En plétora

1662 Words
El eterno dilema, la innegable refriega sin fin: El bien y el mal. Parece una sombría broma que alguien calumnia de cierta, hasta que por sí mismo se confirma que no hay menoscabo en tal declaración; que de broma tiene tal vez sólo el tinte, pero eso sería para el más entusiasta. Asídemes había descubierto que la naturaleza de dos seres sobrenaturales resquebrajaba el sigilo, también un pacto, no podía ser permitido incluso si ella no deseará con vehemencia atraer a Jonah de Halvard, él había faltado indecorosamente al tratado y Nigromante lo consentía. Pero de los ultrajes que de los que podían acusarle lo que más le sorprendía era saber que el Rey había cedido también a dar su consentimiento, porque su hija en todo caso seguía legítimamente casada. Jon había pactado con el lema de juramento mantener su nombre en las sombras, también su rostro y sus deberes. Del mismo tratado también era parte Nigromante, pero en sus muchas pesquisas al visitar Halvard se había enterado que ambos habían faltado a eso. Varios le conocían y sabían de los dones y los deberes de ambos. No le convenía ni para bien ni para mal lo que ellos consintieran en el seno de un reinado que tan sólo le correspondía a Halvard, hasta que se dio cuenta que ellos le debían el mismo rendir de cuentas a su padre. Eso simplemente se agregaba de buena manera a lo que pretendía. Si Nigromante y Jon podían andar libremente sin cometer falta en condición de Residente Eterno… ¿Por qué atribuir como impropio o trasgresión que otra criatura igual de poderosa fuera libre de pisar también la tierra? Se sentía ya victoriosa, pero lo que tenía en mente sin duda le permitiría ser más que un General y una integra heredera. Montando su veloz corcel había llegado al palacio de su padre, luego de rendir explicaciones a uno de los ministros que llevaba cuenta del número de hombres que habían ido en batalla, pudo solicitar audiencia. En el salón de recibimiento le informaron que él estaba. Ella se inclinó al cruzar la entrada. Su padre estaba en el diván, sus manos sostenían uno de los tomos de los libros sagrados de su pueblo, cuyo honor de ser leído sólo lo tenían los sabios o los perfectos. —Mi señor, pido me permita conversar. Jirel se volvió alzando la mirada. Cerró el libro de inmediato, mostrando su atención al fijarse en ella. Lo envolvió con la manta roja de hilos de seda. —Escucharé. Ella siguió con la vista inclinada, sin cambiar la postura al estar de rodillas. —El Príncipe de Halvard cumple. Está tal cual solicitó, enclaustrado. —¿Te ha pedido algo? Ella lo negó con la cabeza. —No, lo ha tomado con diligencia y seriedad. Sin embargo, si me lo permite podría sugerir algo… —Te lo otorgo. —Mi señor, se había decretado por su buen parecer que mi mano fuera tomada por Nigromante. Pero, él incumplió y luego tal deber fue contradicho. Solicito que para poder saldar la ofensa sea el Príncipe de Halvard que cumpla con tal oferta. Jirel respiró hondo, comprendiendo. —¿Sugieres que él tome tu mano? —Sí mi señor. Eso podría beneficiar al reino entero, pienso en todos. Especialmente en las ofensas que se cometieron deliberadamente. Su puso de pie, mientras uno de los hombres que residían como sacerdote recibió el libro, para luego marcharse a toda prisa. En cuanto Jirel lo vio salir, volvió a dirigirse a Asídemes. —Me gustaría aceptar tu sugerencia. Pero me temo que por ahora será conveniente que se adjudique la condena que he impuesto. Le llevará veintiocho días y veintiocho noches no volver a Halvard. Él la ha aceptado, y en una criatura como él, es preferible actuar con prudencia. Mi solicitud concede dos ventajas… Hasta entonces ella alzó la mirada a él. —Que no se derrame sangre inocente. Y que asimile lo que debe entregarme por voluntad propia. Asídemes respiró hondo, al comprender que su padre no tenía intención de nada diferente a lo que ambos acordaron, todo con respecto a la profecía. —Que se cumpla su deseo, obedezco mi señor. Hasta entonces ella se aproximó para besar su mano y luego dejar el salón. Se apretó el cinto con más fuerza a la cintura. Supo que entonces había elegido la vía correcta. No trasgresión para su padre, sino la mejor de las conquistas. La caída de Halvard, el encierro de Jonah, el derrumbamiento del Alba y con todo ello Nigromante y Alexia profanando y consintiendo atrocidad tras atrocidad. Ella le daría algo mejor, no le quedó duda. A toda prisa volvió templo. Sin dudar buscó al Príncipe, él abriría los sellos de las tumbas, tenía el poder o al menos el conocimiento necesario y ancestral para usarlo. Y sabía que se lo concedería, en lugar de un casamiento por conveniencia. Al llegar al lugar donde él descansaba lo encontró