Capítulo 47

1380 Words
Maeve Kane conducía en silencio, su expresión concentrada y los músculos de su mandíbula tensos. Podía sentir la rigidez en cada uno de sus movimientos. Los primeros rayos del sol calentaban mi piel a través del vidrio, ofreciendo un pequeño consuelo contra el frío nudo de temor en mi estómago. Deslicé mi mano sobre la suya, que descansaba sobre la palanca de cambios. Su piel estaba fría al tacto, y pude sentir la ligera sorpresa en su cuerpo al contacto. —Todo estará bien, mi amor... —susurré, intentando infundir en mis palabras más seguridad de la que realmente sentía. Sabía que él estaba más ansioso que yo por ver las imágenes, cada momento que nos acercábamos al destino aumentaba la pesadez en el ambiente. Kane giró su cabeza hacia mí y me ofreció una sonrisa, una sombra de su sonrisa usual que no llegaba del todo a sus ojos, pero que aprecié enormemente en ese momento. Sus ojos reflejaban una tormenta de preocupaciones que luchaba por ocultar. Tomó mi mano y, llevándola a sus labios, besó el dorso mirándome a los ojos. El coche se deslizaba por la carretera, llevándonos cada vez más lejos de la familiaridad de la ciudad y hacia un área donde los espacios abiertos y las propiedades lujosas dominaban el paisaje. Finalmente, el vehículo se detuvo frente a unas imponentes puertas de hierro que se abrían hacia lo que solo podía describirse como una mansión de ensueño, sacada directamente de un cuento de hadas moderno. Los jardines meticulosamente cuidados y la fachada majestuosa ofrecían un espectáculo impresionante, y no pude evitar quedarme boquiabierta mientras las puertas se abrían, invitándonos a entrar. —¿Dónde estamos? —pregunté, mi voz teñida de asombro y confusión al mismo tiempo. Él se giró para mirarme con una pequeña sonrisa, sus ojos brillando con un destello travieso. —En mi casa, —respondió, como si eso explicara todo. Mi mente tardó unos segundos en procesar sus palabras. Miré la opulencia que nos rodeaba, sintiendo un gran contraste con el modesto apartamento que había asociado con él. —Pero, ¿y tu apartamento? —pregunté, tratando de unir las piezas de este nuevo rompecabezas que Kane parecía disfrutar revelándome poco a poco. Su sonrisa se hizo aún más amplia, y hubo un brillo de complicidad en su mirada que me hizo sospechar que había más en la historia de lo que había asumido. —Después de nuestra primera noche juntos... alquilé ese apartamento para estar más cerca de ti, —confesó, su voz baja pero clara, cargada de una sinceridad que me dejaba sin palabras. Negué con la cabeza, una mezcla de sorpresa y afecto en mi corazón. A pesar de la extravagancia del gesto, no pude evitar sentirme tocada por la profundidad de lo que había hecho... y quizás un poco alarmada por su intensidad. —Menudo posesivo, —murmuré, aunque el calor en mis palabras borraba cualquier indicio de censura real. Kane rió, un sonido bajo y encantador que resonó agradablemente en el espacio confinado del auto. —Nunca dije que no lo fuera, —respondió con un guiño, aceptando el título con una aceptación que rozaba el orgullo. Al acercarnos a la entrada de la gran mansión, el coche se deslizó hasta detenerse con suavidad frente a las imponentes puertas dobles. Justo cuando apagó el motor, un hombre vestido con un uniforme impecable se acercó al coche. Era delgado y de estatura media, con el cabello perfectamente peinado hacia atrás y una postura que hablaba de un ser sobrenatural: un vampiro. Al llegar al lado del conductor, se inclinó ligeramente antes de abrir la puerta con una eficiencia tranquila. —Buenos días, mi señor, —dijo el hombre con una voz clara y calmada. Kane asintió con un murmullo de agradecimiento y salió del coche. Luego, caminó hacia el lado del pasajero y me ofreció su mano para ayudarme a salir. Juntos, nos dirigimos hacia las grandes puertas de entrada, que se abrieron sin que nadie las tocara, revelando un vestíbulo amplio y luminoso. El interior de la casa era tan impresionante como el exterior, decorado con un gusto exquisito que equilibraba la opulencia y la elegancia. Grandes