Sora se encontraba de pie frente a un espejo enorme, el vestido blanco de seda ajustándose como una segunda piel. Los bordados de hilos de oro brillaban a la luz de las velas, un vestido perfecto como el que siempre soñó, solo que era la boda equivocada Dos omegas trabajaban en silencio, ajustando la tela y colocando delicados alfileres. Ninguna osaba mirarla directamente a los ojos. El ambiente estaba cargado, no de emoción, sino de una tensión tan espesa que apenas podía respirar
— Levanta los brazos, mi lady — dijo una de las mujeres, con la voz temblorosa
Sora obedeció, aunque sus movimientos eran rígidos. El corsé que llevaban intentando ajustar parecía otro símbolo de su falta de control sobre su propia vida: apretado, asfixiante, impuesto. Sora se miró en el espejo, buscando alguna señal de fuerza, algún rastro de la futura líder que su familia siempre había esperado que fuera. Pero solo vio a una niña atrapada en un vestido de novia que se sentía más como un ataúd
Un golpe seco en la puerta interrumpió sus pensamientos. Antes de que pudiera responder, Rafael entró sin anunciarse, como si ya fuera dueño de todo. El alfa llenó la entrada con su presencia antes de dar un paso adentro. Sus ojos, de un n***o profundo, la estudiaron de arriba abajo, como si la estuviera evaluando, no por su belleza, sino por su utilidad. Su porte era intimidante, su aura casi insoportable
— No está mal — dijo al fin, su voz baja y grave como un rugido controlado — Aunque prefiero que mis juguetes no luzcan tan frágiles. Espero que no me decepciones, Laurentti —
El corazón de Sora martillaba en su pecho, pero no desvió la mirada. Si iba a ser una presa, al menos no sería una presa que mostrara miedo. Los labios de Rafael se curvaron en una sonrisa, pero no había calidez en ella, solo una promesa de dolor
— Disfruta tus últimas horas como una Laurentti, niña. Mañana serás mía —
Rafael se giró y salió sin esperar respuesta, dejando tras de sí una habitación helada y un eco de poder y crueldad que no podía ignorarse. Las omegas se apresuraron a terminar su trabajo, pero Sora apenas las notaba mientras hacia su mejor esfuerzo por contener las lágrimas
Sora trataba de calmar su corazón, resignarse a ser una buena esposa y tomar esto de la mejor forma, pero aún buscaba la forma de hacer eso, su hermano Oscar apareció. Su presencia era un bálsamo, su aura de Alfa una fuente de seguridad que siempre la había hecho sentir protegida. Oscar leyó la expresión de su hermana y pidió hablar con ella a solas. Sabia que ella estaba sufriendo
— Sora… — dijo suavemente, sentándose junto a ella
Ella levantó la vista, y al ver la tristeza en los ojos de su hermano, algo dentro de ella se rompió — No puedo hacer esto, Oscar. No quiero hacerlo. Pero… ¿qué opción tengo? —susurró, con la voz cargada de desesperación
Oscar le tomó la mano, su rostro una mezcla de rabia contenida y frustración — Lo sé. Si pudiera enfrentarlo ahora mismo, lo haría. Pero no estamos en posición de desafiarlo… aún no —
Las palabras quedaron flotando en el aire. Sora entendía lo que quería decir: algún día, Oscar sería lo suficientemente fuerte como para desafiar a un hombre como Rafael, pero no hoy
— Eres más fuerte de lo que crees Sora — le dijo, apretando su mano — Y pase lo que pase, no estás sola —
Sora asintió, pero las lágrimas silenciosas que corrían por sus mejillas contaban otra historia
