LUCAS
Me desperté con el olor a tortitas y el dulce sonido de la risita de mi niña. Sentí unas manos cálidas que me rodeaban el pecho mientras me movía en el sofá.
—Esme, cariño, ¿qué haces levantada? —murmuré mientras la acercaba a mí.
Al no oír respuesta, abrí lentamente los ojos.
—¿QUÉ COÑO?— Rápidamente empujé a Martín de encima de mí haciendo que cayera al suelo.
—Tío, ¿qué coño? Estaba durmiendo gilipollas—. Gimió.
—Sí—, resopló Sebastián desde la puerta. —En su regazo, coño.
Lo fulminé con la mirada, frotándome el cuello dolorido, y me levanté del sofá.
—Dios, es demasiado temprano. ¿Dónde está mi bebé?— refunfuñé mientras dejaba que mis ojos se adaptaran a la luz del sol que entraba en la habitación.
—Ni idea—. Sebastián se encogió de hombros. —Acabo de salir del baño.
—¡Espera!— gritó Sebastián.
Corrió hacia el pasillo y la cocina, y nosotros le seguimos. Todos nos detuvimos con la boca abierta ante el espectáculo que teníamos delante.
Addyson estaba cocinando en la cocina con Esme apoyada en la encimera comiendo un trozo de beicon. Con el pelo ondulado recogido en una coleta alta que le caía por la espalda, mis ojos recorrieron su cuerpo. Llevaba las piernas enfundadas en unos vaqueros celestes que resaltaban su culo respingón y el pecho cubierto por una camiseta blanca de tirantes. Hablaba y reía con Esme sin fijarse en nosotros hasta que Esme se volvió hacia nosotros.
—¡Papi!— soltó una risita, extendiendo los brazos hacia mí. —¡Mira, Addy está preparando el desayuno!
Sonreí y aparté a Sebastián y Martín del camino mientras me acercaba a mi pequeña cogiéndola en brazos y rociándole la cara de besos.
—Buenos días, señor Rodriguez—, sonrió Addyson mientras apagaba el fuego.
Le devolví la sonrisa y asentí.
—Buenos días, Addyson.
Sauce se aclaró la garganta llamando la atención de todos para que miraran hacia él.
—Hola Sra…
—Sánchez, pero por favor—, habló en voz baja arreglando los platos de todos. —Llámame Addyson.
Asintió con la cabeza antes de continuar.
—Bueno Addyson, yo soy Sebastián y este es Martín. Amigos de Lucas.
Martín la saludó también antes de conducirla al comedor y ayudarla a dejar los platos.
Eché un vistazo a mi teléfono para ver si Selena había dejado algún mensaje antes de mirar la fecha. Frunciendo las cejas miré a Addyson.
—Addyson es sábado, ¿qué haces aquí?—. Pregunté.
Agarró a Esme y la apoyó en la cadera, haciendo que se le levantaran los pechos. Sentí que mis pantalones se tensaban antes de sacudir la cabeza y dirigir mi atención a su cara.
—Se fue con Mateo. Como todos estabais dormidos decidió llamarme para que cuidara de Esme—. Ella sonrió a Esmeralda.
Martín le sonrió antes de acercarse a mí.
—Definitivamente podría ser madre.
Sauce le dio una palmada en la espalda uniéndose a nosotros mientras la veíamos interactuar con Esme.
—Eres tan inmaduro Martín —. Sacudió la cabeza haciendo que su largo mechón rizado volara por todas partes.
—¿No vais a venir a comer?— Preguntó mientras sujetaba a Esme.
—Por supuesto.— Dijo Sauce frotándose las manos mientras tomaba asiento junto a Esme.
—Come mamita—. Chistó mientras empezaba a comerse las tortitas.
—Voy a refrescarme—, murmuré mientras veía a los demás sentarse. Besé la frente de Esme antes de dirigirme a mi dormitorio.
Me froté la cara con agua mientras me lavaba la cara.
Se fue con Mateo. Ni siquiera tuvo la decencia de vigilar a nuestra hija.
Me burlé antes de agarrar mi cepillo de dientes y empecé a cepillarme los dientes.
—Siento lo de Mateo y tu mujer—. Oí murmurar a Addyson.
Escupí la pasta de dientes antes de limpiarme la boca y girarme para verla apoyada en la puerta con los brazos cruzados sobre el pecho.
—No te preocupes por eso. Ni siquiera me importa ahora y a ti tampoco debería importarte.
Su cara cayó ante mis palabras, dejándome darme cuenta de que era mi tono y no las palabras.
—Lo siento—, dije dando un paso más cerca de ella. —Es que odio hablar de ello.
Ella asintió antes de morderse el labio nerviosamente.
—No hagas eso—, le dije mientras sentía que me endurecía ante la idea de morderle el labio o hacer aún más.
Ladeó la cabeza confundida.
