dedos suavemente deseando que me dijera que todo cuanto había podido observar por medio de las visiones sólo eran producto de estar tan cerca de criaturas sobrenaturales. Daeven se había cruzado de brazos, observando con verdadera atención lo que mis dedos tocaban. —Princesa, ¿tienes idea de que es Gabriel? —Preguntó Daeven con seriedad. Me volví a él fijándome en sus ojos dorados. —Lo conocí como un hombre fuerte y un guerrero honorable. Pero como ser sobrenatural sé poco, pero eso poco me ayudado a entender mucho. —Eres valiente, Princesa como para por voluntad tomar este camino. Gabriel te estima más allá de lo que podríamos comparar o explicar alguno de nosotros. En el residen grandes fuerzas, tanto de procedencia caótica y oscura como magnánimas y de gran luz. Él puede tomar lo que deseé de ambos lados y atraer orden como justicia. Pero si no lo desea así, también encantar puertas de orbes ocultos que al abrirlas las peores criaturas de pesadilla se moverían a tu mundo. Tú significas algo que complementa perfectamente la calidad de uno y el otro lado, tanto en él como en Nigromante. Si te puedo dar una sugerencia, cuida lo que eres. La pasión puede esperar. Asume el deber, tal como ellos lo han hecho. Tal vez si asumes lo que es puedas perseguir el camino más perfecto para ti y lo que tu juventud pide. Sonreí tímidamente asintiendo. —Además lo que sientes por ambos es sincero, no me queda duda. No tienes mancha, ni culpa, ni pena. Sigue estando entre los dos, ambos contigo pueden ser más. Y quizá uno que otro que los observe salga beneficiado también. A su lado tomó forma Baal, al estar consistentemente su mirada reflejó complacencia y asintió.   Nigromante abrió los ojos pero mostró gran aturdimiento. Y eso me provocó gran turbación inmediatamente. —Nigromante, ¿qué ves? —Tenías razón, como bien ha sugerido como siempre tus visiones. Debemos interferir. Me tomó de la mano aproximándose a Daeven y Baal. —Daeven concede la apertura de un portal cuanto antes hacia el templo. Él asintió volviendo la protección oscura para cubrir su cabeza y rostro. Baal también tomó una armadura dorada escondiéndose su forma en la apariencia de un hombre fornido y fuerte con protecciones doradas. Nigromante se aproximó a mí y posó ambas manos sobre mi cabeza. —Ak rhep sein op. Al instante fue cubierta por una armadura dorada. Sentía mi cabello en una alta coleta, noté el arco y las flechas como las dos cortas espadas envainadas a mi cintura. —Con la energía del templo que Jon puede atraer, y nosotros dándole estabilidad podremos cruzarla los tres. Pero en cuanto Daeven dibujó los sellos en la arena, el portal se abrió. Miré el salón amplio de arquitectura desconocida, pero sin duda parecía mística como antigua. Dos leones con cabeza de humano se dibujaron en la piedra. Al intentarlo pasar Daeven no lo consiguió. “Gabriel accede a dejarme pasar” —Pidió Daeven, su voz resonó en derredor tan grave y potente como la de Baal. No hubo respuesta, pero ambas criaturas hablaron. “¿Quién pide el paso” “El Regente del Palacio Ensombrecido” “Los Regentes pueden pasar, pero la de conformación humana no puede. Así lo ha establecido quien mora en el templo” Eso me asombró mucho. Pero me volví a Nigromante. —Deben ir. Nigromante mostró gran pesar en su mirada. —No tienes nada que temer, estaré bien. —Espero que me perdones, pero tal vez sea lo mejor para él como para ti. Prometo que cuando despiertes gran parte de esta pesadilla habrá cesado. Besó mis labios y justamente luego de sentirlo todo se volvió oscuro a mi alrededor. 
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