Capítulo 22

1367 Words
Maeve Las respuestas de Kane, cada una cargada de sinceridad y peligro, dejaban claro que había capas en él que aún no había explorado completamente. Sin embargo, por el momento, había decidido no indagar más. No ahora, no cuando me encontraba en una posición un poco comprometedora. Me había manejado con una facilidad exquisita, dejándome apoyada en mis rodillas y manos sobre la cama mientras él se acomodado detrás de mí, tomándome con una intensidad abrumadora. Levantó la mano y la golpeó contra la parte posterior de mi muslo, haciéndome jadear. Apenas tuve tiempo de recuperarme antes de que lo hiciera de nuevo, más fuerte esta vez mientras me penetraba con movimientos constantes. El calor ardía entre mis muslos y se me escapó un gemido de placer. Su palma golpeó mi trasero y gemí cuando agarré la parte de atrás de su cuello, arrastrándolo hacia abajo y girando mi cabeza para encontrar sus labios. Antes de que lo lograra, dejó caer su boca a mi oído, arrastrando sus dientes a lo largo de mi carne y enviando un escalofrío hambriento a través de mí. Gruñó como una bestia y me arqueé hacia él, envolviendo mis manos en sus hombros. Hundió su lengua en mi boca, y cada centímetro de mi cuerpo cobró vida con ese beso. Mi cuerpo lo deseaba, mi ser lo reclamaba, y mi corazón estaba completamente en sus manos. Rompió el beso desesperado mucho antes de que yo estuviera lista para dejarlo, empujando mi cabeza hacia un lado y clavando sus dientes en mi garganta. El dolor agudo dió paso al placer, él tenía sus dientes clavados en mi piel, masajeando mis senos con una mano, estimulando mi clítoris con la otra mientras seguía entrando y saliendo de mí sin detenerse. ¿Cómo podía hacerlo? No tengo ni puta idea, pero no me iba a poner a pensar en eso, no cuando sentí mi orgasmo formarse en mi vientre. Me soltó, dejándome caer sobre mis manos, mientras me golpeaba una vez más y se aferraba a mis caderas para acelerar los movimientos. —Mírame, —exigió con la voz grave, cargada de deseo animal. Me giré levemente para cumplir su orden, y verlo así, llegando también a su límite, a arruinarse por mí, me volvió loca. Con un último empujón dentro de mí, ambos alcanzamos nuestras liberaciones, explotando en mi interior, llenándome de una dicha inexplicable. La cama se hundió bajo nuestro peso, y el suave crujido de las sábanas se mezclaba con nuestra respiración entrecortada. Sentía su mirada recorrer mi rostro, como si pudiera ver más allá de lo que yo mostraba. Mi corazón latía con fuerza, todavía resonando con la electricidad de su toque Había algo en la forma en que la última gota de mi sangre se había mezclado con la dulzura de sus labios que me decía que aún no era el momento de hablar de todo. —Maeve, —su voz rompió el silencio, baja y ronca, cargada de una necesidad de contarme algo, algo importante para él. —Shh, —le calmé con un dedo sobre sus labios, sonriendo suavemente. —No es necesario hablar, no ahora. Kane asintió, su mano encontrando la mía y entrelazando nuestros dedos. Se giró hacia mí, su cuerpo creando un escudo cálido alrededor del mío. Sabía lo que quería decirme, pero aún no estaba preparada para esa realidad. Ahora estaba sobria, y él ya me había confirmado que me había mordido. Pensé en las historias de fantasía que habíamos estado estudiando en clases, y una sola palabra venía a mi mente. En realidad una criatura, una que se alimentaba de sangre. —Sabes que todavía me falta preguntar, ¿no? —dijo él, su sonrisa revelando aquellos perfectos dientes que nunca dejaban de impresionarme. —¿Tiene preguntas para mí, profesor? —repliqué, enarcando una ceja con un gesto juguetón mientras pasaba mi brazo alrededor de su espalda, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos. —Muchas, en realidad, pero comencemos con una sencilla... —susurró, acercando