ADDYSON
Me retorcí en la cama sintiendo un vacío incómodo en el estómago. Sabía exactamente lo que era: arrepentimiento.
Aunque no hicimos nada más que abrazarnos, besarnos y dormir, no pude evitar sentirme estúpida por dejar que las palabras que solían reconfortarme... me engañaran. Engañarme. Pensé que me amaba al menos antes de encontrarlo con las pelotas dentro de alguien que no era yo. No podía evitar cómo me sentía. Me sentí estúpida por dejarle entrar... otra vez.
Le miré desde detrás de mis pestañas. Parecía tan tranquilo, tan inocente cuando dormía. Pero no era nada de eso. Nate y yo éramos tóxicos el uno para el otro, y lo sabíamos.
Me rodeó el cuerpo con los brazos y me estrechó contra él. Recorrí suavemente su mandíbula perfecta mientras estudiaba su rostro impecable.
Se había teñido el pelo de un rubio platino que combinaba a la perfección con su tez pálida. Estaba más grande que la última vez que lo vi. Tenía el pecho cubierto por un par de tatuajes que le abrazaban el torso.
Pero seguía siendo Nate.
Aparté rápidamente la mano cuando sentí que se movía y poco después sus ojos se abrieron lentamente.
—Nena...— Murmuró.
Nena.
Me encantaba que me llamara así. Pero ahora solo me hace querer llorar a mares.
—¿Qué estás haciendo?— Me besó en la frente, sus labios se quedaron un rato antes de abandonar mi cabeza.
—Solo estaba... mirándote a la cara—. Murmuré sintiendo que mis mejillas se calentaban. Aparté rápidamente la mirada. Él soltó su risa profunda y tiró de mi cara hacia atrás.
—No apartes la mirada Addy, no me importa. Echaba de menos esto.
Sonreí débilmente y me zafé de su abrazo solo para que él volviera a tirar de mí.
—¿Adónde vas? Vamos a abrazarnos más—. Murmuró tirando de mí hacia su pecho desnudo.
Solté una risa nerviosa y me levanté con éxito.
—Nate necesito ducharme.
Gimió antes de murmurar palabrotas en voz baja.
—Vale.
Nate también tenía mal genio. Nunca me pegaba, pero había veces en las que estaba a punto de hacerlo y acababa estrangulándome o agarrándome de la muñeca hasta ponerla roja.
Yo le perdonaba cuando ocurría porque me decía que “no volvería a pasar” o que “había sido un accidente”
Cerré la puerta del baño y me desnudé mirándome en el espejo.
Cuando mis ojos se encontraron con los de la chica del espejo, se me escapó una lágrima. Y luego otra. Y otra más.
Me sequé las lágrimas y me dirigí a la ducha, la abrí y me metí en el agua caliente y humeante. Puse las manos en las paredes y apoyé mi peso en ellas para no caerme. Mi pelo empapado caía a mi lado mientras lloraba.
Me incliné hacia arriba para dejar que el agua se llevara mis lágrimas aunque aparecieran más. Me sorbí las lágrimas mientras empezaba a lavarme.
—Cariño, ¿por qué lloras?— Oí la profunda voz de Nate preguntar desde detrás de mí. Su mano me apartó el pelo de delante y me lo echó por encima de un hombro antes de plantarme un beso en la piel.
Me estremecí al sentir sus labios contra mí. Hacía mucho que no sentía algo así. Desde Nate.
Quería a Nate, pero sabía que tenía que dejarlo marchar para estar bien. Tenía tantos problemas conmigo misma por su culpa. Cuestionaba mi autoestima cuando estaba con él. Buscaba la aprobación de la gente por lo que él hacía.
—Te odio—, murmuré débilmente.
Sus besos cesaron y pude sentir cómo se tensaba detrás de mí.
—¿Qué?
Dejé escapar un suspiro tembloroso e inquieto antes de darme la vuelta para encontrarme cara a cara con un Nate enfadado.
—He dicho que te odio—. Repetí. Sus cejas se arrugaron y apretó el puño a su lado.
—No lo dices en serio Addy, lo superamos anoche.
Le miré directamente a los ojos conteniendo las lágrimas que tan desesperadamente querían salir.
—Te odio, j***r.
Apretó la mandíbula y se estremeció ante mis palabras.
—No digas cosas que no sientes—. Se quejó.
—No me digas lo que tengo que hacer, Nate—. Dije levantando un poco la voz. Abrí la cortina de la ducha y salí solo para que él me siguiera.
—Baby, no quiero discutir—. Refunfuñó intensamente mientras me veía secarme con la toalla.
Le tiré la toalla ganándome un gruñido animal mientras me seguía a mi habitación.
