¿Sangre?

1242 Words
(Jon narración) Mantuvo en sus labios esa misma sonrisa que hacía relumbrar profunda satisfacción. —No le creo el cuento que en usted radica el deber tan sólo de ser un buen guardián. Creo que ya lo notó, también lo soy. Pero si bien pertenezco aquí, este recinto no me reconoce como suele ocurrir con usted cada vez que lo pisa. Mantuve mi atención en ella, observando en su cuello en forma de cadena un colmillo de algún animal que desprendía el mismo tono escarlata que brillaba en su espada. —La verdad no es tan simple ni se explican muchos asuntos con palabras y si las hay raras veces se pueden comprender. Puede imaginar lo que mejor se ajuste a su manera de comprensión. Me incliné en el suelo, ella una vez más tomaba arrojo para atacarme. Al posar la mano sobre la superficie fría del suelo el templo irradió bajo mis pies varios signos, los cuales puede comprender y luego pronunciar cada nombre, mencioné mi petición: “Enciérrenla en el corazón de este recinto” Me moví de prisa retrocediendo, ella al notar el suelo inestable corrió. Cada losa y bloque de granito se movían; algunos elevándose, mientras tanto ella seguía saltando hábilmente con intención de alcanzarme. —¡Sabía que intentaría eso! Aeshak despierta te ofrezco la sangre del guardián incorrupto de Harvard. Escuché el mismo zumbido que resurge cuando se mueve un látigo, pero a una escala mayor. La cubrió una esfera de energía escarlata, mientras veía sobre caer dagas en forma de vidrio rojizo. Cambié de apariencia tomando la misma consistencia de la niebla para resurgir en diferentes puntos del suelo y así evitar alguna herida grave. El templo seguía atendiendo mi orden, por lo que no tuvo mucho tiempo para seguir en pie. Antes de ser ocultada por cada bloque de piedra de granito en lo hondo, percibí una enorme mano con zarpas afiladas tal cual una garra apretarme el cuello. Fue tal la manera que dimos con fuerza hacia el suelo recién estructurado que varios bloques se hundieron obligándome a traspasarlo e impactar hacia la siguiente planta que estaba por debajo una y otra vez hasta que alcanzamos el primer embaldosado, cerca del ingreso. Al no poder soltarme, ya que la fuerza que él ejercía en mí parecía descomunal, usé los anillos para llamar a Neil. Él tomo mi lugar fácilmente permitiéndome liberarme, pude retomar forma al lado de quien sostenía a Neil por el cuello, pero duró brevemente ya que al no tener cuerpo tan consistente mi compañero se volvió también una humarada oscura que no pudo asir. Se plantó a mi lado, mientras observaba a la criatura que se volvía a enderezar para ir sobre mí. Tenía la apariencia de un hombre con ojos felinos, su cuerpo poseía escamas de color oscuro con dorado, con una altura de tal vez tres veces la mía, sobresalían un par de alas rojizas tal cual un murciélago y grandes garras al final de sus manos con el rostro humanoide sin nariz. Fijó su atención en mí con seriedad. —¿Otro que se hace llamar caballero? Desenvainé mi espada. —Te equivocas. No soy eso. Ensanchó sus pupilas al aproximarse. —¿Complejo de dios? No importa, hormiguita tu presencia me concedió venir a este lugar. Cuantos siglos de desear carne en mi total encierro. Ella me ha liberado y te necesito. Tu sangre es el pacto. Estiró los brazos, luego los hombros. —¿Qué eres? Soltó una risita. —Somos lo mismo, guardián. No puede haber bien sin el mal. Partes del mismo caos, pero de diferente extremo. Un golpe al suelo hizo al templo entero temblar. El suelo se rasgó antes de mirar su enorme figura aproximarse a una velocidad impredecible. Sólo percibí un fuerte golpe al pecho antes de dar contra uno de los muros, cuya firme roca se fracturó. Rápidamente intentó capturarme, pero se lo impedí rasgando la extremidad que lo intentó al poder sujetar mi espada. —Déjame entrar para que conozcas que no miento. Me ofrecieron tu sangre… Antes de clamar mi armadura, noté que de la resquebradura resurgía el mismo fulgor escarlata, no tardó mucho para que viera a Asídemes salir. —Hicimos un trato, Aeshak. Su sangre tuya, su cuerpo mío. Tómalo y entrégame lo que protege y encubre. —Asídemes, no se juega con poderes que van más allá de su comprensión. No todo escrito revela la verdad ni todo espíritu antiguo es leal. Lo que busca son claves que no pueden manipularse… Neil y yo tomamos pose de defensa dispuestos a retomar combate. —Ya veremos. Me interesa su Princesa, pero no más de lo que me atañe tener su cuerpo y su mente. La criatura arrojó una bocanada de aire caliente, por lo que tuve que una vez cambiar de forma. Mientras Neil y yo combatíamos miré el fuego moverse llamando el lugar y luego invocándome. No concedí el ingreso. Pero Asídemes lo había notado. Lanzó una lluvia de esas dagas hacia mí, una vez más las evadí, pero descuidé que justo en ese momento las garras de la criatura se movieron velozmente consiguiendo aferrarse a mi garganta. De nuevo no pude moverme mientras Neil combatía con Asídemes. —Tu sangre admite tu deshonor. Si no cedes tu cuerpo, destruiré la forma humana que conservas. Conseguí tocar el muro con una de las manos. “No concedo el ingreso a ninguna criatura humana, tan sólo aquellas que puedan entender la vida en este lugar y como yo puedan escucharla para que sea manifestada” Del suelo resurgieron dos chispas que tomaron formas de diferentes animales dispuestas a proteger cualquier forma de ingreso. La criatura frente a mí observó hacia los muros para luego atraer el fuego sin que éste le obedeciera. Clamé la armadura a tiempo, encajándole el espada justo al pecho para poder soltarme. Al estar en píe, me di cuenta que Neil batallaba exitosamente contra Asídemes. Se mantuvo encorvado mientras veía sangre empapar el suelo. Estiró las alas y emprendió vuelo hasta alcanzar una de las velas encendidas al tocar el fuego, la flama lo cubrió y la herida se selló. —¡Lo he conseguido! —Exclamó una voz femenina. Me volví notando que Neil le había encajado la espada. Al derramarse la sangre sobre el suelo, lo atraje devolviéndolo al anillo. Una vez más se abalanzó sobre mí Aeshak, dimos contra el muro resquebrajado el cual no soportó el impacto de ambos. Di contra las arenas del otro lado del muro, al pie de la edificación, al instante la armadura se esfumó y mi espada también. El pacto de ingreso se validaba al no pisar el templo. Una vez más me miró con ferocidad. —Seremos uno, guardián. Si dominas el fuego estás jodido. Asídemes atrajo una de las velas mientras se sostenía el abdomen cubierto de sangre. Él atrajo la llama tragándosela. Al instante noté que escupía una llamarada para cubrirme. Sentí el fuego tocarme, pero no lastimarme. Mientras evitaba que el fuego me consumiera una vez más sentí algo cortarme en diferentes partes del cuerpo, perdí la vista de pronto. Me estremecí un par de veces, perdiendo el control de mis sentidos. A toda costa evitaba que él pudiera ingresar en mí. Sentí las manos de ella tocar mi frente. —Sí, él lo sabe. Veo las formas, él puede. Camina como pocos entre las sombras. Llévalo ahí.
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