Abby se mordió el labio, avanzando lentamente hacia el sonido del gruñido que acababa de oír. Esperaba de verdad que aquella visita inesperada no acabase convirtiéndose en una de esas películas de terror o de posesiones alienígenas. Sabía que la nave dorada no era originaria de la Tierra, no había que ser un científico de la NASA para notarlo, y esperaba que su curiosidad no acabara consiguiendo que la matasen.
Vio una figura tumbada boca abajo sobre la hierba húmeda. Bueno, si era una alienígena, entonces parecía muy humano, y un humano de gran tamaño. Ella misma no era pequeña con su metro setenta y seis, pero aquel tipo debía superar fácilmente los dos metros.
Avanzó con cuidado hasta estar junto a él, notando que tenía el cabello largo y n***o y que iba vestido con algún tipo de unif