pinturas adornaban las paredes, y un candelabro de cristal colgaba del techo, capturando la luz y dispersándola por toda la sala en un espectáculo deslumbrante de colores. Mientras seguía a Kane a través de este nuevo mundo, una mezcla de asombro y nerviosismo me recorrió. Este era el hogar de Kane, un lugar que reflejaba su complejidad y su poder, y a medida que avanzábamos, una parte de mí se preguntaba cómo encajaría en este entorno tan fuera de lo común. Pero entonces, Kane me miró por encima del hombro y me sonrió, y supe que mientras estuviera a su lado, encontraría mi lugar. Cuando llegamos frente a unas puertas dobles, grandes y macizas, él las empujó suavemente, y se abrieron mostrando un estudio espacioso y meticulosamente organizado. La habitación estaba iluminada por la luz natural que se filtraba a través de grandes ventanas, reflejando sobre los estantes llenos de libros y los artefactos cuidadosamente colocados. Ada estaba allí, metida en algo en el escritorio principal, rodeada de papeles y varias pantallas de computadora. Al oír nuestras pisadas, levantó la vista, y su expresión cambió, una mezcla de preocupación y seriedad se asomó en su rostro. Se acercó a nosotros con pasos medidos, manteniendo una distancia respetuosa. Aunque su rostro estaba compuesto, podía ver una sombra de tristeza en sus ojos. —Buenos días, yo... Lamento lo que te pasó, —dijo con una voz que, aunque contenida, dejaba traslucir una genuina empatía. Sin añadir nada más, salió del estudio, cerrando las puertas detrás de ella, dejándonos solos en la tranquilidad del estudio. Kane, con un suspiro casi imperceptible, me tomó de la mano y me guió hacia el escritorio. Se sentó en la silla y me atrajo hacia su regazo con un movimiento suave. Frente a nosotros, la pantalla del ordenador ya estaba encendida, mostrando la interfaz de un reproductor de video. Mi corazón empezó a latir más rápido, consciente de que estaba a solo un clic de enfrentarme a los horrores que había vivido la noche anterior. Kane notó mi tensión, y con su mano libre, acarició mi espalda en un gesto tranquilizador. —Solo si estás lista, ángel. No tienes que hacer esto ahora si no quieres, —murmuró cerca de mi oído, su voz baja y calmante. Asentí lentamente, tomando aire. Sabía que necesitaba ver las imágenes, enfrentar lo ocurrido para poder procesarlo y, con suerte, empezar a dejarlo atrás. Con una mano temblorosa, me estiré hacia el mouse y le di un clic. La pantalla cobró vida, y el video comenzó a reproducirse. Mi agarre en el brazo de Kane se apretó, buscando en él la fuerza para soportar lo que estaba a punto de ver. En la pantalla, podía ver cómo Jonas y Trevor me arrastraban hasta la cama, mi cuerpo completamente inconsciente, flojo como el de un muñeco de trapo. De fondo, la risa de Sophia resonó, cruda y despiadada, mientras los alentaba a quitarme la ropa. Su voz, llena de excitación cruel, era un sonido que me perforaba el alma, dejándome helada por dentro. Las imágenes se movieron torpemente, capturando el momento en que, por un instante, parecía despertar. Vi mis propios ojos abrirse, confusos y aterrorizados, mientras intentaba defenderme, empujándolos, intentando levantarme. Pero ellos no se detuvieron. Los golpes comenzaron, uno tras otro, hasta que la pantalla mostró cómo mi resistencia se desvanecía y caía de nuevo en la oscuridad de la inconsciencia. Mi respiración se entrecortó, y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin control. Sentía el cuerpo de Kane rígido detrás de mí, su respiración también pesada, cargada de una rabia contenida que parecía vibrar en el aire. Era claro que cada segundo de ese video era una tortura para él también. No pude soportarlo más. Me giré hacia él, que me abrazó más fuerte, sus manos acariciando mi cabello de manera reconfortante. —Lo siento, lo siento tanto, ángel. No deberías tener que revivir esto, —susurró él, su voz quebrada por la emoción. Pero necesitaba verlo, necesitaba enfrentar esa realidad por brutal que fuera.
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