su rostro al mío, sus labios rozando los míos en un contacto ligero. —Cuéntame de tu familia. —Bueno, —comencé, mi voz un poco temblorosa por la proximidad, mientras él plantaba pequeños besos en mi mejilla, moviéndose luego hacia mi cuello con una delicadeza que hacía que cada nervio en mi cuerpo se encendiera otra vez. —Somos solo mi mamá y yo. Nunca conocí a mi padre... —Mmh —murmuró él, su voz vibrando contra la piel de mi cuello, cada beso bajando un poco más, enviando oleadas de calor a través de mi cuerpo. —¿Por eso te gustan los hombres mayores? Me reí, un sonido que fue rápidamente silenciado por la presión suave pero firme de sus labios contra los míos en un beso que robó mi aliento y disipó cualquier pensamiento coherente. Cuando finalmente se apartó, coloqué mi mano sobre su mejilla, su barba raspando ligeramente mi palma. —En realidad es la primera vez que salgo con alguien mayor... —admití, y luego añadí, pensativa: —¿Qué tan mayor eres? Él sonrió, un destello de algo travieso en sus ojos. —Yo diría que demasiado mayor, —susurró, y entonces mordió mi labio inferior con una suavidad que desencadenó una cadena de escalofríos por mi columna. —¿Qué más quieres saber? —pregunté, a la vez desafiante y curiosa, mientras mis brazos se deslizaban alrededor de su cuello, atrayéndolo más cerca. —¿Cenarías conmigo mañana a la noche? —propuso, cambiando nuestra posición para quedar sobre mí, su peso una presencia estimulante que me gustaba. —¿De verdad gastarás así tus preguntas? —me reí, jugando con el cabello en la nuca. —¿Tengo que preocuparme por alguien o algo que impida que estemos juntos? —preguntó, y pude sentir la tensión en sus músculos bajo mi tacto. —No, Kane, somos solo tú y yo, —aseguré, eliminando cualquier distancia restante entre nosotros para capturar su labio inferior entre mis dientes y mordisquearlo un poco. —Entonces, cena mañana. ¿Aceptas? —insistió, con esa mirada que siempre me desarmaba, donde la seriedad se mezclaba con algo más tierno, más íntimo. —Acepto, —susurré, incapaz de resistirme a la idea de pasar más tiempo con él, y que mejor que hacerlo fuera de una cama, aunque seguramente volveríamos aquí después de la cena. Kane sonrió, satisfecho, y se apoyó en un codo para mirarme mejor. Su cabello caía ligeramente sobre su frente, dándole un aire despreocupado que contrastaba con la intensidad de sus ojos. —Ángel, hay algo que necesito saber... —dijo, su voz bajando a un tono más serio. —Este mundo, mi mundo, puede ser peligroso y complicado. No es justo para ti arrastrarte a esto sin que lo sepas todo. —Kane, no importa lo que pase, quiero estar contigo, —respondí, intentando aliviar la carga que veía en sus hombros. Él me estudió por un momento, como si midiera la sinceridad de mis palabras. Luego, lentamente, asintió. —Eso significa más de lo que puedo expresar, —dijo finalmente, besándome delicadamente. —Pero quiero que sepas que tienes la opción de alejarte si es demasiado para tí. —No voy a irme, —afirmé, capturando su rostro entre mis manos. —No sin ti. Se inclinó y me besó de nuevo, ninguno de los dos podía dejar de tocar al otro, de reafirmar que estábamos aquí y ahora, que esto era real. Cuando se separó, mi miró con un brillo de felicidad que me hizo sentir como si estuviera flotando. Se acomodó detrás de mí, rodeando mi cintura con un brazo y atrayéndome hacia él. El calor de su cuerpo en mi espalda, y sus labios encontraron suavemente la curva de mi cuello, enviando pequeños escalofríos por mi piel. —Entonces mañana a las ocho, —murmuró, su voz un murmullo cálido junto a mi oído. —Te sorprenderé. Me recosté más contra él, disfrutando de la seguridad y la paz que su presencia siempre me daba. —Estoy contando con eso, —respondí, sintiendo su risa vibrar contra mi espalda.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD