Noemí.
Ya es miércoles, y hoy va a ser un gran día.
Mi maleta con los papeles esta pronta. Llevo un vestido n***o de tirantes que va a llegar casi hasta las rodillas y un sobretodo rojo por si refresca en la noche. Elegí unos tacos rojos y me voy a maquillar sencilla, porque vamos. Voy a la ciudad que vive de noche y tengo que verme al nivel de lo que se nos espera.
En un rato, Matías tiene que pasar por mi para ir al aeropuerto y tomar un avión hasta la ciudad de las luces. Es un viaje que nos tomaría un día completo en coche y en avión son poco más de dos horas.
Ya lista, cómoda para viajar, espero con mi maleta junto a la puerta. Reviso por última vez que todo esté cerrado, me despido de mi amiga que acaba de levantarse por estar toda la noche estudiando y me preparo mentalmente para compartir espacio con ese espécimen.
El timbre de la casa suena y se que es hora.
Salgo con mi maleta en la mano y noto que me mira de arriba a abajo pero omite hacer algún comentario.
-Buenas tardes, señorita Ferreira. Permita que lleve su maleta.
-Buenas tardes. Gracias.
Guarda la maleta en el maletero y me subo al asiento del copiloto.
-Podría haberle abierto la puerta, señorita. - dice apenas se sienta mientras pasa el sinto.
- Primero que nada, no me diga señorita. Me hace sentir rara. Solo Noemí- me mira con una ceja alzada- segundo no es mi chófer. Es el socio de mi padre y tercero, no se me cae nada por abrir mi propia puerta. ¿Quedo claro?
Mantiene el silencio un momento, me mira y luego comienza a conducir cuando me contesta.
-Disculpe. No volverá a pasar, Noemí.
El camino al aeropuerto es corto y cuando queremos acordar ya estamos en el avión, sentados uno al lado del otro. El saca unos auriculares y yo lo detengo para contarle mis planes.
-Quería decirle que estuve pensando en la inversión.
-¿Notó algo mal?- se ve preocupado.
-No. En realidad todo lo contrario. Quiero ver el lugar primero y si me convence sumar medio millón más de las ganancias de nuestra parte, no sin antes exigir que el trato sea solo con nuestras familias, si están de acuerdo.
Parece sorprendido, ahora y me causa intriga.
-Eso sería fenomenal. Un trato exclusivo nos dejaría casi con la mitad de las ganancias. Su dinero es suyo. Usted puede gastarlo como quiera.
-Bien. Puede volver a lo suyo. Gracias por escucharme.
Yo me acomodo en el asiento para mirar por la ventanilla mientras comienza el ascenso y noto que el me mira por un momento más antes de volver a lo que estaba haciendo. Una sonrisa de medio lado se me escapa al notar que despierto curiosidad en el.
Al llegar a las Vegas quedó impresionada de tanto glamour, tanto hotel y casino que hay en el camino que vamos haciendo en el auto, hasta llegar a nuestro destino y prepararnos para lo que vinimos a hacer.
Luego de un buen baño en mi habitación, comienzo a prepararme. Cuando estoy lista me paro frente al espejo y me gusta lo que veo.
Tocan a la puerta y se que debe de ser Matias, pues en 20 minutos es la reunión. Junto todo lo necesario con rapidez y al abrir la puerta se me hace agua la boca con lo que veo.
Tiene un pantalón n***o, con su tela parecida a un Jean, una camisa blanca desprendida en los primeros dos botones y un saco igualmente n***o colgado en su mano. Sus cabellos están húmedos aún, y el aroma de su perfume me llega hasta acá.
Me detalla con la mirada y veo sus pupilas dilatarse. Muerdo mi labio inferior y el lleva sus ojos ahí, hasta que carraspea.
-Noemí, ya es hora. - comenta con un ademán, indicando el pasillo.
-Si claro. Vamos. -
Cierro mi puerta y camino un paso detrás de él, hasta que se da cuenta de que no estoy a su par y me espera para caminar juntos.
Hace un ademán con su mano y no puedo evitar pensar que me exaspera lo caballeroso que es.
Ya en el lugar, nos presentamos con el dueño, Daniel Holt y con varios socios más. Al ingresar noté que en esta parte de la ciudad hay más tiendas de ropa y joyas que casinos y hoteles, por lo que es una buena opción de inversión. Me acerco a Matías para hacérselo saber. Esta con un hombre, los cuales parecen haber estado hablando hasta hace unos momentos y guardan silencio cuando me acerco. Como no quiero que su acompañante escuche, elevó mi rostro para acercarme a su oído.
-Es una buena opción. Estoy dispuesta a invertir medio millón más, si el negocio es solo con mosotros- y me retiro un momento para esperar lo que tenga que decir.
Su mirada cambia en un instante y no se que dije mal. Su respiración se vuelve ruidosa y mi cuerpo tiembla. No es miedo, no se que es, pero no lo es.
El acerca su rostro a un costado de mí, a mi oído y en el mismo tono me contesta, causando que mi piel se erize y cierre los ojos por la sensación.
-Esta bien. Hablaremos con el dueño y le planteamos nuestro negocio. Es una pena que estas personas hayan venido aquí para nada.
Cuando se retira me sonríe como quien te dice todo esta bien, y me voy a buscar algo para beber.
No puedo explicar con claridad lo que su cuerpo cerca del mío es capaz de producir, pero seguramente miedo no es, ya que cuando un señor en sus 40 se acerca a mi, no puedo evitar buscarlo con la mirada.
-Buenas noches, muñeca- me extiende su mano y me mira lacivamente, lo que me causa asco. - Sergio Dublin.
-Buenas noches, Señor- educación, me enseñaron educación. Yo estaba feliz bebiendo de mi copa hasta qie se acercó.
-Te invito otra copa- me dice y yo solo quiero huir.