Capítulo 18

1312 Words
Maeve —Lo más difícil de todo, es saber que no estará aquí el día de la graduación... —se lamentaba Sarah, su voz quebrándose en las últimas palabras. Sus lágrimas caían silenciosamente mientras tomaba un trago de su copa, el licor brillando bajo la luz de la sala como lágrimas doradas. Habíamos decidido despedirnos de Dani de la manera en que a ella le hubiera gustado estar con nosotras: bebiendo y recordando los buenos tiempos. Cada sorbo era un brindis silencioso por su vida, por los momentos que compartimos, por las risas que resonaban en nuestras memorias como ecos de un pasado que ahora nos parecía demasiado lejano. La sala estaba envuelta en una quietud rota sólo por el ocasional sonido de sorbos y sollozos suaves. Clau, normalmente la más fuerte de nosotras, se mantuvo en silencio, su mirada fija en la pequeña foto de Dani que habíamos colocado en el centro de la mesa, rodeada de flores blancas. —Ella habría querido que nos riéramos, que contáramos sus historias con nosotras... —intenté, mi voz temblorosa mientras buscaba alguna anécdota alegre para compartir. Sarah asintió, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano antes de esbozar una sonrisa triste. —Recuerdo esa vez en la fiesta de año nuevo, cuando Dani decidió que sería una buena idea subirse al techo para ver los fuegos artificiales. Estábamos todas aterrorizadas de que se cayera después de todo el alcohol que había ingerido. Esa pequeña historia hizo que una risa suave, aunque teñida de tristeza, se escapara de nuestros labios. Por un momento, la sombra de Dani parecía reír con nosotros, su espíritu llenando el espacio como lo había hecho tantas veces antes. Con la imagen de Dani, tan llena de vida, aún fresca en nuestras mentes, un nuevo propósito comenzó a tomar forma, uno impulsado por el deseo de justicia. —Encontraremos al culpable y lo haremos pagar, —declaré, cada palabra marcada por una promesa silenciosa a Dani. Clau, que había estado notablemente callada durante la mayor parte de la tarde, asintió. —Lo haremos sufrir tanto que se arrepentirá de lo que hizo, —afirmó, su voz baja pero cargada de una ferocidad que resonó en la sala. Sarah también mostró su acuerdo. Se incorporó, su postura reflejando la de Clau y la mía. —Estoy con ustedes, —dijo, con un tono que no admitía discusión. —Dani merece justicia, y se la daremos, pase lo que pase. La noche había desplegado poco a poco su oscuro manto sobre la ciudad, envolviendo nuestro pequeño refugio con sombras y luces tenues que se filtraban por la ventana. Mi apartamento, aunque usualmente un lugar de risas y charlas sin fin, se había transformado en una burbuja de consuelo y planteamientos para darle justicia a nuestra amiga. —Deberíamos cocinar algo, —propuso Sarah. Se levantó y se dirigió a la heladera, abriendo la puerta con un gesto teatral. —¿Cuándo fue la última vez que compraste comida? Al ver el espacio casi vacío, sentí una ola de vergüenza, pero la situación era tan cómica que no pude evitar soltar una carcajada. —Bueno, podría ir hasta el mercado a unas calles... —dije, levantándome y estirándome, sintiendo la necesidad de moverme, de hacer algo útil. —O podríamos encargar algo... —sugirió Clau, pasando por nuestro lado en dirección al baño, su voz resonando con un tono cansado. —¿Y qué desayunamos mañana? Deja que voy hasta allí, —respondí, deslizándome en mi chaqueta amarilla. Tomé las llaves y mi billetera de la mesa cerca de la puerta. —Voy contigo, —dijo Sarah, acercándose a mí con una mirada protectora. —No es necesario, de verdad, es a unas calles de aquí. Mejor quédate y elige alguna película, —le insistí, sabiendo que un poco de normalidad como elegir una película podría ayudarnos a todas. Ella dudó un momento, su preocupación reflejada en su postura y su mirada, antes de asentir lentamente. —Me voy a