ESTEBAN

1685 Words
Jon se trepó en Bruno; quien apareció a su lado casi inmediatamente. Extendió una mano a mí y sin dudar alcé mis brazos hacia él, de un fuerte tirón me tenía a su lado. —Bien, el portal está al lado de tu cueva, y llévate esto te servirá. —Vociferó Nigromante. La atención de Jon volvió a él, atrapando en el aire una gran espada. —Ten cuidado y protégela bien. Jon le sonrió asintiendo e inmediatamente Bruno salió a toda marcha. Todo a nuestro alrededor seguía siendo caótico. Algunos custodios nos echaban la vista. Nos detuvimos al lado de la torre donde estaba su oculta estancia. —¿Princesa, le puedo pedir un favor? — Preguntó seriamente sin desmontarse aún. —Por supuesto, Jon— Contesté sin pensarlo, examinando su semblante. Me encontraba enfrente de él sentada de lado, torcía el cuello como gallina para verle, un hábito que había adquirido desde que lo había conocido. —Quiero, que pase lo que pase me obedezca, no quiero recordárselo por un reclamo, sino es un aviso. Usted sabe muy bien lo que ocurrió cuando decidió no obedecerme, espero que no lo haga esta vez. —Sí, descuide, obedeceré fielmente, a cambio de algo.  Endureció el semblante y denotó en su mirada gran desconcierto. —Princesa, no quiero ser grosero, pero no puedo darle nada a cambio, es su vida y la de su padre la que está en juego. —No, Jon. Sí puede darme algo. No permitiré que nada malo ocurra, es lo mismo, usted no dejaría que algo perjudicial me pasara, ¿cierto? Pensó un momento. — ¿Me está diciendo que no quiere que esté en peligro? — Dijo aún desconcertado. —Sí, Jon. Lo que quiero pedirle sinceramente es que no vuelva a donde estaba. Por favor regrese al castillo, más que pedírselo, es su hogar, no puede irse. Sé que a su lado y al lado de Nigromante el reino permanecerá, no puedo permitir que esté tan lejos de su hogar. Sonrió suavizando su rostro. —Si es eso, supongo que podríamos llegar a un acuerdo. Le sonreí dichosamente. De su cuello desacomodo el crucifijo que le había obsequiado Nigromante y me lo colocó. Haló las bridas del caballo para retroceder, Bruno avanzó rápidamente y atravesamos el portal. De otro lado, estábamos ni nada más ni nada menos que en la Costa Este. Él castillo del Alba, incomparable y majestuoso estaba no muy lejos del mar. Era una costa helada, muy raro de percibir un día soleado, inmenso con acabados cincelados en la piedra marmolea desde sus muros hasta sus terrazas. Aparecimos en el jardín del Castillo, éste tenía un jardín inmenso antes de llegar a la parte interior del castillo que por lo regular contiene las alcobas imperiales. Poseía extensos jardines, lo que daba lugar a que tuviera una de las decoraciones más esplendorosas, un ancho y largo laberinto de arbustos, pero gruesos, que no dejaba ver hacia el otro lado, muy profundos. Siempre se veía guardias por doquier, pero en esta ocasión parecía desolado. Jon se introdujo en el laberinto, le fue sumamente fácil llegar hasta la torre de homenaje, nadie que yo supiera se atrevía a cruzar el laberinto sin conocerle perfectamente, se volvía una tarea complicada salir de allí, pero Jon iba a toda prisa, conocía muy bien por donde iba. — ¿Jon, conoce todas las salidas del laberinto? — Pregunté muy sorprendida. —Por supuesto, fue una de las cosas que tuve que memorizar de niño. Ha sido así desde que Nigromante le cedió el trono a mi padre. —Claro, había olvidado que él sería príncipe. —No, princesa él es un príncipe legítimo, sólo que ya no tomó el trono. Bruno se detuvo ante la entrada de la torre de homenaje. —Ingresaremos por las habitaciones, pero ellos se encuentran en uno de los salones de entrenamiento. Entraremos juntos, pero se quedará detrás de la puerta que da hacia el salón. Cuando se lo pida usted y su padre se marcharán y pase lo que pase cuando le diga que salga lo hará, tocará la cruz y con la cruz en sus manos dirá tres veces, Nigromante invoco la luz, y así volverán sin peligro al castillo. —Pero… —Usted me dio su palabra. —Sí, Jon así será. —  Contesté tristemente inclinando el rostro. Me quedé detrás del resquicio de la puerta. Jon suspiró profundamente tomó impulso y entró al salón de entrenamiento; un lugar donde Damián le permitía a los soldados que apoyaran en formación a Esteban. La puerta no quedó del todo cerrada y podía ver claramente hacia el interior del salón. Tuve que cubrirme con una mano mi boca al mirar a mi padre aprisionado en una silla, atado a ella con gruesas cadenas. Jon ingresó sin hacer el menor ruido posible, Esteban seguía tan entretenido torturando a mi padre que ni siquiera se percató de la presencia de Jon. —No te creo ni una sola palabra. ¿Crees que soy tan estúpido como para creerte que