Maeve —Lo más difícil de todo, es saber que no estará aquí el día de la graduación... —se lamentaba Sarah, su voz quebrándose en las últimas palabras. Sus lágrimas caían silenciosamente mientras tomaba un trago de su copa, el licor brillando bajo la luz de la sala como lágrimas doradas. Habíamos decidido despedirnos de Dani de la manera en que a ella le hubiera gustado estar con nosotras: bebiendo y recordando los buenos tiempos. Cada sorbo era un brindis silencioso por su vida, por los momentos que compartimos, por las risas que resonaban en nuestras memorias como ecos de un pasado que ahora nos parecía demasiado lejano. La sala estaba envuelta en una quietud rota sólo por el ocasional sonido de sorbos y sollozos suaves. Clau, normalmente la más fuerte de nosotras, se mantuvo en s