Antes del amanecer, Sora estaba lista. El vestido de novia colgaba en un rincón de su habitación, una visión que apenas podía soportar. Era hermoso, confeccionado a la perfección para el evento de su vida, pero su alma se negaba a aceptarlo. No podía casarse con Rafael, no podía ser esa mujer sumisa que su destino le imponía. La imagen de ese vestido, tan cuidadosamente colocado, era como una prisión a la que no pensaba rendirse. Prefería morir antes que ser entregada a ese hombre cruel, que no solo la veía como una herramienta, sino como un trofeo para su codicia. Con una última mirada al vestido y al reflejo de su cara, Sora se dirigió al jardín, donde la oscuridad envolvía todo. La quietud de la noche contrastaba con el caos en su pecho. El silencio parecía estar de su parte, como si el mundo supiera lo que estaba a punto de hacer
Oscar estaba allí, esperándola, su rostro grave, pero sus ojos reflejaban la determinación de un hermano dispuesto a hacer lo que fuera necesario para salvarla — Todo está listo, un amigo mío te encontrará en el bosque — dijo
— Oscar, ¿realmente crees que esto funcionará? — preguntó Sora, con la voz temblando un poco
Oscar la miró a los ojos, con una mezcla de tristeza y resolución — Lo haré funcionar — No había duda en su voz — Pero debes irte ahora. No hay tiempo —
Sora asintió, sintiendo el peso de la despedida. No sabía si lo vería nuevamente, si sobreviviría a lo que venía
— Cuídate, Sora. Prometí que te cuidaría siempre… pero si algo falla no dudes en defenderte, si es necesario usar tu magia hazlo —
Ella se acercó y lo abrazó con fuerza, como si pudiera transmitirle toda su gratitud y miedo en ese momento. Oscar la sostuvo un segundo más, luego la soltó, empujándola suavemente en la dirección correcta
— Ve, y no mires atrás. Cuídate mucho hermanita — Su voz era baja, pero llena de promesas, de promesas que Sora sabía que él cumpliría a cualquier costo
Sora dio un paso atrás, tomando una última mirada al lugar que la había aprisionado toda su vida. Con el corazón palpitando en su pecho, se adentró en el bosque, alejándose lo más rápido que pudo. El tiempo estaba en su contra, y su única esperanza era que el plan de Oscar funcionara
A medida que se acercaba al límite del territorio de Rafael, el aire se tornaba más tenso. Sabía que si cruzaba esa línea invisible, estaría entrando en terreno de nadie y eso era peligroso, pero no se quedaría en el territorio de un hombre que la consideraba su propiedad.
Fue entonces cuando lo vio. Xavier.
A pesar de la penumbra, Sora pudo verlo inmediatamente. Era alto, mucho más de lo que ella esperaba. El brillo de sus ojos esmeralda parecía iluminar la oscuridad, y cuando se acercó a ella, su expresión cambió de duda a una certeza inquebrantable
— Sora Laurentti, ¿verdad? — dijo con una sonrisa, pero en sus ojos había algo más, algo que hablaba de una profunda seriedad y un compromiso que la sorprendió
Sora dio un paso atrás, algo desconcertada, su instinto le decía que no debía confiar en nadie. Sin embargo, no podía ignorar la certeza con la que Xavier la observaba
— ¿Quién eres? — preguntó, su voz temblando un poco, pero su mirada desafiante
Xavier se detuvo unos pasos antes de ella, sin acercarse demasiado. Con una sonrisa más amplia, se presentó con una actitud despreocupada, pero sus palabras revelaban un profundo respeto — Soy Xavier Grant. No te preocupes, no vengo a hacerte daño. Si Oscar me llamó, es porque confía en mí, y créeme, haré todo lo posible por mantenerte a salvo. Pero debemos darnos prisa — Xavier miró alrededor, asegurándose de que nadie estuviera cerca — Lo mejor será llegar a la capital lo antes posible. Evitaremos los caminos más concurridos, pero el tiempo corre en nuestra contra —
Sora lo observó, aún cautelosa, pero el brillo de sus ojos le dio cierta tranquilidad. No lo conocía, pero si Oscar confiaba en él, ella también lo haría — Está bien — dijo finalmente, aunque su voz sonaba débil, como si aún dudara de todo lo que estaba sucediendo — Pero no confío completamente en ti. ¿Cómo puedo estar segura de que no me vas a entregar a él? —
Xavier sonrió, como si hubiera esperado esa pregunta — No te entregaría a Rafael… No eres para él… — un brillo apareció en su mirada intensificándose mientras la miraba — Además, si algo te pasa Oscar me mataría, no quiero enfrentarme a su furia — dijo como si quisiera relajar un poco la tensión
Sora lo miró un momento más, con los ojos llenos de incertidumbre, pero al final, decidió dar el siguiente paso. No tenía otra opción. Ya había cruzado el umbral del peligro, y si Xavier realmente estaba de su lado, sería su única oportunidad para escapar del destino que Rafael le había impuesto
Sora y Xavier avanzaron rápidamente por el bosque, el terreno irregular dificultando su caminar, pero la necesidad de escapar los impulsaba a seguir adelante. Se adentraron varios kilómetros, el silencio nocturno sólo roto por el crujir de las ramas bajo sus pies. Sin embargo, Xavier se detuvo abruptamente — Este será un buen lugar — dijo, su tono serio y alerta. Sora frunció el ceño, preguntándose en que estaba pensando Xavier
Xavier observó a Sora con una mirada juguetona, notando cómo su postura se tensaba al seguirlo sin saber a dónde iban, pero antes de continuar había algo que hacer. Xavier se giró hacia ella ― Vamos a hacerlo rápido, Sora. Quítate el vestido ―
Sora lo miró con incredulidad, su ceño fruncido mientras sus brazos se cruzaban, protegiendo su cuerpo de cualquier intento de robo de prendas ― ¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ―
― Escúchame ― dijo Xavier, levantando una mano como si estuviera explicando una simple táctica de batalla ― El vestido tiene tu aroma. Para este momento ya deben estarte buscando. Necesitamos despistarlos. Quítate el vestido ―
Sora arqueó una ceja, claramente incómoda, pero entendió el punto. De hecho, algo en su interior le decía que Xavier tenía razón. Si iban a escapar, tenía que eliminar cualquier rastro que pudieran seguir. Pero, aun así, no podía evitar sentirse avergonzada ante la propuesta
― ¿En serio? ¿Esto no es un poco... inapropiado? ―
Xavier soltó un suspiro exagerado, como si estuviera hablando con alguien completamente tonto ― ¿Te vas a poner tímida ahora? si no quieres que te encuentren, es lo que tenemos que hacer ―
Sora, con una mezcla de molestia y desconfianza, miró a su alrededor, como si alguien pudiera aparecer de repente y verla en ese estado ― ¡No voy a quedarme en ropa interior! Ni de broma ―
― Vamos ― dijo Xavier, dándose la vuelta, mirando hacia el bosque a lo lejos, para darle un poco de privacidad ― De todos modos, tenemos que cambiar tu olor ― seguido de esto se quitó la chaqueta y su camiseta extendiéndola hacia Sora con los ojos cerrados
Finalmente, Sora suspiró, y con un gesto de resignación, comenzó a quitarse el vestido, dejando caer las delicadas telas al suelo con un leve suspiro. Sora tomo la camiseta con un poco de duda ― ¿Eso es un chiste? Vas a darme tu... ¿camiseta? ―
― ¿Qué pasa? ¿Crees que no te quedará? ― Xavier sonrió de manera burlona aun con los ojos cerrados
― Es más bien que apesta como a perro muerto ¡Ni loca me la voy a poner! ―
Xavier se rio, disfrutando de su reacción ― Exacto, justamente por eso es perfecta. Tu olor es muy... refinado. Necesitamos algo que disimule esa fragancia tan... atractiva ―
― ¿Qué eres, un perro o un experto en olores? ― Sora lo desafió con tono sarcástico
― ¡Ni lo uno ni lo otro! ― respondió Xavier, dándose una palmada en el pecho con orgullo ― Pero soy muy bueno para escapar de situaciones complicadas. Y créeme, esto va a funcionar ―
― Me pregunto porque… ― dijo ella con un tono sarcástico. A regañadientes se la puso, el olor a sudor masculino de inmediato inundo su sentido del olfato ― Esto es horrible, Xavier ―
― Bueno, si prefieres que te atrapen, podemos seguir con el vestido ― Xavier se encogió de hombros ― Pero si haremos esto, hagámoslo bien ―
Sora lo miró por un momento, disgustada pero decidida ― Te odio un poco, ¿sabías eso? ―
― Lo sé ― dijo Xavier, disfrutando del momento ― Pero créeme, todo esto tiene un propósito. Y pronto te darás cuenta de que tu vida va a ser mucho más fácil si dejas que yo maneje las cosas ―
Xavier destrozó el vestido en pequeñas tiras y comenzó a buscar animalejos por el bosque. Sora lo observaba con curiosidad mientras él recogía pequeños trozos del vestido de que ella había dejado atrás y los ataba a las ramas de los arbustos cercanos. Guardando otros más en sus bolsillos
— Esto debería despistarlos por un rato — dijo Xavier — Si hay alguien siguiéndonos, el rastro será confuso ―
Sora lo miró, ahora vestida con la ropa de Xavier, y no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa. La situación era ridícula, y en lugar de sentirse más aliviada, solo podía pensar en lo absurdo que todo parecía
— Esto… es realmente incómodo — dijo, moviéndose en la ropa demasiado grande para ella, lo que la hacía parecer aún más pequeña de lo que ya era
Xavier la miró y soltó una risa ligera, disfrutando de la incomodidad de ella — Ya lo sé. Pero piénsalo de esta manera: Si alguien te encuentra ahora, lo más probable es que crean que eres un vagabundo... y no pensarán que eres la prometida de un poderoso alfa ―
Sora puso los ojos en blanco — Gracias por el cumplido... — murmuró. A pesar de la incomodidad, en el fondo, sentía una pequeña chispa de alivio. Aunque no confiaba completamente en Xavier, algo en su actitud la hacía sentirse un poco más segura
Xavier volvió a mirar al horizonte, asintiendo — Listo, ahora sigamos. Lo mejor será avanzar rápido y no detenernos mucho. La capital no está tan lejos, pero como dije el tiempo no está de nuestro lado —
Sora asintió, aún con el peso del escape sobre sus hombros, pero al menos, por un breve momento, permitió que la absurda situación de la ropa la hiciera sonreír un poco. Porque, en medio de todo el caos, necesitaba un respiro. Durante el trayecto Xavier ató pequeños pedazos de tela del vestido a cualquier animalejo que encontraba, de ese modo el rastro se dispersaría y no habría modo que los siguieran con facilidad.
Después de muchas horas, Sora y Xavier llegaron a una casa modesta, ubicada en una de las zonas más humildes de la capital. La construcción era pequeña pero acogedora, con una fachada de madera desgastada que mostraba su antigüedad. Al entrar, Sora sintió el contraste con el lujo y la opulencia de su vida anterior. Aquí, todo era más sencillo, pero también más seguro, al menos por el momento