Adán caminó hacia ella y tomó su copa para luego dejarla sobre la mesa.
—Sé que estas sorprendida. Pero he fingido estar en esa silla de ruedas por varias razones, una de ellas fue para encontrar a la mujer que no le importará mi condición y hablando contigo lo he confirmado. Eres la indica para mí –mencionó—. ¿Qué opinas de todo esto.
Luna estaba aún atónita.
—No se que decir—contestó aún aturdida—. No puedo cuestionar tus asuntos, tu mismo lo dijiste, tuviste tus razones y yo no soy nadie pata opinar sobre ello—dijo.
Adán le agradó su respuesta y cada vez más le gustaba su esposa. Se acercó más a ella, tan cerca que sus cuerpos estaban a punto de tocarse.
—Me gusta como piensas—le confesó Adán. Sus labios se acercaron a los de ella está lo miró a los ojos. Él era el tipo de hombre que estaba acostumbrado a obtener lo que deseaba, como si el mundo siempre estuviera esperando y ansioso por doblegarse a su voluntad y sus deseos. La tomó de la cintura y la pegó a su cuerpo, luego sus labios rozaron. Suave al principio. Bromista y suave. Luna luchó por evitar un gemido de sus labios. Luego Adán la besó profundamente y respiró con dificultad mientras caía sobre él. Ella nunca antes había experimentado algo así. El deseo comenzó a surgir de su cuerpo. Los dedos de Adán se deslizaron en el cabello de Luna y se entrelazaron suavemente. La agarró con fuerza y tiró de su cabeza hacia atrás, y ella gimió sorprendida cuando la besó el cuello.
—Cuando aceptaste casarte con un inválido, ¿era esto lo que imaginaste?—le preguntó.
—No—respondió ella con dificultad.
Él tiró de sus labios con más fuerza y ella jadeó, liberando un suave gemido. Luna podía sentir un pulso entre sus piernas, se sentia empapada. Sus pezones estaban duros. Él la miró y soltó un suave gruñido. Ella nunca se había sentido tan fuera de control en su vida.
—Quítate el vestido—le ordenó. Ella estaba acostumbrada a obedecer. Su corazón latió violentamente en su pecho. Lo miró fijamente, con la boca abierta. Comenzó a bajar el cierre de su vestido, se lo bajó despacio hasta la cintura, él la veia mientras lo hacía. Pero Adán también se comenzó a desvestir e inició con el saco y luego la corbata y terminó con la camisa que traía puesta. sólo se quedó en pantalón. Su pecho era musculoso y sus abdominales estaban bellamente definidos. Luna nunca se había desnudado mientras un hombre la miraba. Nunca había estado con un extraño y jamás
se habia entregado a un hombre tan completamente—.Déjame ayudarte, date la vuelta —le dijo él. Ella se giró despacio. Adán desabrochó el sostén. Luego besó
Su hombro. El brasiel cayó al suelo dejándola en bragas. Luego él la rodeó para estar frente a él, miró sus senos y los montículos rosados y firmes que tenia. Las mejillas de Luna se volvieron de un rojo brillante. Adán le encantó eso, la besó en ese momento en los labios mordiendo su labio inferior mientras tocaba un seno. Ella dejó escapar un gemido de sorpresa cuando él tiró de su vestido hacia abajo llegando al suelo dejándola solo en bragas.
La sostuvo contra él, su piel cálida, caliente como una ducha fresca que se convirtieron en agua hirviendo. Adán le lamió los pezones, los chupó, ella lanzó un gemido irregular cuando él puso una de sus manos sobre su coño que cubría las bragas—.Para alguien que nunca ha estado con alguien, estás muy empapada en este momento—agregó. Luna se mordió el labio mientras él deslizaba sus bragas a un lado y pasaba un dedo por sobre su raja mojada. Ella jadeó cuando él encontró su clítoris y movió la yema de un dedo alrededor de él suave y lentamente. El placer rodeó a lo largo del centro de Luna e inclinó la cabeza hacia atrás, exponiendo su garganta. Él besó su cuello y mordió. Ella jadeó. Los dedos de Adán se deslizaron en su coño, reemplazando el dolor momentáneo con una explosión de éxtasis. Luna gimió cuando el dolor y el placer se mezclaban en un salvaje frenesí de endorfinas. Él sonrió y mordó su hombro, más suave esta vez—.Te gustó eso—susurró él.
—Si—respondió ella—. Nunca antes me habían mordido.
—Esta noche está llena de primicias entonces—dijo.
—¿Qué más me vas a hacer?—interrogó Luna.
Los ojos de Adán brillaron. Miró su cuerpo y fue como si estuviera perdiendo el control. La besó más fuerte y se burló de su coño. Primero un dedo, luego dos, follándola dentro y fuera. Montó sus caderas en su palma y él tiró hacia atrás para provocar su clítoris. Ella estaba gimiendo en su boca.
—Recuestate sobre la cama —pidió él.
Ella lo obedeció. Él se acercó y le ayudó a quitarse las bragas dejándola completamente desnuda. Luego se arrodilló y abrió sus piernas y sin que ella lo esperara él agarró su trasero con ambas manos, empujando su coño contra su boca. La lamió, chupó su clítoris antes de lamer su entrada. Ella gimió, ciega de placer. Él sonrió y deslizó sus dedos profundamente dentro. Ella se estremeció y gimió. Estaba a punto de corrrerse, no sabía que era esa sensación que su cuerpo estaba sintiendo, pero tenía la necesidad de que se liberará. Pero él la lamió de nuevo, la chupó más rápido y deslizó sus dedos dentro, ella se sentía perdida, más allá de cualquier pensamiento racional mientras se corría en su boca en un estallido de absoluta intensidad y placer. Luna respiró con dificultad, Adán se puso de pie y la besó, dejando en sus labios su propio sabor. La forma en que él la miraba la dejó intrigada, era como si quisiera despedazarla y destruirla, era demasiado seductor para decirle que no. Adán se echó hacia atrás y se desabrochó el cinturón. Ella lo miró. Estaba destrozada ya por ese orgasmo, sus piernas temblaban ya no podía soportar más. Pero él no se detuvo.
—Creo que estoy satisfecha—dijo ella mientras se quitaba el pantalón —.Tal vez deberías parar—agregó. Pero él no iba hacerlo, no después de probarla. El contorno de su pene era grueso y largo. Ella Parpadeó hacia su erección.
—Eso sugiere lo contrario–dijo él y sonrió, se quitó la ropa interior. Era grueso y duro, las venas pulsantes y masivas. Se acarició a sí mismo. Luna lo miró boquiabiertoa ¿Cómo diablos va a encajar eso dentro de mí? Se preguntó. Tenía miedo, pero estaba emocionada por sentirlo dentro de ella.
Adán se acercó y se puso sobre ella, tomó la mano derecha de Luna y la guió hacia su pene. Luego besó su cuello, después bajó hacia sus senos donde besó sus pezones. Ella sintió con sus dedos su líquido preseminal y lo acarició más rápido. Él dejó escapar un suave gruñido de placer. Adán volvió a lamer sus pezones y los mordió. No demasiado fuerte, pero lo suficiente como para doler. Ella inhaló profundamente y él sonrió y lo volvió
hacer. Abrió las piernas de Luna y ella Jadeó por la sorpresa cuando sintió su pene presionar contra su entrada empapada. Jadeó, sorprendida y repentinamente asustada, pero él agarró sus caderas y deslizó su eje hacia arriba y hacia abajo por su coño, abriéndola y dejando su pene mojado y empapado con sus jugos. Ella gimió y queria que él siguiera, solo frotó su clítoris con la punta de su pene—
Pero él se presionó dentro y el mundo de Luna explotó en una loca mezcla de placer y dolor. Gimió mientras la llenaba despacio, muy despacio, Adán estaba siendo amable. Él gimió mientras retrocedia y se adentraba más, llevándola más y más lejos con cada embestida lenta hasta que estaba completamente dentro de ella. Jadeó. Él alcanzó sus caderas para jugar con su clítoris. Luna sentía placer y dolor, pero todo era una mezcla y no pudo pensar en nada más, estaba tan cegada por las sensaciones que flotaban a lo largo de su cuerpo en chispas.
—¿Te gusta?—él preguntó.
—Si—gimió ella.
—¿Quieres que te siga follando?
—Si—jadeó de nuevo.
—Entonces pídelo.
—¡Follame por favor!—jadeó Luna. Él la folló de un golpe duro. Dentro y fuera, dentro y fuera de nuevo. Luna gimió, y sintió, un dolor agudo y ardiente que lentamente, muy, muy lentamente, se convirtió en algo bueno. Algo asombroso. La folló más rápido, mientras frotaba su clítoris —.Joder, sigue por favor—pidió ella con una bocanada de aire gutural. Estaba sudando y él la tomó profundamente de nuevo.
—Quiero correrme entre tus bonitas piernas—dijo él excitado.
—Hazlo—pidió ella con urgencia.
La folló duro una vez, dos veces. Empujones profundos. Enviaba una ráfaga de placer al cerebro de Luna. Ella se aferraba a la espalda de Adán. Él fue más rápido y ella gimió en su oído. Esta vez ella sintió que la llenaban. Su orgasmo fue un milagro entre mis piernas. Ambos se habian corrido juntos, pero también perdidos en sus propio placeres.
Adán se deslizó hacia un lado. Luna
Esperó que se levantará de la cama. En cambio, él envolvió sus brazos alrededor de ella y la tiró con fuerza hacia él. Deslizó las sábanas hacia ellos y se acurrucaron. luego la besó suavemente.
—A partir de esta noche eres mía—le dijo Adán en un susurro.
Luna sonrió con sus palabras. Se sentía realmente feliz, esperaba que su matrimonio siempre fuera así. Sin embargo, esto solo era le inicio de lo que de verdad era su esposo.