Cuando Ariel escuchó los pasos, se puso de pie muy alarmada, llevaba días haciendo la misma ruta y nunca se había topado con nadie o escuchado a alguien cerca, pero frente a ella iba asomándose la figura de un hombre. Poco a poco, al acercarse, ella tomó una piedra que había cerca de ella y la ocultó detrás de su espalda.
“¡¿Quién anda ahí?!” Su voz temblorosa demostró el miedo al hablar.
“Tranquila.” Con los brazos levantados, Marco quedó completamente visible de ella. “Soy Marco, ¿no me recuerdas? Nos vimos una vez en casa de los Fendi. Eres la novia de Alejandro, soy su cuñado. Mi casa es esa que queda hacia allá, vi una figura que pasó y quise venir a ver quien era, pues por aquí nunca pasa nadie. ¿Qué haces aquí?”
Al saber que era alguien conocido, Ariel se relajó y se olvidó de piedra que había tomado antes, no creyéndola necesaria.
“Solo paseo, conociendo el lugar mientras Alejandro llega del trabajo. Aquí es muy tranquilo.”
“¿Siempre vienes aquí?” No dejaba de acercarse cada vez más, con cuidado, sin alarmarla. “Nunca te había visto por aquí. ¿Alguien sabe que estás aquí?”
“Salgo por la ventana para no molestar a nadie y luego regreso antes de que él llegue de trabajar. Así las horas pasan más rápido.”
“Por lo que nadie sabe que estás aquí. Es tu lugar secreto.”
“Así es.” Dijo con orgullo. Era un lugar bonito y tranquilo que ella había encontrado, un escape para esa nueva vida a la que aún no se adaptaba.
“¿Puedo acercarme?” Miró el espacio donde estaba Ariel y quiso ir hacia allí, estar más cerca de ella, que se sintiera cómoda con la presencia de él. Ella solo asintió y Marco se acercó, sacó un cigarro y lo encendió. “¿Fumas? ¿Qué edad tienes?
“Gracias, no fumo. Nunca he fumado.”
“¿Quieres probar? ¿Eres mayor de edad?”
“Lo soy, pero no deseo fumar.” Ante aquel silencio, resultaba incómodo estar allí. “Creo que ya voy a regresar. Alejandro estará por llegar.”
“Tres horas, faltan tres horas para que Alejandro llegue a casa. Trabajamos juntos, hoy salí temprano, pero él saldrá a la misma hora de siempre, ¿por qué no te quedas un poco más?” Arrojó el humo hacia el rostro de Ariel y ella tosió, resultándole muy desagradable la acción de Marco.
“Hoy regresaré más temprano.” Cuando iba a comenzar a alejarse, Marco la sujetó por la muñeca.
“¿No crees que estás siendo un poco maleducada conmigo? ¿Aún Alejandro no te enseña modales o es que te prefiere así?” Sostenía su muñeca con una mano y mantenía el cigarro en la otra. “Te brindé un cigarro, ¿por qué amablemente no lo tomas y seguimos charlando? Así será todo más fluido.”
Todo de aquel hombre le gritaba peligro a Ariel, pero la distancia desde la casa era lejos y los días que llevaba merodeando por allí era la primera vez que se encontraba con alguien, así que si gritaba, sus posibilidades de que alguien la escuchara eran casi nulas y frente al enorme cuerpo de aquel hombre incluso forcejear sería gastar fuerzas que más adelante podría necesitar.
No sabía qué hacer.
“Es que no fumo.” Intentaba no parecer nerviosa, pero lo estaba y cada parte de su cuerpo lo dejaba claro.
“Uno no te hará nada, créeme.” Dijo insistente, sin dejar de mirarla a los ojos. “Y siempre hay una primera vez para todo.” Murmuró sonriente.
“Está bien.” Aceptó con calma, pues él tendría que soltarla para sacar el cigarrillo y era en ese momento cuando Ariel escaparía de Marco Albini.
Efectivamente, Marco la soltó para sacar el cigarro, pero Ariel no huyó de una vez, esperó a que Marco se confiara y cuando él iba a sacar el encendedor, entonces ella comenzó a correr.
Los arboles estaban uno muy pegados de otros y aquello dificultaba su escape, sin dejarla avanzar mucho, miró hacia atrás y él estaba muy cerca, por lo que ella decidió comenzar a gritar.
“¡Ayuda! ¡Ayuda!” Mientras gritaba por ayuda, no se percató de que él estaba a solo unos centímetros de alcanzar. “¡Por favor, ayuda!”
El cuerpo de Marco se arrojó sobre Ariel, logrando derribarla, cubrió su boca y la dejó sobre él mientras ella no paraba de moverse, buscaba zafarse, morder su mano, lograr huir. Sus lágrimas ya salían, estaba llena de miedo y muy aterrorizada porque nadie sabía que ella estaba allí y si faltaban todas esas horas para que Alejandro regresara, nadie se iba a preocupar por ella, solo cuando él llegara y se diera cuenta de su ausencia.
Temía lo peor.
Su situación le pareció muy difícil y las fuerzas ante el forcejeo ya iban menguando.