—Me importa una mierda. Si no quieres discutir ya sabes dónde está la puerta—. Dije mientras deslizaba un sujetador deportivo y unas bragas seguidas de unos leggings.
—¿Me estás echando?— Gruñó agarrándome de la muñeca y tirando de mí hacia su cuerpo ahora semidesnudo. —Addyson no te atrevas a alejarte de mí.
—Suéltame Nate, se suponía que lo de anoche no tenía que pasar. Suéltame. ¡Suéltame!— Grité.
—¡¿Con quién coño te crees que estás hablando?!— Apretó los dientes y me estampó contra la pared con la mano alrededor de la garganta.
Sus ojos irradiaban un fuego furioso mientras me agarraba la garganta mirándome directamente a los ojos.
—Sabes que odio hacerte daño, Addyson. ¿Por qué hacer las cosas más difíciles?— Su tono furioso me hizo dar un respingo y las lágrimas recorrieron mis mejillas enrojecidas.
—N-Nate... tienes que dejarme ir—. Me atraganté.
Me soltó la garganta y me abrazó.
No quería estar en su abrazo... ni en su presencia. Solo quería librarme de él. Me hacía quererle y odiarle. Podía ser dulce cuando quería, pero Nate tenía ese gatillo que nunca sabías cuándo iba a apretar. Tenía mal genio.
Eso era lo que me asustaba.
—Cariño, lo siento, por favor, lo siento—. Murmuró en mi pelo mientras me acariciaba la espalda. —Lo siento, Addy. Yo solo... j***r.
—Deja Nate—. Resoplé mientras me apartaba de él sin molestarme siquiera en mirarle a los ojos.
—¿Qué?— Preguntó incrédulo.
—¡He dicho que te vayas!— le grité sin mirarle a los ojos.
Aulló enfadado antes de dar un puñetazo a la pared que provocó un agujero.
—¡MALDITA SEA ADDYSON!
—¡FUERA NATE! ¡DEJA DE VENIR!— le grité. Le vi romper y destrozar las cosas de mi habitación. Arrancó las sábanas de mi cama y tiró mi ropa del armario. Rompió las muñecas de cristal que papá me regaló por mi 13 cumpleaños. Rompió fotos mías y de mi hermana.
Y cuando acabó con su rabieta, se fue.
Me tapé la boca para evitar que se me escapara un sollozo, pero no lo conseguí. Mirando los destrozos con ojos llorosos, vi una cosa que no había roto.
Pasando por encima de los cristales, el algodón y la ropa, cogí la foto intacta de mamá. Lloré mientras limpiaba el cristal sobrante de todo lo demás que había destrozado.
—Mama...— grité mientras abrazaba la foto contra mi pecho agitado.
—¡Addyson! ¿Qué rayos ha pasado?— Oí la voz de papá preguntar frenéticamente desde detrás de mí.
—Te diré lo que ha pasado, maldito Nate Lancaster—. Oí la voz de mi hermana. —¿Qué hizo?
Me agarró del antebrazo y me levantó. Papá vino y se unió a ella para examinar mi estado.
—¿Sintió que te asfixiaba?— Leonora chilló horriblemente mientras sus dedos recorrían mi cuello para que yo hiciera una mueca de dolor.
—S-s-solo tuvimos un malentendido, no es nada...— Murmuré apartando sus manos de mí solo para que papá me agarrara la muñeca de nuevo.
—Addyson, Querida... Por favor, dime la verdad esta vez—, suspiró tristemente mirándome directamente a mis ojos llorosos. —¿Te está haciendo daño?
Mi labio inferior tembló ante la verdad... Lo estaba haciendo. Mental y físicamente.
—¡Claro que sí! Mira su puto cuello... ¡Rayos, mira su habitación!—. Leonora gritó enfadada mientras pateaba la basura a un lado.
Papá me abrazó y me besó la cabeza mientras me susurraba palabras tranquilizadoras.
—Hija, voy a matar a ese cabrón—. Dejé escapar un sollozo tembloroso mientras lloraba en el pecho de mi padre. Me sentía como una niña pequeña que necesitaba protección.
Pero en cierto modo eso era lo que yo era.
—Ve a asearte Addyson, limpiaremos esto y luego iremos a la comisaría—. Papá dijo plantando un beso más en mi cabeza.
—¡No! No por favor, yo...— Dejé escapar un suspiro incómodo y susurré otro “no” dócilmente.
Papá suspiró antes de soltarme y salir de la habitación con Leonora siguiéndole.
Me arrastré hasta el baño con piernas temblorosas y me despojé de mi ropa limpia, aunque me sentía sucia porque el olor de Nate estaba impregnado en ella.
Sintiéndome cansada llené la bañera con agua tibia y me hundí.