Esa noche, Sora no podía dormir. Los ecos de su conversación con Oscar la mantenían despierta, al igual que la sensación asfixiante de que su vida se le estaba escapando de las manos. Decidió salir al jardín para despejarse, pero cuando se acercó a los pasillos principales, escuchó la voz de Rafael hablando con alguien
— ¿Crees que ella será suficiente? — era la voz grave de Ray, el Beta de Rafael
— Tiene que serlo — respondió Rafael con arrogancia — ¿Has visto a su familia? Son legendarios. Belleza, fuerza, y según dicen, magia… Aunque ella parece frágil, su sangre lo compensará. Este matrimonio me dará lo que quiero: hijos fuertes y lazos con un linaje que fortalecerá mi manada por generaciones —
Ray soltó un bufido — No parece especial, más allá de su apariencia. ¿Qué pasa si ni siquiera puede darte hijos? —
Sora se quedó paralizada junto a la columna del pasillo, sus manos temblorosas cubriendo su boca para silenciar cualquier ruido que pudiera traicionarla. La conversación entre Rafael y Ray continuaba, cada palabra golpeando su corazón como una cuchilla
Rafael dejó escapar una risa baja, burlona, como si la pregunta fuera absurda — No me subestimes, Ray. Si no sirve, se enfrentará a las consecuencias. No necesito un adorno en mi manada. Ella puede ser hermosa, pero eso no será suficiente. Una mujer inútil… simplemente no tiene lugar aquí. Además, haré que me de tantos hijos como sea posible, derrocar al Rey requerirá mucha fuerza y esa Laurentti me dará el ejercito que quiero —
Sora sintió el frío recorrer su cuerpo. Era un objeto para él, una herramienta descartable
— ¿Cómo lograste que te la entregaran? Creí que la estaban reservando para el príncipe — preguntó Ray, con un toque de asombro
— Amenazas, por supuesto — respondió Rafael, con un tono casual que hizo que Sora apretara los dientes — Les dejé claro que su manada no sobreviviría otro invierno sin mis recursos. Y no solo eso, Rupert Laurentti está demasiado enfocado en fortalecer su posición como Alfa; no podía arriesgarse a hacer algo estúpido, como desafiarme —
— ¿No temes que intente escapar? — preguntó Ray, cambiando el tono a uno más sombrío — Como Lucía… —
El nombre hizo que Sora contuviera el aliento
— Lucía no escapó — dijo Rafael con frialdad — Solo muerta pudo dejarme, y si Sora intenta lo mismo, tendrá el mismo destino —
El corazón de Sora retumbó con fuerza en su pecho. No podía quedarse allí. Sus piernas finalmente reaccionaron y, sin hacer ruido, retrocedió por el pasillo, dirigiéndose al jardín
El aire frío de la noche golpeó su rostro mientras corría, buscando desesperadamente algo que calmara la tempestad en su interior. Pero cuando vio una figura conocida bajo la tenue luz de la luna, sus piernas cedieron
— Sora — la voz de Oscar la alcanzó, cargada de preocupación mientras él corría hacia ella. La sostuvo antes de que cayera, sus ojos buscando alguna explicación en los suyos — ¿Qué pasa? ¿Qué te hizo ese bastardo? —
Las palabras de Sora salieron atropelladas, llenas de lágrimas y angustia — Oscar, no puedo… no puedo casarme con él. Lo escuché... No me ve como una persona, solo como una herramienta. Si no puedo darle hijos, me matará. Y él… él amenazó a nuestro padre para que me entregaran. No puedo… no quiero quedarme aquí. Por favor, por favor, sácame de aquí —
Oscar sintió su pecho contraerse, el peso de la decisión que debía tomar cayendo sobre él. Su hermana, su pequeña Sora, estaba suplicándole que la salvara, y aunque sabía que el precio sería alto, no podía negárselo
— Te sacaré de aquí — dijo, su voz firme, pero sus ojos reflejaban la tormenta interna que enfrentaba — Alístate antes del amanecer. Hasta entonces, actúa con normalidad —
