Adara.
– Entonces, ¿crees que soy lindo? – me mira de forma traviesa.
Siento mis mejillas calentarse y desvío la mirada, no puedo creer que se me haya escapado, “eres muy lindo” en medio de una conversación, en serio que no puedo ser más distraída.
Han pasado unas semanas, queda súper poco tiempo para que llegue la graduación y en todo este tiempo he estado escribiendo y tonteando con Axel, es muy gracioso, pero, no entiendo muy bien del por qué a veces parece que se siente aburrido cerca de mí.
– Fue sin querer. – musito escuchando su risa.
– Tú también eres muy linda. – susurra cerca de mi oído y siento la piel erizarse por su cercanía.
– Yo. – me aclaro la garganta ajustando mejor la bolsa a mi hombro. – Mejor me voy, ya es tarde y debo caminar.
– Te puedo acompañar. – dice a mis espaldas mientras sigo caminando para salir del instituto.
– No, gracias, puedo irme sola. – respondo amablemente.
– Insisto. – llega a un costado de mí y me sonríe. – Caminar no es malo, hacerlo sin compañía, puede que sí lo sea. – agrega guiñándome un ojo, sonrío mientras niego con la cabeza.
– De acuerdo. – acepto sonriéndole.
Caminamos durante unos minutos en total silencio, Sam no pudo asistir el día de hoy al instituto porque fue a ver unos cursos de baile que quiere tomar, ella es muy buena bailando. A lo que me refería, Axel se detiene una vez que yo también lo hago a casi una manzana de llegar a mi casa.
– Hasta aquí puedes acompañarme. – digo al ver su expresión de confusión.
– ¿Por qué?
– Porque si mi madre te ve llegando conmigo se lo dirá a mi padre y este hará un escándalo. – sonríe al escucharme, pensando que es un chiste. – Así que gracias y adiós.
No me responde por lo que decido seguir mi camino, o al menos intento hacerlo ya que siento su fría mano en mi brazo haciéndome retroceder de nuevo, me voltea hacia él y me besa los labios; tengo los ojos abiertos en demasía y no correspondo de lo tan sorprendida que me siento, sin embargo… unos segundos después, cierro mis ojos correspondiendo, no es mi primer beso, obviamente, pero la sensación…
Toma mis labios entre los suyos con un poco de rudeza y me suelta cuando me falta el aire, yo respiro aceleradamente buscando llenar de aire mis pulmones, en cambio, él está como si nada, supongo que porque no le hace falta el aire, está muerto, en teoría, (por ser vampiro, ya me entienden).
– Lo siento. – susurra y lo miro desconcertada.
– Yo…
– No, en verdad, no lo siento, - me interrumpe y lo miro confundida. – Me gustas, Adara y si me dejas, podría robarte todos los besos que quiero darte desde ya hace semanas. – me quedo con los labios entreabiertos, Axel me está diciendo que le gusto, OMG, ¡le gusto!
– Yo… este… eh. – tartamudeo, genial, simplemente, genial, nótese el sarcasmo. – Me tengo que ir. – digo apresuradamente sintiendo mis mejillas calientes, paso por un costado y prácticamente corro hasta entrar a la casa.
Dejo salir y suspiro profundo y subo con rapidez las escaleras hasta llegar a mi habitación para lanzarme sobre mi cama y gritar de emoción sobre la almohada, ¡me ha besado!
– Adara. – esa es la voz de mi padre.
– Pasa. – respondo y abre la puerta entrando.
Me siento encima de la cama acomodando mis cabellos, mi padre entra con el rostro serio, algo me dice que lo que sea que hablemos, no va a gustarme.
– Te he visto llegar. – comienza, asiento con la cabeza esperando. – Pero, también te he visto con un muchacho a una manzana de aquí.
Abro los ojos como platos, trago en seco, ¿nos habrá visto besándonos? Si me voy a guiar por su mirada, algo bueno, no pronostica.
– Yo… puedo explicarlo. – respondo y niega con la cabeza.
– No volverás a hablar con ese chico. – ordena y arrugo el entrecejo.
– ¿Por qué?, ¿por qué me ha besado? – pregunto levantándome de la cama.
– Sabes perfectamente el por qué. – respondo tensando la mandíbula. – Es un vampiro.
– Eh, papá…
– Y no te atrevas a negarlo, Adara, los reconozco desde kilómetros y no te quiero cerca de ese. – está más que enojado, mis ojos se cristalizan.
– Él es bueno, me trata…
– No me importa, Adara, dejarás de hablarle y no te atrevas a desobedecerme. – eleva su dedo índice medio señalándome.
– Pero, papá…
– Adara, ya te dije que no le hablarás de nuevo. – sentencia y sorbo por la nariz para no dejar caer mis lágrimas. – Es por tu bien, hija, los seres sobrenaturales tienen parejas predestinadas. – me recuerda lo que ya me sé, pero a lo que no había tomado tanta importancia hasta ahora. – Ese vampiro solo es capaz de amar a su tua cantante, a nadie más y tú, no serás su juguete. – lo miro y abro la boca para replicar. – He dicho la última palabra, no me desafíes, Adara.
Sin darme la oportunidad de defenderme, sale cerrando de un portazo, dejo caer silenciosamente mis lágrimas, mi padre tiene razón, no puedo involucrarme con Axel, pero… ¿qué hago con lo que ya siento?
Me dejo caer de nuevo sobre la cama miro el techo mientras me seco las lágrimas, necesito conversar con alguien; llamo a mi prima.
– Arya, creo que debes saber algo. – hablo tan pronto descuelga la llamada.
– Prima, ¿qué sucede? – pregunta un poco alarmada.
– No me lo vas a creer. – me muerdo el labio inferior. – Pero creo que me gusta un chico. – agrego en voz baja como si alguien pudiese escucharme.
– Y ¿eso? No tiene nada de malo. – responde más tranquila.
¿Cómo le digo que es un vampiro? Y que mi papá ni siquiera me dejó decirle nada en mi defensa, que solo se dedicó a básicamente amenazarme para no volver a hablarle.
– Lo tiene porque… es un ser fuera de mi alcance. – vacilo un poco jugando con un mechón de mi cabello.
– No digas estupideces, claro que debe estar a tu alcance, Adara. – respiro, debo decírselo, es mi prima.
– Pues no, es un vampiro. – susurro con el poco valor que tenía para decirle.
– ¿QUÉ? – grita y alejo un poco el teléfono de mi oído. – No puedes estar hablando en serio, Adara. – esta vez se escucha más seria.
– Pues por eso es que estoy tan nerviosa, es decir, es un vampiro, lindo, de ojos claros y cabello castaño, pero no puedo acercarme. – miento parcialmente.
Sí ya se enojó con lo que le dije, seguro le da un infarto con el tema del beso, mejor me callo y me mantengo intacta.
– Haces bien. – me corta las ilusiones.
– Oye, eso no me anima. – suspiro, frustrada.
– Sabes la opinión que tengo de los vampiros, Adara, ellos asesinaron a mis padres. – asiento a pesar de que no puede verme.
Lo sé, mis padres se salvaron de milagro gracias a nuestro guardián que llegó a tiempo, pero, no pudo hacer nada por mis tíos, Arya desde entonces, se convirtió en mucho más que solo una protegida para él.
– Lo sé, lo siento, no quería traerte recuerdos malos. – me disculpo con ella.
– Adara, no te preocupes, pero dime, ¿cómo sucedió todo?
– Pues es un alumno nuevo del instituto. – no estoy mintiéndole, es la verdad.
– Raro. – susurra.
– Es todo un amor, desde el principio me habló y es muy amable. – confieso con una sonrisa inconsciente en los labios.
– Adara, creo que algo no anda bien con eso. – arrugo el entrecejo por su respuesta.
– Arya, deja tu resentimiento de lado, Axel no es como ellos. – respondo enojada, no todos son iguales, si tan solo lo conociera…
– ¿Axel? – pregunta extrañada, ah, sí, verdad, no le dije su nombre.
– Sí, mi vampiro lindo, pero, mi papá ya me descubrió y me prohibió hablarle, estoy triste. –bajo la mirada.
– Adara, sé que capaz no me veas objetiva, pero te daré un consejo, mantente alejada de los vampiros, son seres fríos por naturaleza, solo serían cálidos con su tua cantante. – sé que me dice la verdad, pero eso no me ayuda mucho.
– Sí, ya sé, con su alma predestinada, papá también me habló de eso. – pongo los ojos en blanco.
– Adara, haznos caso, no seas pesadita, porque si sigues por el bando contrario terminaran rompiéndote el corazón y nosotros le romperemos la madre a quien se atreva a hacerte eso.
– Mmm, supongo que debo ser un poco más inteligente y hacerte caso, ¿cierto?
Quizás… solo quizás, debería de ponerme en el lugar de ellos, seguro están preocupados nada más, pero, si logro que lo conozcan… no, no, no, es mejor que me haga la idea, no quiero ser la segunda opción de nadie.