dar una ducha, —anunció Clau, desapareciendo en el baño con un suave click de la puerta cerrándose detrás de ella. Salí del apartamento, bajando las escaleras del edificio con pasos que rompían el silencio de la noche. El aire fresco de la noche me golpeó suavemente al salir del edificio, llevando consigo el ligero aroma a lluvia que aún no había caído pero que lo haría pronto. La ciudad nocturna tenía una calma peculiar, con sus luces titilantes y las calles casi vacías, un contraste tranquilizador con el torbellino emocional de nuestro apartamento. Caminé por las calles iluminadas por las farolas, cada paso resonando en el pavimento húmedo, pensando en todo lo que había pasado en las últimas horas. El mercado estaba a solo unas cuadras, pero esos breves momentos de soledad me daban tiempo para procesar, para respirar. Al llegar al mercado, la luz cálida y acogedora desde el interior me invitaba a entrar. Me moví entre los pasillos, seleccionando ingredientes para una cena que esperaba levantara un poco nuestros espíritus: algo de pasta, algunas verduras frescas, quizás incluso algo dulce para el postre. Mientras elegía una caja de pasta, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Era un mensaje de Kane: Profesor favorito: "¿Todo bien por allí? ¿Necesitas algo?" Sonreí ligeramente, tocada por su preocupación constante. Yo: "Todo bien, solo comprando algo para cenar. Gracias por preguntar." Coloqué el teléfono de nuevo en mi bolsillo y continué con mis compras, sintiéndome un poco más ligera sabiendo que Kane estaba ahí, incluso de forma remota. Completé mi canasta y me dirigí a la caja para pagar, intercambiando unas palabras amables con el cajero, quien comentó sobre la inminente lluvia. Mientras caminaba de regreso a casa, una sensación inquietante de estar siendo observada comenzó a erizarme la piel. El susurro del viento entre los edificios sonaba casi como voces fantasmales, y cada sombra parecía traer consigo una amenaza latente. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, y mis pasos se aceleraron instintivamente, cada eco de mis zapatos en el suelo sonaba cada vez más fuerte en mis oídos. El camino de regreso me llevó cerca de un callejón poco iluminado, un atajo que normalmente tomaba sin pensarlo. Pero esa noche, cada contenedor de basura y cada puerta cerrada parecía esconder posibles peligros. Fue entonces cuando lo sentí: una presencia repentina y amenazante, un segundo antes de que una mano se cerrara firmemente alrededor de mi brazo, arrastrándome hacia la oscuridad del callejón. Las bolsas de la compra se me cayeron de las manos en un instante de pánico puro, las cosas de dentro cayendo por el suelo con un ruido sordo. Intenté gritar, pero otra mano se movió rápidamente, cubriendo mi boca y sofocando el sonido. Mi corazón golpeaba violentamente contra mi pecho, y mi mente gritaba por ayuda mientras luchaba inútilmente contra el agarre de mi atacante. Cuando finalmente pude ver el rostro de la persona que me retenía, el miedo se transformó en horror absoluto. Allí, bajo la tenue luz que se filtraba desde el final del callejón, estaba él, el asesino de Dani. Sus ojos, fríos y calculadores, no mostraban remordimiento ni humanidad. Por un momento, el mundo pareció detenerse, y todo lo que pude hacer fue mirarlo, inmovilizada por el miedo y la sorpresa. —¿Qué quieres? —logré murmurar detrás de su mano, mi voz temblorosa pero furiosa. Él sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos, y su agarre se apretó aún más. El olor a tabaco y algo metálico se mezclaba con el aroma a humedad del callejón, formando una combinación que me hacía sentir náuseas. —Shh, —susurró él, su voz tan baja que apenas era audible sobre el latido de mi corazón. —No queremos que esto se ponga demasiado ruidoso, ¿verdad?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD