Centro comercial Fendi.
Allí estaban, cuando el coche se aparcó más de diez empleados esperaban a Alejandro y su invitada, todos dispuestos a ayudar en lo que fuera necesario, pero Alejandro tenía mejores cosas que hacer que ir de compras con Ariel, su vida era muy ocupada y ya había consumido muchas horas del día con aquel jueguito, había caído la tarde, pero él tenía que ir a la oficina.
Sabía que Alessia no se quedaría de brazos cruzados e intentaría meterle el pie sea como sea, en conjunto con su esposo Marco, por lo que Alejandro no podía darse el lujo de perder el tiempo.
Ambos trabajaban en la empresa y ahora todo sería un caos, pues su fastidiosa hermana se pondría a molestarlo con más frecuencia, aumentando así sus intentos por hacerlo caer.
Sabía que ella y su esposo tenían más de un as bajo la manga y ahora que no había funcionado lo de la boda, moverían sus otras fichas.
No se podía relajar ni un solo segundo con ellos.
“Ariel, aquí puedes tomar todo lo que desees, cada cosa que te llegue a la mente y si no está aquí, ellos la buscarán de donde sea. Compra todo lo que necesites, cada cosa que alguna vez hayas imaginado tener, será tuyo.” Tocó su hermoso cabello y luego le dio un beso en la mejilla. Se acercó a su oído para decirle algo. “Aquí empiezan los beneficios de ser mi futura esposa, no escatimes en nada, pequeña.” La piel de Ariel se erizó al sentir a Alejandro susurrarle, movió su cabeza por el fuerte cosquilleo que su voz repartía por todo su cuerpo.
“¿No te vas a quedar?” preguntó algo nerviosa.
“Tengo mucho trabajo, pero ellos están para ayudarte en cada cosa que necesites.” Le dio una sonrisa y luego se giró para dirigirse a los empleados. “Por favor, dejen que sea ella que elija sus combinaciones y accesorios, ustedes solo guíenla. Eso sí, cuando regrese a por ella quiero encontrar tantas bolsas que no será posible meterlas en mi coche. Si hay alguna peluquera aquí o alguien que pueda mejorar un poco su cabello, lo siento un poco sin vida, si ella desea alguna cambio y esas cosas. Podrían también asesorarla un poco en cuanto a maquillarse, que sepa hacerlo ella sola. Regresaré en un par de horas, están frente a mi futura esposa, trátenla como lo que es.” Con una enorme sonrisa Alejandro se marchó de allí.
Ariel recibió un trato excelente de cada uno de los empleados, pero…su forma de elegir ropa no era la más adecuada, ellos intentaban guiarla en sus gustos, sabiendo que la ropa que ella iba eligiendo solo eran prendas para el uso diario, cosas muy comunes, sin nada de estilo y carente de toda elegancia, pero no podían intervenir con lo que la futura esposa de Alejandro Fendi decidiera. Pasó poco tiempo hasta darse cuenta que la joven no tenía idea de lo que hacía.
Ya habían muchas bolsas de ropas y en cuanto a los zapatos, entre ellos no había ni un solo tacón y la mayoría de ropa que ella había elegido eran vaqueros y camisetas, mucha ropa cómoda, por lo que el calzado era del mismo estilo.
Sabiendo su talla, una de las empleadas se atrevió a echar algunas cosas que podrían ser útiles en un futuro para la joven, como un hermoso vestido y dos pares de tacones.
Cuando llegaron a la sección de belleza, aquello se convirtió en un verdadero caos.
Aquella profesional jamás se había encontrado con un reto tan difícil y no hablamos de maquillarla, sino de enseñarla.
Ariel hacía muchas preguntas que no tenían sentido y de vez en cuando se resistía a que le pusieran algo en la cara. En ello tardaron horas, pero se logró un perfecto maquillaje y ella dijo entender todos los pasos que le explicaron.
En su cabello no quiso hacerse nada, pues Alejandro lo había lavado y peinado, por lo que no dejaría que nadie más tocara su cabello.
Ahora solo paseaba por el centro comercial con más de diez empleados detrás de ella mientras esperaba a Alejandro.
«¿Así será mi vida de ahora en adelante? ¿A qué costo? La familia de él no me conoce y ya me odia. ¿Tendré que vivir con ellos incluso cuando me case?» Pensaba ella, le angustiaba la convivencia con aquellas personas.
(…)
Alejandro iba de salida cuando se asomó esa figura en la puerta de su oficina
Sus hermosas curvas se marcaban con un perfecto diseño que acaparaba todas las miradas, tenía unas caderas que en su momento siempre enloquecieron a Alejandro, sobre todo por sus movimientos cuando estaba sobre él, aquellos pechos eran llamativos, tan firmes, tan redondeados, tan apetecibles, el escote no dejaba que Alejandro se imaginara nada y simplemente le mostraban aquello.
Abigail mordió su labio inferior al sentir la mirada deseosa de Alejandro.
Dio el primer paso hacia la oficina y se aseguró de ponerle seguro a la puerta, aunque de no hacerlo daba un poco igual, pocas personas quedaban en la empresa a esa hora.
Llevaba una hermosa minifalda de vuelo, color negra, un top blanco que dejaba al descubierto su ombligo y marcaba sus pezones por la falta de sostén, unas hermosas botas cubrían parte de sus piernas y su caminar era muy sensual.
Se acercó sin mediar palabras y lo primero que Alejandro hizo fue deslizar su mano por las piernas de ella, tenía que comprobar una cosa.
“Las he dejado en el coche.” Le dijo, sintiendo su cálida mano que recorría sus desnudas nalgas.
Alejandro había confirmado que no llevaba bragas.
Su relación había terminado hace poco, luego cinco años de estar juntos. Abigail Clinton amaba a Alejandro, no le importaban sus riquezas porque eso era algo con lo que ella también contaba, su corazón quedó destruido al saber del cese de la relación, pero se convenció a sí misma que aquello solo era una etapa de Alejandro, que él regresaría para continuar la relación o ella insistiría para que regresaran.
Había dejado de preocuparse hasta que hace un par de horas Annie Fendi le hizo una llamada a su ex cuñada para informarle de los planes de su hermano al querer casarse con una callejera, recién llegada.
Tenía las armas para derribar a Alejandro entre en medio de sus piernas, ya estaba dando el primer paso.
“Siempre has sido una chica lista.” Retiró su mano y se aflojó la corbata, sintiendo como su cuerpo respondía de manera inmediata al cuerpo de Abigail, conociendo cada parte de él, sus puntos de placer, sus zonas de placer máximo y aquel pequeño truco que incluso la hacía llorar ante tal sensación. “¿Cuál de mis hermanas te llamó?”
“Eso no importa. Lo importante es que ya estoy aquí, Ale.” Se sentó sobre sus piernas y comenzó a desabrochar su camisa, él detuvo sus manos. “Si querías o necesitabas casarte, ¿por qué no me lo pediste?”
“No se trata de eso, lo siento. Sé que te confunde toda esa situación, pero va más allá de solo tener que casarme, necesitar hacerlo.”
“Pídeme que me case contigo, puedo ser tu esposa, Ale.”
Pero él no quería casarse con ella y decírselo así tan de frente no le apetecía, pues ya la ruptura había sido mucho para ella.
“No podemos dar ese paso, Abi. Y ya elegí esposa, lo siento.”
“Vamos, Ale. Solo tienes que decirle a esa callejera que no te casarás con ella, ¿qué más da? ¡Te digo que me quiero casar contigo! ¡Quiero ser yo tu esposa! ¿No me lo merezco?”
“El problema es que te mereces más que eso.” Y que ella no le servía, no era la indicada, era Ariel, Ariel Sánchez, una joven curiosa, con poca o nula experiencia en la alta sociedad, carente de modales o un vocabulario amplio, sin estudios o preparación de algún tipo. Ella, solo ella alborotaría a la familia Fendi y le daría placer a Alejandro con cada una de sus acciones al dejar en ridículo a la familia. “Lo siento.”
Intentó ponerse de pie, pero Abigail se aferró a su cuello, comenzó a besarlo y bajó sus manos a la erección que Alejandro no podía ocultar.
“¡Por Dios, Alejandro! ¡Me deseas!” Solo era eso, deseo.
De igual modo se puso de pie y salió de aquella oficina casi corriendo, evitando caer en los encantos de la hermosísima y despampanante Abigail Clinton.
Cuando llegó al coche, tocó su entrepierna y respiró profundo, estuvo a solo un paso de caer, demasiado cerca como para seguir arriesgándose.
Abigail era candela y Alejandro estuvo a punto de consumirse en ella.
(…)
Frente al centro comercial con todas sus bolsas, Ariel esperaba con desespero a Alejandro.
Al ver su coche que se aparcaba, ella agitó su mano con mucha alegría de ver que ya llegaba. El chofer y los empleados los ayudaron a colocar las bolsas, haciendo que pudieran entrar en perfecto estado en el maletero del coche y parte de ellas junto a Alejandro y Ariel.
En el camino él iba en silencio, Ariel iba muy pegada a él y su cuerpo todavía estaba sensible, deseoso.
“¿Podrías…?” Le iba a pedir que se despegara un poco, sobre todo porque había tenido hace nada una erección y su cuerpo seguía caliente. La miró a su lado al sentir que su cabeza pegaba a su hombro, del otro lado estaba lleno de bolsas sin que ella pudiera despegarse de él, notó que la joven se había quedado dormida. Observó su rostro de cerca y tocó su pequeña nariz, tenía un maquillaje sencillo, pero él recién lo notaba. “¿Dónde rayos dormías antes y por qué duermes a las ocho de la noche?”
Sintió ternura al sentirla sobre su hombro.
Cuando llegaron a casa, él la llevó en sus brazos, olvidándose de todas las bolsas, Ariel solo despertó un poco y al sentirse sobre una cama suspiró, tomó la mano de Alejando y él se sentó en la cama, pero ella tiró de él, haciendo que él quedara también acostado, se abrazó a aquel hombre y siguió durmiendo.
Él solo pudo extender su mano y apagar las luces mientras Ariel dormía abrazada a él.
Era la primera vez que Alejandro tenía una mujer sobre su cama sin fines de tener sexo, como también era la primera vez que una mujer lograba que se durmiera tan temprano.
En un solo día Ariel estaba rompiendo récords.