Luna bajó de la casa del árbol y Adán la siguió. Adán no pudo evitar notar la forma curvilínea de sus piernas. Luna era una mujer con curvas, lo habia visto en su noche de bodas, pero todo aquello parecia haber sido un sueño. Necesitaba tocarla de nuevo, memorizar cada parte de su cuerpo. A pesar de que había estado lloviendo antes, el aire aún era cálido. Una mirada a sus senos, y vio que, de hecho, todavía estaba usando un sostén. Tenía una urgencia abrumadora de sentirla contra él. Tener su pecho desnudo presionado contra el de él y tocar su cuerpo. Le dolía el pene. La deseaba tanto. La intensa sensación lo tomó por sorpresa. —No me darás un respuesta preguntó él. —No quiero mentirte. —Yo tampoco quiero que me mientas. Solo dime lo que de verdad piensas, y dímelo directamente. —