Briares

1257 Words
—Dame tus manos. —Pidió Nigromante, asentí haciendo lo que pidió. —Existen entre nosotros criaturas que quizá no tienes idea de su existencia. Que tienen sus paraderos y saben de la vida, aunque pertenezcan a una dimensión diferente, aunque siempre conectada a esta. La energía de los regentes con la tuya atraerá a los Briares. Cierra los ojos. Respirando hondo, lo concedí. Pronto mis pensamientos me mostraron a grandes criaturas de oscura piel, dos pares de alas gigantescas, pequeños ojos en las alas a diferencia del rostro que parecía ser liso sin nada más que eso, plano y alargado. Tenía la composición de una persona, es decir con extremidades, brazos y piernas. Sus pies no lo eran sino patas como de un felino y en las manos grandes garras. Todos portaban espadas, y sobre sus cabezas relucían un par de cuernos. —¡Dios excelso! No parecen amigables. —No toda apariencia diferente resulta en algo peligroso. No les temas, tienen la misma inteligencia a la de Galimatías. Son criaturas del conocimiento de Jon y Daeven, ellos conceden que nos escuchen. Tragué saliva, asintiendo. —IEJLA AHNDL Escuché un zumbido luego una luz roja aparecer del cielo para dejar a pasar a cuatro de ellos. Eran tan altos como Jon y Nigromante se posaron a nuestro lado. Y no escuché un solo ruido en ellos, pero portaban espadas de apariencia a la de un cristal oscuro. —Las piedras metarosa te ayudaran a entenderles. No debes tener miedo, no te atacarán. De hecho, te obedecerán. Al no estar Jon, es necesario que ellos te acompañen. —Nigromante… No entiendo porqué ahora es posible invocar a otras criaturas. Sabes, nos habría ayudado tanto al enfrentar a… Él se mostró agradado y sonrió. —Porque las condiciones y las dimensiones de lucha no eran las que ahora. Es decir, al estar Jon maldito corríamos muchos riesgos, además no contábamos con tus dones tal cual ahora. Todo tiene su parte y gracias a ti esto ha podido manifestarse. Aunque entendí lo que dijo no comprendí el sentido. Seguí absorta, pero de pronto la piedra azulada sobre mi dedo anular brilló. Sentí mi corazón latir con fuerza y supe sin lugar a dudas que Jon estaba muy cerca. Me moví, pero vi a Daeven aparecer no muy lejos de nosotros. Fijé completamente mi atención en él, mientras sentía mis rodillas temblar. Suspiré un par de veces sin comprender. Pronto lo tuve ante mí. Escuché su voz resonar. —¿Quién se atrevió a decírselo? Fruncí el ceño. —No entiendo Daeven. ¿Decirme qué? Guardó silencio, paralizándose. —Disculpe mi sinceridad, pero ocurre algo muy raro cada vez que lo tengo cerca. Todo en mi percibe algo tan sorprendente. Tal vez eso le hizo distinguir o pensar algo, no lo sé… Se sobó la cabeza. —Entonces… —Suspiró. —Ha cumplido. ¡Vaya qué inesperado! Sonreí un tanto enmarañada, pero deseando saber la verdad, es decir a qué se refería. Al mantener mi atención en él, de pronto el Talismán me permitió conocer algo que no pude ignorar. La armadura se volvió invisible de pronto y me permitió notar los signos que sólo Jon solía llevar sobre su pecho y hombro, tan parecidos ahora a los que se habían dibujado en el anverso de mis palmas y manos. Seguí asombrada observándolo. Nigromante se movió hasta quedar en medio de ambos. Alzó la mano a Daeven en señal de que no se moviera. —Alexia, ¿ocurre algo? Lo negué con la cabeza. —No, creo que veo algo imposible. No te preocupes. Sé que Daeven también es un Regente y ha de tener signos como los que tiene Jon. Nigromante parpadeó mostrando su bello rostro en blanco, sin ninguna expresión, aunque sus ojos mostraban profundo asombro. —Tienes razón, los Regentes