únicamente es un guardia? Sé que no le darías la custodia de tu hija a cualquiera. ¡Habla! Vociferaba completamente exacerbado. Mi padre tenía el rostro amoratado, un ojo hinchado y sin portar la corona. Me afligió tanto verlo así y sin poder intervenir. Mi padre lo miraba enfurecido. —Prefiero que me mates. Ya hice suficiente al obligar a mi hija a corresponderte. —Vaya, que pena oír eso, pero muerto no me sirves, sino créeme estarías en el infierno desde hace ya un rato. Te lo preguntaré una sola vez más: ¿Por qué le confiaste tanto a Jon? Dime quien es. —Porque no me lo preguntas a mí— Interfirió Jon interponiéndose. Esteban movió el cuello para mirarlo. —Vaya, después de todo has venido. — Dijo seriamente. Jon lo fulminaba con mirada sin responderle. —Aunque te tardaste. — ¿Qué es lo que quieres? Sabes muy bien lo debo hacer, fui muy claro contigo la última vez que nos vimos— Mencionó Jon revelando la ira contenida en sus palabras. —Encontrarte, ese era mi misión. Pero hazlo, si es que te atreves. Ya no soy ese mismo que te atreviste a amenazar, ahora podemos tener una batalla muy emocionante. Jon alzó la espada, mostró un gesto en señal de aceptar combatir con él. Esteban sonrió ampliamente desenvainado su espada también. — ¡Qué idiota eres para ser un inmortal! —Inhaló el aire a su alrededor— Puedo sentir su presencia inundando este lugar. ¡Qué privilegio el tuyo! Comerte viva a la heredera del guardián de la montaña. Sus ojos color melaza se fijaron con certeza en los míos por ese pequeño lado del quicio. Me horroricé al entender que sabía que estaba allí. No pude ni siquiera moverme, quedé paralizada mirando que a pasos agigantados se dirigía a mí. Jon usó la fuerza de su espada, cortando la cadena que ataba a mi padre de un solo golpe, como Esteban se dirigió hacia donde estaba, yendo en una carrera tras él. Dio un salto espectacular para quedar rápidamente frente a la puerta. Y el combate dio inicio en cuanto Esteban se alzó contra él, Jon le impedía aproximarse a la puerta y me sorprendió notar que Esteban logró rasguñar a Jon un par de veces con el filo de su espada. Sin duda el más dedicado a atacar seguía siendo Esteban. Jon también logró herirlo varias de veces cuando Esteban buscaba su rostro para acometerle. Mi padre seguía sentado aún en la silla, mirando espantado el combate. Pero de pronto la cruz que tenía en mi pecho brilló intensamente, tomando por completo mi atención. La emisión de luz que se filtraba por la estrecha abertura parecía atormentar a Esteban. Al darme cuenta de ello, no dudé en ingresar al salón. La luz resplandeció enérgicamente cubriendo a Esteban. Ya no pudo batallar con el mismo ardor y potencia, aunque Jon ya lo había desarmado. Jon movió ágilmente su espada y sin clemencia hacia a él que yacía de rodillas en el suelo resistiendo a la luz. Aunque sabía que Esteban se había buscado su propia muerte, no tenía el valor de verlo morir. A pesar de todo el mal causado no le odiaba ni deseaba un fin tan horrendo para él. Pero Jon no lo ultimó, se apartó envainando la espada al mirar que se sacudía en el suelo, moviéndose violentamente. Luego de recoger la espada de Esteban, se reclinó examinándole por un momento. La expresión de Jon me evidenció que algo muy malo ocurría. Con fuerza sujetó uno de sus brazos, rasgándole la ropa con la espada que sostenía, quedó al descubierto uno de sus hombros. Parecía estar sellado con un raro símbolo y en su interior una herida, la cual parecía cicatrizada. Me espantó mirar que Jon usó el filo de la hoja para cortar un pequeño extremo, quedó evidente que la herida contenía algo en su interior, emanaba un humo oscuro virulento. Percibí el profundo olor a quemado. La piel de Esteban tomaba la apariencia de algo semejante a un tizón, mientras el olor se volvía más penetrante. Jon se apartó, yendo por la cadena que seguía a los pies de mi padre. Me incliné a la altura de las rodillas, mirando que ya sus brazos se habían vuelto como la piedra, pero oscurecida. —Princesa, no se acerque. — Ordenó. Con la cadena lo aprisionó, se movió un par de veces de modo horrendo, estremeciéndose. Pero se detuvo en cuanto Jon hizo la señal de la cruz sobre su frente. Quedó adormecido, volviendo su piel al color claro que solía tener. Jon cargó con facilidad a Esteban sobre sus hombros.   —No tenemos mucho tiempo, Princesa, debemos volver. Entendí perfectamente que tenía que decir las palabras mágicas con la cruz. Ambos nos aproximamos a mi padre, quien parecía no salir de su asombro. —Nigromante invoco a la luz. Nigromante invoco a la luz. Nigromante invoco a la luz. Una luz cegadora nos envolvió completamente.
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