Habían pasado dos semanas desde que Ariel Sánchez estaba en casa de los Fendi para convertirse en la esposa de Alejandro Fendi.
Las noches eran su mejor momento porque Alejandro estaba allí.
El resto del día se la pasaba encerrada en su habitación, algunas veces no comía ni desayunaba a menos que Alejandro estuviera presente.
Se negaba a realizar una convivencia con el resto de ellos, sobre todo con la señora Fendi y Annie que eran quienes más tiempo pasaban en la casa.
Las horas para Ariel eran muy aburridas, hasta que decidió comenzar a salir por la ventana mientras Alejandro no estaba y luego regresar antes de que él se diera cuenta que ella no estaba allí, así pasaba mejor sus días, merodeando por las lejanías de la prosperidad de los Fendi, se adentraba a merodear entre los árboles, disfrutando del silencio y la soledad.
“Hoy es el día.” Comentó aquella tarde Annie, tenían un poco de miedo por descubrir hasta dónde era capaz de llegar Alejandro.
Cada dos meses se realizaba una importante cena en la casa de Marco Albini y Alessia Fendi, donde asistían importantes empresarios, personajes de gran peso en la economía del país y uno que otro político.
Se reunían alrededor de viente invitados que jamás se pensaría en verlos juntos en un mismo espacio, pero hace casi cuatro años que Alessia había logrado eso, con la persuasión e instrucción de su esposo, a cambio conseguían favores, creaban nuevas amistades y ampliaban su círculo, era lo más importante para Marco.
Alessia podía llegar a donde él no, pues sin los Fendi nadie conocería a Marco Albini.
Como de costumbre, Abigail Clinton iba en representación de su familia, pero ese no era el miedo, sino que Alejandro fuera capaz de llevar a Ariel, la mugrosa mujer de la calle.
La señora Fendi tenía un poco apaciguada su preocupación, ya que para esas cosas Alejandro era muy despistado y si una de sus hermanas no se lo acordaba, no había forma en la que él pudiera saber que esa era la fecha de la cena.
“No creo que él sepa que es hoy.” Dijo su madre con seguridad.
Acostada en la cama estaba Annie, observando como su madre se probaba el vestido de aquella noche.
Después del almuerzo estaban dejando todo listo, tenían que estar espectaculares.
“Es que creo que no es él mismo, mamá. Si le arruina esta noche a Alessia, puede que ella lo odie el resto de su vida. Sería una gran sorpresa para los invitados que él acuda con una donnadie. Ni siquiera sabe hablar, no sabrá ni cómo empezar a comer y de lo que charlemos no tendrá la más mínima idea. Y me da mucho pesar porque Abigail es una de las invitadas. Pensé que en unos días Alejandro terminaría con la broma y se desharía de esa mujer, pero no parece que vaya a ser así.”
“Annie, no te preocupes, no creo que él sea capaz. Como te dije, no va a recordar que es hoy.”
Pero Alejandro tenía esa cena muy pendiente, ya que era una de sus jugadas al presentar a su prometida.
En el bolsillo de su chaqueta llevaba la diminuta caja con una hermoso y costoso anillo, para presumir que ya estaban comprometidos y anunciar la fecha de la boda en la importantísima cena de su hermana mayor.
Cuando llegó a casa, con un vestido para Ariel, entró lleno de emoción por como iba a resultar ser la noche, a lo que su hermana menor salió a recibirlo en el salón, sorprendida y a la vez angustiada de que aquel viernes Alejandro hubiera llegado tan temprano.
Annie lo primero que vio fue el rostro sonriente de su hermano y luego aquella bolsa que cubría por completo alguna prenda dentro de ella, quería imaginar que solo era un traje para él o cosas de ese estilo, rechazando de forma rotunda la posibilidad de ser un vestido para la mugrosa joven.
“A…Alejandro.” Su tono nervioso complació a su hermano. “¿No trabajas hoy hasta tarde?”
“¿Trabajar? ¿Justo hoy? ¿Y perderme de la cena de mi queridísima hermana y mi amado cuñado?”
“Pero…” sintió ganas de llorar al pensar en el caos que sería aquella cena. Sabía que eso no complacería para nada a Alessia y que su amante estaría muy disgustado.
“Pasé horas y más horas en busca de un vestido para mi novia, espero que no te opaque esta noche.”
“¡Es una salvaje! Ni siquiera debería estar presente en esa cena. ¡Mamá, mamá! ¡Ven a escuchar!” Annie había perdido la calma, Alejandro se sentó complacido para escuchar más plácidamente como su madre intentaría convencerlo de que no asistiera con ella a la cena.
Su madre entró al salón, temiendo que Alejandro realmente haya perdido todo su sentido del juicio.
“¿Qué es lo que pasa??” Preguntó con calma.
“¡Míralo! Le gusta burlarse de nosotros. Dice que irá con la mugrosa a pesar de que sabe muy bien que ella no es apta para esa cena.”
“No, no creo que Alejandro haga eso. Le debe respeto a Abigail y ella estará allí, además su hermana no ha invitado a esa chiquilla. No puedes llevarla, Alejandro. Casi puedo decirte que te lo prohíbo.”