pueden tener ciertas marcas sobre su piel. No te apartes de los Briares. ¿Bien? —Sí, Nigromante. En cuanto volví mi atención a Daeven, él ya estaba ante ese muro de protección. Con sólo asomar sus manos a la barrera ésta se extinguió absorbiéndose en la palma de su mano. Su altura se volvió dos veces la que tenía. Se miró un relámpago surgir hasta dar en sus manos que de pronto se abrieron. Relució una espada con la misma forma que la que solía usar Jon, pero la energía del relámpago la hizo crecer de tamaño y anchura. Escuchaba resonar la gran energía en el metal que pronto relucía pequeños chispazos azulados. La reposó sobre su hombro con facilidad y avanzó un par de pasos al frente. Me sorprendió notar que del otro extremo donde la tierra aun dejaba visible el suelo caliente, casi al límite un ejército portando armadura rojas con máscaras del mismo color, pero mostrando rostros espeluznantes esperaban a iniciar combate. —Soy el Guardián del Reino, convocado para proteger. Alzo la voz para conceder una ultima oportunidad, regresen y desistan. Pero escuché que todos dejaron resonar un eco al pronunciar: ¡Oj Aj! Cambiando de pose, mostrándose reacios en proseguir. Uno de gran altura como Jon avanzó al frente. —La única forma de regresar Guardián es que se nos entregue a la Reina de Halvard. Daeven cambió postura, mostrando en su cuerpo una defensa que reconocí inmediatamente. Me volví sorprendida a Nigromante, pero el lucía también ya con una armadura muy parecida a la que tenía Daeven, pero dorada. Destelló una luz, despareciendo. Noté el brillo que surgió al lado de Jon, pronto tomó su hermosa forma junto a Daeven alzando la espada. —Primero se derramaría nuestra sangre y entregaríamos a la muerte nuestras vidas antes que cederte a nuestra Reina. No conocerás ni su sombra. —Mencionaron varias voces en todo derredor. Las enormes criaturas que había visto a Jon y a Baal repeler surgieron del fuego, avanzando contra ellos lanzando llamas. Los Briares se agruparon ante mí y noté tan sólo que muchas flechas como el oro caían en tierra sin que les afectara a ellos. Uno sobre nosotros volaba y el viento que emergió de sus alas evitaron que ellas atinaran a nosotros. Tragué saliva de nuevo al notar que todos los grandes ojos sobre sus alas no me perdían de vista. Una inmensa serpiente atrapó a las criaturas que parecían dos grandes reptiles con la capacidad de lanzar fuego, apretándolas hasta que las extinguió. Hasta entonces Daeven se alzó en batalla con Nigromante junto a él. Pero esa manera de enfrentarse, de liderar, de combatir me hizo pensar fuertemente en Jon. De pronto resonaron las palabras que él mismo pronunció antes de que se volviera a dar tal guerra: Soy el Guardián del Reino, convocado para proteger. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante la posibilidad. Pero, entonces: ¿A quien tenía Asídemes? El gozo cesó en cuanto así pensando en otra cosa, a mi mente llegaron de nuevo fragmentos o visiones, casi grité en cuanto miré a Farga arrastrarse de un oscuro agujero para alcanzar la superficie. Parpadeé un par de veces sin creer lo que veía. Luego noté a Jon ser encadenado y a Daeven ser herido de muerte, mientras Nigromante era coronado en un horrible altar cubierto de sangre. Una corona oscura relucía sobre su cabeza mientras Jon estaba a punto de ser sacrificado. Escuché un estallido terrible. Los Briares me cubrieron me abracé a uno quien rápidamente se elevó por encima sólo distinguí una luz que casi consigue dejarme ciega, con un pitido espantoso y agudo resonando en mis oídos.
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