— ¿Lo prometes? — susurró Sora, sus ojos verdes brillando con esperanza y miedo
Oscar asintió, acariciando suavemente su cabello — Lo prometo —
De vuelta en su habitación, Oscar tomó su teléfono y marcó un número que no había usado en mucho tiempo. Después de unos segundos, la voz de Xavier Grant respondió con su tono habitual despreocupado
—¿Oscar? Esto es una sorpresa. ¿A qué debo el honor? —
— Necesito tu ayuda — dijo Oscar rápidamente, con un tono que borró cualquier rastro de diversión en Xavier
— Dime —
Oscar respiró profundamente antes de continuar — Quiero sacar a Sora de aquí. No puedo permitir que se quede con Rafael, y sé que, si alguien puede ayudarme a mantenerla a salvo, eres tú —
Xavier guardó silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar — Sora… es tu hermana pequeña ¿cierto? —
— Sí, y mi padre acordó entregarla en matrimonio a Rafel… No puedo dejarla en manos de ese monstruo —
— Sabes lo que esto significa, ¿verdad? Si la sacas, Rafael vendrá por ti. Y conociéndolo, no se detendrá hasta destrozar todo lo que tienes —
— Lo sé — dijo Oscar con firmeza — Pero no puedo dejarla con él. Prefiero enfrentarme a lo que sea antes de verla atrapada en ese infierno —
Xavier dejó escapar un suspiro — Haré todo lo que pueda. Hablaré con mi padre. Si alguien puede garantizarle protección, es él. Pero tienes que ser rápido y discreto —
— Gracias, Xavier. Te debo una —
— No me debes nada — respondió Xavier —será mejor que pienses lo que harás cuándo Rafael no tenga lo que quiere… no lo tomará a la ligera —
Oscar cerró los ojos, sosteniendo el teléfono con fuerza mientras escuchaba las palabras de Xavier — Lo sé, debo buscar la forma de mantener ese trato que ha hecho con mi familia, sé que Rafael es poderoso, pero ¿Tu padre no podría intervenir? —
— Rafael no solo es poderoso, es peligroso Oscar, incluso para alguien como tu padre o mi familia. Hay un trato entre sus manadas, y si encuentra a Sora, la obligará a cumplirlo. Mi padre cree que derrotarlo sería posible, pero no sin la intervención directa del Rey Lycan. Y con los recursos que Rafael tiene a su disposición, el Rey no arriesgaría una guerra tan fácilmente —
Oscar apretó los puños, luchando contra la rabia y el miedo que bullían dentro de él — Entonces, ¿qué sugieres? No puedo dejarla aquí, Xavier. No puedo —
Xavier suspiró al otro lado de la línea — No estoy diciendo que lo hagas. Pero no podemos enfrentarnos a Rafael abiertamente. Si quieres proteger a Sora, tenemos que jugar con cuidado. La sacaremos de ahí y la esconderemos. Lo mejor será que Rafael no la encuentre —
— Y mientras la busca nos destruirá… Ni siquiera sé que debería hacer —
— Dile que Sora escapó… Actúa como si estuvieras furioso con tu hermana — dijo Xavier, su voz más seria de lo habitual — Dale la razón a Rafael. Hazle creer que estás tan disgustado como él por lo que ha hecho. Finge que la estás buscando para entregársela. Si lo convences, ganaremos tiempo para pensar en algo más —
Oscar respiró hondo, el peso de la estrategia asentándose sobre sus hombros — Está bien. Pero si algo le pasa, Xavier… —
— No pasará — respondió Xavier con firmeza — Nos aseguraremos de que esté segura, la cuidaré te lo prometo —
Oscar colgó, su mente trabajando frenéticamente mientras trataba de idear cómo manejar la situación. Aunque las palabras de Xavier eran claras, sabía que el riesgo era enorme. Pero no había elección. Sora era su hermana, y haría lo que fuera necesario para protegerla, incluso si eso significaba enfrentarse al mismo infierno