—¿Hacer qué? —preguntó.
¿Tan inconsciente era de lo que estaba haciendo?
—Eso—. Señalé mientras la empujaba ligeramente y volvía a mi dormitorio para cambiarme esta ropa incómoda.
—¿Morderme el labio?
Cerré la puerta del armario mientras me desvestía y me ponía unos pantalones de chándal.
—Sí—, asentí mientras salía dejándola mirando mi pecho desnudo y mordiéndose ese maldito labio suyo.
—j***r, Addyson...— Gemí mientras me frotaba los dedos por la cabeza intentando detener los sucios pensamientos de ella enredada conmigo en mi cama.
—¿Qué?—, sonrió mientras se acercaba a mí.
Fue entonces cuando me di cuenta de lo pequeña que era ella y lo alto que era yo.
Pasó las yemas de los dedos por mi pecho, observando mi línea V antes de ver cómo sus manos subían hasta mi clavícula.
—Addyson, no me hagas...— Gemí. Agarré sus caderas, memorizando lentamente, saboreando la curva de sus caderas y finalmente su culo.
—¿Hacer qué?— Preguntó inocentemente mientras me miraba con cara de inocencia y desconocimiento.
Joder, no creo que pueda contenerme más.
Se puso de puntillas y me plantó un beso en el pecho que me hizo perder los papeles.
La agarré por la nuca, arrancándole un grito ahogado antes de capturar sus labios con los míos. Me rodeó el cuello con los brazos y tiró de mí para acercarme más, haciendo que mi erección se clavara en su vientre. Se gimió en mi boca mientras yo le apretaba el culo. Le metí la lengua en la boca para que explorara todos sus rincones, mi lengua se aferró a la suya y bailaron mientras seguíamos besándonos apasionada y acaloradamente.
La apoyé sobre mí por el culo, pegándonos contra la pared mientras seguía asaltando su boca.
Los gemidos de ella y los gruñidos míos se mezclaban en mi habitación convirtiéndose en música para mis oídos mientras movía mis labios contra los suyos. Me aparté mirándola a los ojos antes de atacar su cuello con mordiscos de amor y besos con la boca abierta. Ella gimió y se agarró a mi nuca mientras yo succionaba su punto dulce, chupando y mordiendo todo su cuello, sin duda de que no quedaría ni una marca. Una marca oscura.
—Lucas...— Gimió pasándome los dedos por el pelo.
—¡Lucas! ¡Oye tío, a dónde ha ido Addyson, quiero darle las gracias antes de irme!— Oí gritar a Sebastián desde detrás de la puerta haciéndome gemir.
—No lo sé, tal vez no vaya al baño—, respondí mirándola directamente a sus cálidos y acogedores ojos.
Ella se mordió el labio, conteniendo una risita que hizo que mi polla se crispara.
—Oh—, oí reír a Sebastián. —Vale, pues si la ves, dile que le doy las gracias de mi parte, estaba absolutamente delicioso—. Terminó. —Vamos Martín, dejémosle que se folle a la niñera—. Se rió, seguido por la risita de Martín y unos pasos que se alejaban de la puerta.
—Vaya amigos que tienes—. Soltó una risita mientras saltaba de mis brazos, dejándome frío.
—Sí...— Sonreí mientras la miraba en el espejo.
Se dio la vuelta con el ceño fruncido.
—Escucha lo entiendo si te sientes solo o lo que sea, entiendo si eso fue como una cosa de una sola vez—. Se revolvió nerviosamente y jugó con su pelo haciéndome reír.
¿Pensó que era cosa de una sola vez? ¿Creía que había terminado?
Me reí por la tontería y ella me miró de reojo.
—¿Qué es lo gracioso?— Preguntó.
Negué con la cabeza antes de dar una larga zancada hacia ella, acercándola a mí.
—Voy a seguir besándote, y luego—, le pasé las yemas de los dedos por el brazo antes de cogerle el culo con las manos. —Voy a destrozarte este culito, ¿vale?
Me miró sorprendida y me dio la oportunidad de besarla de nuevo. Acaricié sus carnosos labios con los míos, moviéndolos al unísono mientras nos besábamos con pasión. Cuando nos separamos, vi lo sonrojada que estaba.
Me lamí los labios, capturando su sabor en mi boca mientras la miraba fijamente a los ojos.
—Probablemente, debería ir a ver a Esme—. Apartó la mirada mordiéndose el labio intentando ocultarlo.
La agarré de la barbilla y la obligué a mirarme.
—No hagas eso, j***r, me vuelve loco—, refunfuñé antes de besarla suavemente. El beso dejó escapar un sonido de bofetada mientras la besaba una y otra vez.
—Y a partir de ahora llámame Lucas—, sonreí mientras le daba una bofetada en el culo. —Ahora vete amor.
Ella soltó una risita antes de irse a atender a Esme y yo no pude evitar sonreír. j***r.