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Abby resopló para apartarse un mechón de cabello de la cara. Estaba fulminando a Zoran con la mirada, y él estaba haciendo lo mismo con ella. Llevaban en aquella competición de miradas desde hacía treinta minutos, desde que Abby le había dicho a Zoran que iba a marcharse durante un día, seguramente dos.
―Zoran, tengo que ir. Tengo un contrato, mis clientes ya me han pagado mucho dinero. Volveré tan pronto como pueda, pero tengo que ir. No me queda elección.
Zoran se pasó ambas manos por el largo cabello.
―¡Ni! ¡Ni! ¡Ni!
No la dejaría salir de su vista. ¿Y si le ocurría algo? ¿Y si no volvía? Era demasiado. No podía dejarla marchar. Gruñó, frustrado; ¿cómo podía explicarle que ni él ni su dragón podían apartarse de ella? ¡Ni siquiera durante unas horas! Bueno, quizás sí que podría d
