Zoran se paseó de un lado al otro, frustrado. Estaba perdiendo la cabeza al no tener a Abby cerca. Aquella mañana había hecho falta hasta el último ápice de su autocontrol para dejarla marchar, y su dragón estaba rugiéndole y arañándole por dentro, lleno de furia. Tenía que salir de la cabaña, allí su presencia y su olor estaba por todas partes. Las sábanas todavía albergaban el aroma de sus actos de pasión, y hacían que ansiara su presencia. Subió el camino hacia la pradera y su nave; quizás si se concentraba en lo que estaba pasando en su hogar y en los planes de ataque contra los curizanos, conseguiría apartar a Abby de sus pensamientos durante un rato. Pasó la mano sobre la superficie dorada de su nave, murmurándole palabras de calma mientras entraba en su interior, y la nave se estre