Capítulo 19

1435 Words
Maeve El chico inclinó su cabeza hacia mí, su nariz rozando la delicada piel de mi cuello. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, tanto por el frío del aire nocturno como por el miedo que me envolvía. Su aliento, caliente y pesado, soplaba contra mi piel mientras inhalaba profundamente. —Hueles tan bien, —murmuró con una voz suave y peligrosamente amenazante. —No he podido olvidar tu olor desde la fiesta. Intenté zafarme, pero su agarre solo se apretó con más fuerza, sus dedos presionando hasta el punto de dolor en mi brazo. La proximidad forzada y su control físico eran abrumadores y estaba nauseabunda. —Tuve que contentarme con la otra chica, —continuó, su tono casi melancólico pero con un filo oscuro. —Ella llevaba tu olor... aunque no cumplía con la promesa del sabor que tú prometías. El horror y la repulsión me invadieron mientras las implicaciones de sus palabras se hacían claras. Dani había sido un sustituto, un medio para llegar a mí, y la culpa y la rabia se entrelazaron dentro de mi pecho. De repente, él se inclinó más hacia mí, su mano ahora sujetando mi barbilla con fuerza, sus labios buscando los míos en un gesto que pretendía ser un beso. Instintivamente, giré mi cabeza, evitando su contacto, mientras una oleada de repulsión me recorría. Con una mano todavía libre, empujé contra su pecho, luchando con todas mis fuerzas, aunque él era un muro inamovible. —¡No! —grité, finalmente liberando mi rostro de su mano. Mi voz resonó en el callejón, más fuerte de lo que esperaba, llena de desesperación, pero eso no pareció alterar a nadie. —No hagas esto más difícil, —dijo él, su voz cambiando, el velo de seducción desapareciendo para revelar una amenaza más cruda. Volvió a intentar poner sus labios en los míos pero no lo iba a permitir. El dolor punzante de una mordida me hizo temblar, pero lo que siguió fue aún más aterrador. —¡Lo sabía! —susurró con un deleite macabro, saboreando la palabra como si fuera otro sorbo de mi sangre. —Sabes como el mismísimo cielo, ese maldito idiota te quería solo para él... Mientras el sabor metálico de mi propia sangre se mezclaba con el pánico, observé aterrorizada cómo sus dientes habían cambiado, revelando colmillos afilados como navajas. La visión era de una pesadilla, y él, con mi sangre aún brillando en sus labios, parecía un depredador sacado de un cuento oscuro y retorcido. Antes de que pudiera siquiera pensar en sus palabras, su lengua áspera rozó mis labios en un gesto grotesco, su intención clara al avanzar hacia mi cuello. Mi mente gritaba, cada fibra de mi ser empujando hacia el instinto de huir, de escapar de esa pesadilla viviente. Pero entonces, el aire cambió repentinamente, la presión de su cuerpo sobre mí desapareció. Alzando la vista, vi a Kane, su expresión dura y sus ojos ardían con una ira animal. El alivio que sentí al verlo fue inmenso, pero duró poco, reemplazado rápidamente por una nueva ola de miedo por la forma en que me miraba. No, no a mí, sino al chico y la promesa de que lo que haría a continuación no sería placentero. —Sal de aquí, —dijo Kane, su voz sombría y profunda que no había escuchado antes. —Pero... —comencé a objetar, incapaz de dejarlo enfrentar solo a ese monstruo. —¡Por lo que más quieras, SAL DE AQUÍ! —gritó, su voz elevándose en furia y urgencia, empujándome a actuar. Antes de que pudiera protestar nuevamente, Kane se lanzó hacia el chico con una velocidad y fuerza que no parecían humanas. No esperé a ver el resultado. Con el corazón golpeando fuerte contra mi pecho y las lágrimas mezclándose con la sangre en mi rostro, corrí. Cada paso me alejaba del callejón y cuando llegué a la calle, apoyé la espalda en la pared de una casa. No quería dejar a Kane solo. El miedo aún latente de mi encuentro cercano con la muerte se mezclaba con una culpa abrumadora. Dani... esto es todo mi culpa, pensaba una y otra vez. Si no hubiera sido por mí, nunca habría sido objetivo de ese monstruo. La culpa mordía más profundo que los colmillos del atacante. En mi mente, la voz de la razón intentaba calmarme. No