Pensaba que ni cuando vivió en las calles se vio sometida a aquel tipo de abuso y allí, donde se supone que estaría segura, estaban a punto de hacerle un daño.
Cuando su cuerpo cansado dejó de moverse, Marco la dejó debajo de él. Moverla a la delgada y pequeña Ariel le era muy fácil, incluso si ella se resistía.
“Era más fácil haber cedido desde el inicio.” dijo con voz gruesa. “¿Te gusta con brusquedad?” Observó sus ojos llorosos y sonrió, viendo el miedo en aquella mirada, una mano se deslizó por debajo de la camiseta de ella y tocó sus pechos, provocando un movimiento repentino y brusco en Ariel, se movió inquieta, intentando hacer que él dejara de tocarla. Pero la mano de Marco solo se deslizó por su vientre y comenzó a entrar por su pantalón.
Ariel siguió moviéndose hasta que él tuvo que sujetarla con más fuerza y para eso tuvo que emplear ambas manos, liberando así su boca.
“¡Ayuda! ¡Ayuda!” Pero no era tan fácil gritar con el pesado cuerpo de Marco sobre ella.
Decidió dejar libre su boca y sujetar bien sus manos para que la pequeña y menuda mujer lograra quedarse quieta.
Marco no era tonto, si le hacía algún daño visite, Alejandro podría darse cuenta aunque él la amenazara para que no dijera nasa, comenzaba a pensar que aquello no era buena idea, pues no tenía nada planeado y pronto su esposa se empezaría a preguntar que a donde había ido y ¿quién aseguraba que la joven mugrosa no iba a decir nada?
“Te voy a decir una cosa, Ariel. Si abres la boca de lo que pasó aquí, la próxima vez no te dejo ir. Además, ¿quién te creería? Eres una recién llegada, Alejandro apenas te conoce, yo aseguraría que tú estás inventando cosas y…sería tu palabra contra la mía. ¿Quieres eso?”
“No diré nada, ¡lo juro!”
“Así me gusta. Será nuestra pequeño secreto y después de todo, no hemos hecho nada.” Sus dedos recorrieron sus labios y se atrevió a besarla, pero Ariel apretó sus labios y comenzó a mover su rostro, haciendo que Marco le sujetara la cara con fuerza, obligándola no solo a mirarlo, sino a dejar el rostro inmóvil. “¿No vas a corresponder a tu liberador? Al menos finge agradecimiento, mira que aún estás bajo mi poder.” Unió nuevamente sus labios con lo de ella y esta vez Ariel correspondió al beso mientras lloraba. El cuerpo de Marco seguía aplastándola, él la rozaba, restregando su erección en ella y aquel beso parecía no tener fin. “Yo creo que seremos buenos amigos.” Dijo Marco luego de terminar el beso. “Recuerda mis palabras, después de todo cada uno de ellos te detesta, nadie podría creerte.” Olió su cuello y después lo lamió, su cuerpo la deseaba, hasta le gustaba su olor, su cabello olía muy bien y la joven resultaba muy apetecible para él. Bajó sus manos hasta las caderas de ella y la sostuvo con firmeza, volvió a introducir sus manos debajo de la camiseta, acariciando sus pechos con menos prisa, deteniéndose en sus pezones y sintiendo placer con aquel toque que le realizaba a la joven, se pegaba más a ella, Ariel podía sentir su asquerosa erección en ella. Rozaba su rostro y ella detestaba su respiración al chocar con su piel.
Se puso de pie, sin soltar sus brazos, ella quedó frente a él, asqueada por la invasión que él había hecho a su cuerpo sin su consentimiento.
“Por favor.” Pidió entre gimoteos. “Solo quiero irme.” Miró sus manos que él mantenía prisioneras.
“Si, ya te voy a liberar. Solo quiero una cosa más.” Miró la pequeña figura de Ariel y no se lo pensó dos veces. La joven despertaba todo el morbo en ese hombre. “Dame tus bragas.”
Horrorizada Ariel se negó y él sujetó con más fuerza sus manos, intentó besarla otra vez pero ella no se dejó.
“¡Solo quiero irme! ¡Solo déjeme ir! ¡Yo no diré nada, por favor! ¡Por favor!” Repetía una y otra vez.
Un poco enojado, Marco decidió liberarla para evitar un mayor problema ahora que ya llevaba rato dentro del bosque.
“Recuerda lo que te dije. Es el secreto de ambos, no te toqué, tú me permitiste hacerlo, justo detrás de mi casa, ¿ves como suena? Pero será nuestro secreto.” Soltó sus manos y comenzó a alejarse de allí. Ariel se quedó inmóvil, esperando que ese hombre saliera de su vista para poder tranquilizarse.
Cuando ya dejó de verlo, comenzó a correr, pero no en dirección de la casa de los Fendi, todo lo contrario. Se iría de allí, aunque le costara horas salir. Sabía que a unos pocos kilómetros ya se veía la carretera, solo tenía que llegar allí.
No regresaría a esa casa luego del miedo que había pasado con aquel hombre, luego de que él se hubiera atrevido a tocarla de esa manera.
Regresaría a donde pertenecía.