Edna esperó hasta que estuvieron lo bastante lejos del taller y Abby ya no pudiese oír lo que tenía que decir. Estaba decidida a que encontrase la felicidad, incluso si eso significaba mudarse muy lejos. No podía determinar exactamente por qué, pero se le daba bien la gente; su trabajo en la industria del entretenimiento se había basado en saber leer a la gente durante treinta años, y Zoran no era como nadie a quien hubiese conocido. ―¿Quién eres? ―Se giró, mirándolo―. Y no intentes engañarme. Conozco a la gente, y tú no eres como nadie de los que he conocido. Tengo que saber que no le harás daño a Abby. Te mataría yo misma, aquí y ahora, si creyese que fueras a hacerlo; solo necesito saber que mi pequeña va a ser feliz. Zoran se mantuvo inmóvil durante un instante, mirando a la anciana