a un lado, bebiendo de la copa. Pero le asombró mucho que él no hubiera notado que había mezclado con la fermentación una planta hecha polvillo que podía sedarlo o quizá envenenarlo. Seguía en pie y al encontrarse con sus ojos no pudo guardarse una sonrisa. —No cabe duda que ha usted sabe muy bien de resistir. Él siguió en completa seriedad observándola también. —Que no le quede duda. Lo que intentó no ha funcionado. ¿Qué desea realmente? —¿En verdad quiere saberlo? —No veo por qué callar. Sé que de igual manera terminará llevándolo a cabo. Ella sonrió de nuevo sintiendo su corazón en plétora de dicha. —Sabe, tiene toda la razón. Lo libro de algún convenio absurdo de un matrimonio que no tiene ni sentido. Los residentes eternos, y en su particular caso que no implica la vida humanamente comprendida sería más que ridículo. Así que me gustaría pedirle un simple favor. Ella se dio cuenta que él se mostró hosco, la siguió observando con el ceño fruncido. —¿Qué es usted realmente? ¿Qué clase de inmortal tendría el poder de alzar este templo sagrado hasta colmarlo plenamente de vida? Él mostró cierto asombro en sus ojos luego lo disipó, cruzándose de brazos. —¿Ese es el favor que pide? —No, por supuesto que no. Pero sí es sincero también conmigo, ¿por qué ocultaría lo que en verdad convengo? —Soy un guardián, uno que por faltar a su palabra tiene que estar aquí. —Ya veo. No quiere decirme, bien… Pero al volverse le sorprendió que él pestañeaba y sus ojos mostraban dificultad para ver. Luego se dejó ir sobre la cama y no le quedó duda que experimentaba fuertes mareos. Se dio cuenta que las llamas del fuego se enloquecían flameando luego volviéndose pequeñas casi a punto de apagarse. En cuanto él se volvió a ella, notó que sus ojos irradiaban un brillo penetrante y fijo, tal cual las estrellas en la noche oscura. Le pareció que el fuego se absorbió completamente en él, dejando todo en oscuridad cuando sus ojos se cerraron. Se aproximó, pero al tocar su piel, ésta estaba muy fría. Casi sintió que se le había quemado el dedo tal cual ocurre cuando se intenta acercar la mano al fuego. Distinguió que, sin lugar a dudas, algo extraño ocurría, pero al intentar conjurar el fuego éste no le obedecía. Por lo que comprendió rápidamente que Jon había intentado algo de lo que no lo creyó capaz de hacer. Podía tener más autoridad que ella ante los elementos naturales y había conseguido que ella no tuviera la misma autoridad sobre los conjuros. arrastró el cuerpo para verlo a la luz de la luna, lo recubría una tenue neblina oscura, mientras los dedos se le agarrotaban por haberlo tocado. Seguía tan frío como un tempano de hielo completamente desfallecido. Los cintos que anudaban la ropa parecían desatados, así que cautelosamente miró los signos con mayor atención sobre su pecho. Si bien en la colecciones que su padre tenía de libros muy antiguos; escrito en muchas idiomas que desconocía, ninguno explicaba claramente la realidad de criaturas puramente sobrenaturales o semi divinas. Por lo que no comprendió nada de lo que se dibujaba en tinte oscuro sobre parte de su hombro y torso. Una vez más intentó conjurar el fuego, pero todo siguió en silencio como en escuridad, sus conocimientos de pronto parecían limitarse y como si no pudiera tal elemento atender a su manera de invocar. Pero si no le obedecía y el portal no se abría, ¿cómo saber lo que acontecía en Halvard? Si en verdad tenía un cuerpo hecho para esconder una criatura de una categoría superior, sabía que tendría que volver a despertar. Le acompañó durante largo rato, pero él siguió tan frío e inerte como un c*****r. Al haberlo arrastrado sabía que su cuerpo era muy pesado, para movilizarlo sería forzoso tener ayuda. Él reconocía mucho de sus intenciones supo que al despertar pediría entre tanto salir de ahí, así que no dudó en ir por lo que necesitaba, trayendo consigo también a varios de sus oficiales de más confianza; esos que con ayuda del portal también habían vuelto con ella. A toda prisa no dudó en elevarle los brazos por la cabeza y apresarlo a una larga viga de madera por detrás del cuello. También encadenó sus pies y tobillos. Lo fijaron a la pared, pero esta vez llevándolo lejos del templo, a una de las catacumbas subterráneas que tenían los calabozos ocultos. Todo se ajustaba perfectamente a su conveniencia. Con la excusa de que se había intentado escapar podía celebrar su asedio y la caída de Halvard y el Alba. Pero antes de rendirse la victoria debía consultar a los sabios para hallar una cura y así despertarlo antes de que volviera anochecer. Con él podría reabrir el portal para ir a Halvard y cerciorarse de su triunfo.
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