– Así es primita
– Lo meditaré con mi almohada, ahora debo dejarte, tengo que ir junto a Sam, nos dejaron tareas. – miento, Sam ni siquiera asistió a clases, pero Arya no lo sabe. – No sabes cómo odio a los benditos profesores, pero dos meses y adiós instituto. – suspiro.
– ¿Dos? – pregunta confundida.
– Claro, ya estamos en la mitad de abril, chica, el tiempo pasa volando. – divago ya que, ni mi prima saldrá a mi favor.
– Bueno, ya no te entretengo, también debo hacer tareas. – responde y doy por finalizada la llamada.
Suspiro cerrando mis ojos, definitivamente debo hacer algo, mejor bajo a cenar, no quiero que mi padre se moleste conmigo, no suelo desobedecerlo, al menos, no en temas serios.
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Llego al instituto, hoy es un día lluvioso, mi padre me trajo y no perdió tiempo en advertirme de nuevo que no es una buena opción el contradecirlo. Sam está a mi lado, como de costumbre, me platica muy emocionada que logró entrar, pero que debía cursar ya mismo, lo cual la llevará a ajustar sus horarios, sin embargo, que eso no le importaba.
– Entonces, ¿qué hay del nuevo pretendiente? – pregunta en lo que vamos llegando al aula.
– Nada, solo… se acabó antes de comenzar. – susurro entrando a clases.
Lo busco con la mirada, pero no asistió, qué raro, arrugo un poco el entrecejo y decido tomar mi lugar con Sam a un lado. Las clases comienzan, Axel no asistió a ninguna, seguro que tuvo algún inconveniente.
– Adara, te sucede algo, yo lo sé, por favor, dime. – insiste Sam.
Esta vez, estamos caminando hacia la salida del instituto, ya terminaron las clases, por hoy, al salir al parqueadero veo que el cielo está muy nublado y el auto de mi padre ya está esperando por mí.
– Te lo diré otro día, ahora vamos, mi papá puede acercarte a tu edificio. – respondo y ella hace una mueca.
– No, primero quiero pasar por un lugar. – me detengo volteando a verla.
Estamos como a veinte metros del auto de mi padre, quien, por cierto, está dentro viéndonos fijamente, que ni se le ocurra usar sus truquitos para escuchar nuestra conversación a través de la magia.
– ¿Qué lugar? – pregunto elevando una de mis cejas.
Veo la ligera sonrisa de Sam, de esas que anuncian que hará algo que no es tan propio de su verdadera personalidad, ladeo la cabeza preguntando de esa forma, qué a dónde irá y me guiña el ojo.
– Quedé de verme con John. – responde pícara y me señala disimuladamente hacia un costado.
– El jugador de baloncesto del grupo C, ¿cierto? – indago mirando de reojo el auto que ya me dijo que espera por ella, asiente. – Sam…
– Tranquila, Adara, me sé cuidar, además, él es muy guapo. – se encoge de hombros. – No solo los hombres pueden andar de cama en cama.
– Yo… no dije eso, ni quise decirlo. – replico, pero ella se mantiene sonriendo, frota mi brazo.
– Lo sé, Adara, solo que tienes una pequeña mente ingenua. – entrecierro los ojos mirándola. – Y no está mal, seguro solo falta que llegue el indicado.
– Dios te oiga. – susurro y se comienza a reír.
– Tranquila, chica, cuando llegue el momento, lo sabrás y estarás muy segura de hacerlo. – pongo los ojos en blanco.
– No quiero imágenes en mi cabeza. – hago una pequeña mueca de asco.
– No te las daré, ya tendrás tiempo de hacerlo tú misma. – asiente con la cabeza en de acuerdo con su propia frase.
– Estás un poco loca. – admito negando con la cabeza mientras sonrío.
– Y lo mejor de todo es que tengo dotes de actriz y no todos pueden notar qué tan real es mi locura. – me guiña el ojo. – Nos vemos, me tengo que ir ya.
Asiento con la cabeza, se despide con un beso en mi mejilla y camina hacia un auto que identifico como el de John, no es mal chico, ni está nada feo, qué bien por Sam, al menos se divertirá.
Suspiro viéndola entrar y alejarse en segundos dentro de ese auto; decido caminar lo que me falta y subir de copiloto con mi padre, este me saluda, yo respondo y se dedica a conducir.
– Papá. – lo llamo. – Falta poco para la graduación. – musito.
– Y ya tienes en mente lo que quieres estudiar, ¿no es así? – pregunta mirándome un segundo para después concentrarse de nuevo al frente.
– Yo… en realidad, quería…
No termino la frase cuando siento un fuerte golpe desde atrás, nuestro auto derrapa por el asfalto, grito del susto buscando algo de qué sostenerme ya que me moví bruscamente y veo un poco borroso, el auto se sacude de forma violenta nuevamente al ser embestido desde atrás.
