A su manera

1118 Words
Al poder abrir los ojos, el cielo enmarcaba un color profundo escarlata. Seguía abrazada por la criatura quien me permitía sobrevolar por encima con los demás con el resto de Briares rodeándonos. Al parecer algo había surgido con intención de derribarnos, pero la astucia de las criaturas a mi lado advirtieron el ataque, por lo que únicamente podía escuchar en mis oídos todo distinto como si estuviera sumergida bajo el agua. No observé nada ajeno al color en el cielo, aunque estuviera de noche, hasta que de pronto en el viento tomó forma una criatura de aspecto espantoso, faz de alguna criatura esquelética que podía lanzar grandes llamaras de gas con un fuego escarlata como la sangre que provenía de una de sus manos, pero con la misma apariencia similar a la de un Briar. El Briar que me sostenía se movió velozmente, por lo que al intentar consumirnos con esas flamas no lo consiguió. Dos de ellos comenzaron a combatir usando esas largas espadas, cuyas hojas afiladas parecían ser como un largo cristal oscuro. Me volvió a ayudar a quedar en tierra, pero sin apartarse de mí al igual que el otro, en cuanto pisé el suelo, la tierra se elevó ayudándome a quedar en alto como una cima de una pequeña montaña. Al alzar la vista me fijé en la batalla que seguía disputándose. Tal cual solía ser, Jon y Nigromante perfectamente coordinados combatiendo y obligando a los que se oponían a retroceder, pero no parecían ser unos cuantos sino cientos, que digo, miles en oposición con feroz entrega de mantener la batalla. Me asombró de gran manera no poder ver a Baal por ningún lado. Al pensar en él y desear verlo de pronto surgió un fulgor dorado en el anillo que sostenía en mi dedo anular. “Eres valerosa y tan capaz de estar aquí como cualquiera de los Residentes Eternos.  Asume el poder que hay en ti” Me quedé fija observando el anillo. “No sé cómo manifestar o cómo comprender lo que debo hacer” “Por ahora no dudes que cualquier criatura que sea del conocimiento de Jon y de Nigromante te obedecerá. Si lo deseas y me invocas iré a ti” Suspiré muy asombrada. “Señor Baal, sé que alguien atraerá un aterrador caos. Lo he visto como antes me ha sucedido y sé que me advierte de algo. ¿Cómo lo evito?” “El futuro es incierto, Princesa. Pero si antes has seguido tu intuición incluso cuando se entrometían los sentimientos, porqué ahora dudarías de la misma voz dentro de ti si te advierte con mayor insistencia del mal. Escúchala, quizá te indique la mejor forma de conocer lo que buscas”.   “¿Qué se esconde en mi interior?” “La verdad. Sé que puedes tú misma, pero no dudes que si algo se sale de tu alcance puedes buscarme” “Gracias señor, Baal” Seguí sorprendida aún meditando cada palabra. Me volví al frente de nuevo, y me di cuenta que el ejército de Halvard y del Alba se unía a la contienda. Veía las filas de filas de escuadrones de ellos adentrarse al campo de batalla, parecían avanzar tras Jon y Nigromante. Marchaban bajo la montaña reuniéndose con el resto. En las alturas el Briar había perfectamente atrapado a la criatura con la que combatía, esa misma que habían intentado consumirnos con el fuego escarlata. Parecía rodeado por una celda de poder, mientras intentaba escaparse sin conseguirlo. Volví mi vista hacia el castillo, y los muros tenían tres veces la altura acostumbrada. Ví la pequeña cerrazón embotellar un tanto la visión hacia las torres. Me di cuenta que alguien lideraba al temido ejército mágico y sin duda no era Nigromante, ni Jon, ni Baal. Parecía estar firme esperando orden. Mientras tanto los Briares que habían combatido una vez más volvían a mi lado.   Baal tenía razón, quizá las respuestas que tanto necesitaba nunca estuvieron afuera sino dentro de mí. Alcé la vista al cielo, todavía seguía nublado con ese destello naranja o rojizo en las nubes densas.   —No conozco mucho de la fuerza sagrada en todo aquello que defino como naturaleza. Pero ruego a usted Señor y dador de vida que me permita ser valiente y defender a mi pueblo. La oportunidad de la vida es muy diferente a lo que nos conceden saber, pero no temo más. Entiendo también que cada quien cumple con el deber que su corazón le indica. Deseo asumir el deber, ese que me pide una vez intervenir. Resonó un tenue zumbido y al volver hacia donde percibí eso, sin invocarlo ni llamarlo a mi lado estaba Daeven. Se aproximó con pasos largos hasta quedar frente a mí. Los Briares se apartaron concediéndolo. —¿Se encuentra bien? Asentí de inmediato, sin dejar de sentir en mi abdomen esas importunas mariposas. —Sí… —No se aparte de aquí, hasta que Nigromante vuelva. Dio media vuelta, pero intenté agarrarle un brazo, sólo gané que una de las protecciones con forma de púas que cubría su antebrazo me hiriera un dedo. Lo aparté sin evitar un quejido. Se volvió a mí, pero oculté el dedo que con el corte sangró un poco. —Daeven, deseo preguntarle algo. ¿Puedo? —Puede. Había tratado a Daeven; si bien escasamente, tenía idea de cómo se expresaba. No pude guardarme la idea que Jon estaba oculto por la forma de él. Respiré hondo escondiendo el dedo herido. Los Briares seguían a mi lado, pero no parecían hostiles contra lo que parecía ser Daeven, sino que en seriedad seguían firmes junto a mí sin impedir que él estuviera muy cerca. —¿Qué ha sucedo con Jon? ¿Es verdad que irán por él? Guardó silencio por un instante. —Eso han dicho. —¿Quiénes? —Los guardianes. —¿Me permitiría poder ver su rostro Daeven? —Es osada su petición. ¿Por qué desearía consentir eso? Sonreí. —No debe hacerlo, si no lo desea Regente. —No puedo y no es el momento. Entonces intenté volver a tocarlo, y sorprendió notar que no se negó. Las púas cedieron y sólo percibí la fría superficie de su armadura. —¿Cuándo será el momento? —Cuando tenga que ser. Por ahora debe seguir custodiada y lejos de cualquier peligro. —Dijo antes de desaparecer del mismo modo que cuando llegó. Eso sólo me hizo sentir muy contenta. Jon se caracteriza por ser un hombre honorable y muy recto con sus promesas. ¿Porqué dudaría que a su manera se cercioraba de tenerme a salvo? Me lo había comprobado en más de una vez: Siempre estaré cerca…
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