puedes cargar con la responsabilidad de las acciones de un asesino, pero era como un susurro ahogado por gritos de autoacusación. Debería haber hecho algo más, podría haber evitado todo esto... La conversación interna era una tortura, y justo cuando pensaba que podría desmoronarme por completo, vi una figura avanzando hacia mí. Kane. Su caminar era firme, cargando con mis bolsas como si nada hubiera ocurrido. Pero la sangre cubría su ropa y piel, contaban otra historia, por un instante, me paralicé, la sangre me heló en las venas, temiendo lo peor. —Kane... —mi voz temblaba, mi cuerpo quería correr hacia él, abrazarlo, asegurarme de que estaba bien, pero la vista de la sangre me detuvo. —No es mía, —dijo rápidamente, como si leyera el terror en mis ojos. Al escuchar eso, las barreras que había logrado mantener alrededor de mis emociones se derrumbaron y las lágrimas empezaron a fluir. Corrí hacia él, ya no importaba la sangre. Kane me recibió con los brazos abiertos, envolviéndome en un abrazo cálido y lleno de cariño. Al sentir sus labios en la herida de mi labio inferior, una nueva oleada de lágrimas brotó. No por el dolor, sino por la dulzura del gesto, por la preocupación que demostraba. —Lo siento tanto, —sollocé, las palabras apenas audibles entre los sollozos descontrolados. —Todo esto es mi culpa... —¿Tu culpa? —Kane se apartó ligeramente, mirándome con confusión y preocupación. —Ángel, nada de esto es tu culpa. No podrías haber sabido lo que iba a pasar. Atrapada en sus brazos, sentí cómo la oleada de emociones comenzaba a calmarse poco a poco. Sus caricias en mi cabello me tranquilizaron, y cada gesto suyo me ayudaba a anclar mi ser al presente. Entre sollozos, mi respiración comenzó a normalizarse, y aunque el dolor y la preocupación seguían ahí, la presencia de Kane me ofrecía una especie de refugio seguro. Después de unos minutos en sus brazos, encontré la fuerza para separarme. Miré hacia arriba para encontrar sus ojos, buscando una señal de que todo estaría bien, a pesar de que la realidad era una maldita mierda. Kane me miró fijamente, sus ojos explorando mi rostro como si quisieran asegurarse de que estaba realmente lista para seguir adelante. —¿Estás lista para volver? —preguntó suavemente, su voz un bajo murmullo lleno de sentimientos. Asentí con una sonrisa tímida en los labios. Tomó mi mano en la suya, la sensación de su agarre firme pero suave me dió fuerzas para caminar erguida y no caerme en el intento, cada paso un poco más ligero gracias a su compañía. Cuando llegamos frente a mi apartamento, Kane, que había recogido las bolsas de compras que había dejado caer durante el ataque, me las entregó con cuidado. Sus dedos rozaron los míos, enviando un pequeño escalofrío a través de mi piel. —Te llamaré más tarde para vernos, —dijo, y había una confirmación en su voz, una promesa de que estaría allí, no importa lo que sucediera. —Gracias, por todo, —respondí, mis palabras cargadas de gratitud genuina. Él asintió, dándome una última mirada antes de alejarse. Cerré la puerta detrás de él y me apoyé contra ella, permitiéndome un momento para absorber todo lo que había sucedido. —Hasta que al fin llegas, —dijo Sarah, caminando hacia mí con un brillo de alivio en sus ojos, claramente ajena a la tormenta que había estado girando en mi interior. Me regaló una sonrisa amplia y desenfadada, tomando las bolsas de mis manos sin esperar respuesta. Se giró con una gracia despreocupada, dirigiéndose hacia la cocina para comenzar a preparar algo, dejándome con la pregunta de cómo no había notado mi labio mordido, la tensión en mis ojos, o el sutil temblor de mis manos. Me detuve un momento para mirarme en el espejo que colgaba sobre la mesa de la entrada. Para mi sorpresa, no había ni un solo rasguño visible; el espejo solo mostraba mi reflejo aparentemente intacto, sin rastro de las marcas que había sentido tan profundamente. ¿Cómo es posible? pensé, pasando los dedos sobre mi labio, esperando encontrar alguna evidencia del terror que había vivido.
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