LUCAS Unas horas más tarde Suspiré satisfecho mientras me estiraba. Tanteo a mi alrededor en busca de Esmeralda, mis cejas se arrugaron cuando encontré la cama vacía y fría. —¡Esme!— Gimoteé mientras volvía a estirar las piernas. —Cariño, ¿dónde estás? Al no obtener respuesta, suspiré y abrí los pesados párpados para ser recibido por los rayos de luz de la luna. Gruñendo, salí de la cama y me arrastré fuera de la habitación y escaleras abajo. —Nada de niños pequeños, jovencita, no hasta que tengas al menos diez años—. Oí la voz de Sebastián riéndose desde el salón. Me arrastré un poco más y vi a Sebastián y Martín sentados en el sofá con Esme sentada entre ellos escuchando ansiosamente. —No hagas caso al tío Sebastián, no tiene ni idea de citas—. Martín sonríe dándole un codazo a S