“¿Prohibirme llevar a mi prometida a una cena para la que no tengo que tener invitación? Si mal no recuerdo, cada año, desde que Alessia empezó esto, he sido yo el cable conector entre cada uno de sus invitados. Me llaman a mí antes de confirmar su asistencia, ¿sabes para qué? Para saber si yo estaré presente. Ya dije que sí, que iba a asistir. ¿Cómo crees que se dará la cena si yo no voy? Una cosa te aseguro, se la pasaran hablando de lo mucho que hago falta en aquella cena. ¿Que tal si llamamos a Alessia y le decimos que a esta cena no asistiré? Incluso el idiota de Marco sabe que sin mí la cena no funciona. ¿Quienes son ellos? ¿Por qué conocen a Alessia? Solo porque es mi hermana.” No intentaba presumir, solo dejar claro que aunque no les agradara la idea, la cena no iba a ser la misma si él no estaba presente y confirmaba que sin su prometida no tenía pensado ir a esa cena. Era ir con ella o…no ir a la cena.
“Alejandro Fendi, ¿cuándo fue que te convertiste en un ser tan egoísta?” Preguntó su madre, indignada por la decisión de su hijo y su fuerte interés en arruinar aquella cena llevando a la mugrosa joven. “¿Qué papel juega ella en esa cena? ¿Por qué tu empeño en llevarla? ¿Es que has perdido el juicio?”
“Es mi prometida, ¿causo algún daño al llevarla conmigo? A menos que su rechazo sea tan fuerte hacia una joven a la que apenas conocen y ciertamente no les ha hecho nada.” Se puso de pie y pasó junto a su madre. “Prometo que se va a comportar.” Dijo con tono burlón antes de abandonar el salón.
Al abrir la puerta de la habitación, dijo su nombre en voz alta, esperando que Ariel saliera a recibirlo con una enorme sonrisa, feliz de verlo llegar, pero…allí no parecía haber nadie.
Dejó el vestido sobre la cama, se retiró su chaqueta y tocó a la puerta el baño.
No hubo respuesta.
Pero esta no tenía seguro al estar cerrada.
Abrió la puerta, ella no estaba allí.
Una pequeño hilo de desesperación visitó a Alejandro. Le pasaron varios cosas por la mente y una de ellas fue la posibilidad de que Annie le hubiera hecho algo a Ariel, solo que no quería adelantarse a crear un escándalo sin estar seguro de nada.
Sabía que Ariel no salía de esa habitación, ¿dónde podría estar?
¡¿Dónde estaba Ariel?!
Buscó debajo de la cama, en la bañera, el armario y al final bajó a la cocina para hablar con las empleadas, estas no habían visto nada y aseguraban que la joven no había salido ni a desayunar, menos para el almuerzo.
Ahora empezaba a preocuparse.
Recorrió los alrededores de la casa sin dar con ella.
Sin más nada que hacer, fue a buscar a Annie para pedirle alguna explicación sobre Ariel, considerando que ella tenía que ser la culpable.
(…)
Marco Albini acostumbraba a fumar detrás de su casa, su esposa no soportaba el olor a tabaco y se negaba a que él le diera un mal ejemplo a sus hijos al fumar en su presencia, por lo que el único lugar que quedaba era detrás de su casa.
Comenzó a caminar sin rumbo, pensando en aquella noche que se avecinaba. Esos días Alessia se ponía muy insoportable, más de lo habitual, con toda la tensión de la cena, los invitados y que quedara perfecto, pero lo que tenía a Marco preocupado, más de lo normal, era el hecho de que Alejandro todavía no se deshacía de la joven de pies descalzos.
¿Y si iba en serio? ¿Realmente se casaría con esa mujer?
Hacía una comparación mental entre Abigail y esa joven, no entendía como era que Alejandro la había elegido por sobre Abigail. Le daba curiosidad qué más veía Alejandro en ella.
«Quizás su inocencia. A lo mejor le causaba mucho placer tener debajo suyo a alguien de escasa experiencia y era introducirla en el sexo lo que le provocaba deleite a Alejandro. No había pensando en eso. Que perverso, bien jugado, la tenía sin posibilidades de nada. A saber las cosas que se le ocurrían hacer con ella.» Pensó Marco, sintiendo un poco de envidia por no habérsele ocurrido esa sádico idea a él.
Su m*****o se puso duro cuando pasó por su mente una idea preserva de las cosas que eran probables que Alejandro hiciera con esa joven.
Dio una profunda calada a su cigarro y luego le pareció ver a alguien cuando levantó la mirada, creyendo que no era posible, ese patio solo conectaba con el de la casa de su suegra y no tenía acceso a más que un largo terreno inundado de árboles y maleza, imposible de transitar como para dar un paseo.
Pero con la duda no se iba a quedar.
Corrió hacia allí y luego la vio, sin poderse creer que se tratara de ella, miró hacia atrás, confirmando lo alejado que estaba de ambas casas.
«Al parecer soy un hombre con suerte.» No se creía que ella estuviera allí.
¿Qué podía estar haciendo ella allí, sola, desprotegida y sentada debajo de aquel árbol mientras caía la tarde?
Por su mente pasaron muchas cosas y la fuerte certeza de que si ella gritaba nadie la iba a escuchar.
Quizás podría liberar un poco de su estrés con la joven de pies descalzos y realizar las ideas que hace solo unos segundos habían pasado por su mente.