Zoran volvió a gruñir mientras oía cómo Abby hablaba con Kelan, después con Trelon, y después con otra docena de hombres de la tripulación de su hermano que habían aparecido para ver a la encantadora mujer alienígena que lucía la marca del dragón en el cuello. Abby todavía no era consciente de ella; cuando por fin habían conseguido llegar hasta el baño aquella mañana todavía habían estado más interesados en el otro que en ninguna otra cosa, y para cuando habían salido de la ducha, el espejo había estado completamente empañado hasta el punto de que ninguno de ellos podía ver su reflejo. Y Zoran había estado demasiado distraído para explicarle lo que había pasado.
Parecía ser incapaz de evitar recorrerla con la boca y con las manos cada vez que se acercaba a ella. Habían llegado a hacer el
