Kane Maeve estaba acurrucada en mi regazo, su cuerpo sacudido por sollozos que parecían arrancarle el alma. Mis brazos la envolvían, intentando ofrecerle un consuelo que sabía era insuficiente frente al dolor que ella sentía. Cada lágrima que derramaba era como una puñalada directa a mi corazón, cada sollozo me recordaba del horror que ella había vivido y que yo no había podido evitar. El estudio estaba bañado en una luz suave, pero la oscuridad de las imágenes en la pantalla había teñido todo de un tono sombrío. La impotencia me consumía; sabía que no debía haber permitido que viera esas imágenes. Aunque parte de mí había creído que enfrentarlos sería un paso hacia adelante, ahora veía el error en mi razonamiento. Ahora, la furia ardía dentro de mí, un monstruo voraz alimentado p