– ¡Agáchate, hija! – ordena mi padre queriendo mantener el control. – Hazme caso. – agrega más enojado.
– Papá. – digo asustada sintiendo mis lágrimas cerca.
– AGACHATE.
Vuelve a gritarme, lo hago sin rechistar en un segundo, procuro no dejar de mirarlo, no quiero que nos suceda nada, de repente comienza a susurrar en latín, sus ojos cambian de color a uno medio gris con un leve destello blanco, lo que sea que nos embestía ya no lo hace, solo escucho el sonido de unos frenos y algo que explota, como llantas o no sé.
– Tranquila, hija, estamos bien. – me dice mi padre.
Pasan unos minutos hasta que detiene el auto, se desabrocha el cinturón y acuna mi rostro buscando alguna herida.
– ¿Estás bien, hija? – pregunta, preocupado.
Hago un puchero y me lanzo a abrazarlo mientras lloro, tuve miedo, mucho miedo, ¿quién nos haría algo como eso?, ¿por qué? Siento las manos de mi padre dejado suaves caricias en mi cabello.
– Tuve miedo. – admito en voz alta.
– Tranquila, estamos bien. – susurra.
– ¿Quiénes…?
– Los Williams. – me interrumpe y me separo de golpe a mirarlo.
– ¿Qué? – pregunto secando mis mejillas.
– Hija, esos eran hombres de los Williams. – responde y siento una ira crecer en mi interior. – Creo que la idea era asustarnos, pero, tú tranquila, estamos bien.
– ¿Qué les hiciste? – pregunto en un susurro, mi papá respira profundo.
– Utilicé magia. – responde como si nada. – Les hice ver algo que no existía y provoqué un accidente.
Entreabro un poco la boca, ¿cómo que utilizó su magia si a mí no me deja utilizarla?, ¿cómo pudo usar su magia si ni a mí se me ocurrió?
– No se van a rendir. – digo negando con la cabeza.
– Eso es algo obvio, Adara, pero, nosotros debemos de estar preparados.
– Papá, tuve miedo. – me llevo las manos al cabello. – Me paralicé, ¿qué pudo haberme sucedido si es que yo estaba sola? – me comienzo a sentir ansiosa.
– Estuve contigo.
– Eso. – lo señalo. – Pero, ¿y si no estabas?
– Te hubieses defendido. – responde y lo miro enojada, niego con la cabeza. – Lo hubieses hecho, hija, porque tienes entrenamiento, a diferencia de Arya, tus poderes siempre fueron entrenados, tienes la fuerza, el conocimiento y…
– Pero, tuve miedo y no supe qué hacer más que llorar. – me recrimino bajando la mirada, sintiendo nuevamente mis lágrimas juntarse.
Si esto solo fue un susto y yo me quedé paralizada como una niñita, ¿qué se supone que me espera si en algún momento me quieren abordar a mí sola? Eso sería un real fracaso. Mi padre toma mis manos haciendo que yo lo mire, con mis ojos sé que le estoy pidiendo disculpas, él me entrenó desde niña, tengo básicamente mucho más conocimiento que Arya, pero soy una… miedosa.
– Yo confío en ti, Adara. – comienza juntando mis manos y besándolas. – Eres mi hija, te entrené, te di todos los conocimientos que necesitabas.
– Pero…
– Tenemos un yo interno, Adara. – me interrumpe. – El cual todavía te falta potenciar, pero, basta decirte que, si estás en un peligro real, el yo interno se desencadena solo, como una fuerza invisible protectora.
– ¿Y si no puedo? – pregunto y él me sonríe con cariño.
– Claro, que puedes, mi hijita. – acaricia mi mejilla. – Tú puedes todo lo que quieras, excepto el llevarme la contraria. – se atreve a bromear e intento sonreír, pero termino dejando caer mis lágrimas.
Se acerca de nuevo a abrazarme, mi padre es el mejor, solo un poco mandón y con una mentalidad un poco cerrada en algunos temas, pero fuera de eso es el mejor, lo amo mucho como amo a mi madre.
– Te quiero mucho, papá. – susurro sorbiendo por la nariz.
– Yo te amo, hija. – responde, nos separamos del abrazo y hace una mueca. – Creo que debo arreglar eso de allá. – señala con la cabeza la parte trasera del auto. – Y no le digas a tu madre de esto.
– Pero…
– Se va a preocupar en vano. – me interrumpe y asiento. – Además, estamos bien.
– Sí tú lo dices. – respondo dubitativa y sonríe negando con la cabeza.