Matías.
La voy a buscar a su casa y la veo vestida muy casual. Con un pantalón suelto, una remera tipo deportiva y una campera a medio prender. Su maleta y su bolso están en sus manos. Por un momento pienso que esto no va a funcionar. No puede andar por Las Vegas en ropa deportiva. 'Confía en tu socio, Matías', me digo una y otra vez.
Este día esta lleno de sorpresas.
Primero se molesta porque la trato de señorita y le digo que puedo abrir su puerta, ella se ofende y yo quedo tipo ¿que?
Luego en el avión, me sorprende diciendo que quiere invertir medio millón más. Es buena idea, pero no estoy seguro de que el dueño quiera perder otros posibles socios. Con intentar no perdemos nada, supongo.
No conforme con ello, cuando la voy a buscar a la habitación para ir a hacer el negocio, me la encuentro monumental. Lleva su cabello en una coleta alta dejando al descubierto su cuello desnudo, un vestido de tirantes con un escote profundo pero discreto y que el largo llega cinco centímetros encima de sus rodillas. Sus piernas son la invitación al infierno, descansando en un par de tacones altos en color rojo al igual que el saco que lleva en su brazo. En su mano hay un sobre n***o que debe de ser su cartera. Necesito respirar al verla, me pone como no se imagina la condenada.
Quizá piensen que ahí termina todo, pero están muy equivocados.
En la reunión me regaló dos o tres sorpresas más.
Primero, se comportó como si hiciera años que esta en el ambiente, saludó, fue cortes y habló de negocios con algunas personas. Segundo, se arriesgó a pedir 10 por ciento más de acciones. Por un momento pensé que lo habíamos perdido todo. Ella se mantuvo firme y me volvió a sorprender, tanto cuando el socio aceptó, así como cuando me dijo que pensaba bajar la oferta ante una negativa.
Finalmente, cuando me acerqué a ella para brindar, se adelantó, tomo la copa de mi mano y me beso. Que conste que ella me beso.
-Hola amor, Gracias.
Y hasta ahí escuché. ¿Dijo hola amor? Solo reaccioné cuando pellizcó mi brazo porque un sujeto frente a nosotros se estaba presentando. Lo salude, me presente y ella se despidió diciendo que teníamos que celebrar y luego tiró de mi brazo como si yo fuera de su propiedad.
Se bebió dos copas enteras frente a mi y yo mismo me obligué a beber cuando me dijo porque actuó así. Las ganas de volver sobre mis pasos y romperle la cara, me acompañaron toda la noche, al igual que su brazo en el mío impidiendo que valla y las copas que no paraban de llegar.
En un momento estoy brindando con nuestro socio, ella pegada a mi y al otro ya no recuerdo nada.
Me despierta la luz del sol pegando fuerte en mi rostro. Estoy completamente desnudo, apenas tapado con una sabana. Siento que un camión me pasó por encima y tapo mi rostro con mi brazo.
Cuando hago ese movimiento, alguien tira de la sabana y me doy cuenta de que no estoy solo. Por un momento no quiero ni imaginar en qué lió me metí, pero igual giro para ver con quien pasé la noche.
Esta de espaldas a mi y debajo de la sabana noto que está como yo y que es hermosa. Pasó las manos en su cuerpo y ella mueve su rostro apenas un poco y la reconozco al instante.
Me tiro de la cama y busco mi bóxer.
-¡Mierda, mierda, mierda!- exclamo alarmado y ella se termina de despertar y me mira sentándose en la cama.
Sus pecho me saludan y me voy vuelta para no mirarla más.
-Tapate, Noemí- le pido porque las ganas de tomarla ahí mismo se apoderan de mi.
-¿Qué pasó, Matías?- la escucho removerse y giro.
Mierda y más mierda. Esta de espaldas a mi poniendo su ropa interior y el ancla al final de su cadera y lo que parece un gran lunar me llaman.
-Yo te pregunto a ti que pasó.- estoy alarmado y me alarmó aún más cuando veo una mancha roja en la sabana- ¡Mierda!
Tapó mi rostro y grito de frustración. Le quité la virginidad a la hija de mi socio. Nunca voy a tener hijos porque el se va a encargar. ¡Oh por dios, Matías! ¿que hiciste?
El miedo se adueña de mí al saber lo que hice. No suelo ser delicado para nada y me preocupa haberla lastimado. Tengo que ser hombre y afrontar el problema.
-¿Estas bien? ¿Te hice daño?- ella me mira sin comprender nada.
Supongo que no fue tan importante. Entonces sus ojos van a la cama donde señaló con mi mano y da dos pasos atrás tapando su boca.
-¿Qué hicimos, Matías? -niega una y otra vez con su cabeza- No puede ser. No se que pasó.
Se tapa la cara y comienza a llorar.
No puedo verla así y me acerco a ella para abrazarla, y aun en ropa interior nos sentamos en la cama. Necesito asegurarme que no le hice daño. Nunca me voy a perdonar esto.
-Noemí. Mírame. -sus ojos llorosos me miran. - Trata de calmarte y dime si te hice daño, por favor.
-Me quitaste la virginidad, Matías. ¿Qué crees que me hiciste? - se para de golpe y camina frente a mi. Tapó mi rostro totalmente frustrado.
-Lo siento. No sé como llegamos acá.- digo con honestidad.
-¿No te acuerdas de nada, nada? - insiste.
- No. Quisiera decirte que si, pero no.
-La maldita historia se vuelve a repetir. No puede ser. -camina un poco y vuelve a hablar- ¿Nos cuidamos?
Quedo pensando en lo que dijo. ¿Qué historia?
Hasta que recapacito y comienzo a buscar los malditos sobres por todos lados.
-¡Dime si nos cuidamos, Matías!
-¡No lo se! ¿ok? No lo se - le contestó demasiado enojado para reaccionar con tranquilidad.