—Estás tomando demasiadas molestias para que esto sea solo temporal.
—Aunque sea temporal debemos hacerlo creíble, mientras más pronto ellos crean que nosotros tengamos simpatía por el otro, será mejor así. Ninguno sospechará de que esto es un plan entre nosotros.
—Comprendo y hablando sobre lo que ocurrió con Simeón…
—No es necesario que digas nada, él debe entender que debe mostrar respeto, especialmente si vas a ser mi esposa, nunca me ha gustado los adjetivos calificativos que son usados despectivamente. Además si no se impone respeto desde ahora, jamás lo hará. Es mejor aclarar todo este asunto, él más que nadie será uno de los más astutos, yo estoy seguro de que si no hubiera dicho nada, él rápidamente se hubiera dado cuenta de que hay algo que estamos escondiendo.
—Está bien, supongo que tienes razón.
Ya estábamos cerca, y cuando se estacionó, hizo lo mismo que en el café. Primero salió y luego me abrió la puerta.
—¿Por qué haces eso?
—Hacer, ¿qué?
Al salir del vehículo le sonreí de lado.
—Eres un hombre muy caballeroso, tan opuesto a tu hermano, ¿estás seguro que llevan la misma sangre?
—Eva no empieces con eso.
—De acuerdo, solo estoy bromeando. El caso es que no creo que tú y yo debemos llevarnos mal, no pareces ser un interesado como el resto de tu familia, Claro qué Harper es otra de las que se salva.
—Así que ahora estás calificando a mi familia.
—Bueno, ¿qué quieres que te diga? Ustedes no son precisamente la familia perfecta —respondí de esa forma para ver cuál era su reacción, parecía una exageración, pero por el amor a Dios, Arton parecía no tener expresiones en su rostro.
—Bueno, si esa es tú manera de pensar, no puedo hacer nada para cambiarla.
—Ay vamos, por favor al menos muestra un gesto o enojate.
—Si por enojarme sacaría algún provecho de algo, créeme que lo haría, pero es todo lo contrario. Solo pierdo energía y es lo que más necesito para poder conseguir que la empresa vuelva a flote.
Rendida, me encogí de hombros, entonces miré sus pies, si lo piso, ¿Llorará?
—Sobre eso he hablado con el banco para hacer una inversión y poder transferirlo al fondo de la empresa.
Al ver su mirada de incredulidad me llevé las manos a la cintura como si estuviera ofendida.
—Oye, ese fue el trato, soy una persona que cumple con su palabra, así que no me mires así.
—Bueno, parece que tu eres la experta en tratos.
Su respuesta me causó un recuerdo y sin querer terminé por contárselo.
—No solo en tratos, también apuestas —no sé por qué se lo contaba, simplemente salía de mis labios las palabras y no podía detenerlas—. Una vez le aposté a Julen a qué no podía darle un baño a Amarok, y claro como él es algo orgulloso aceptó, sin embargo como perdió terminó siendo mi modelo para el vestido de novia —de solo recordarlo no podía evitar reír—. Lo hubieras visto, realmente se veía muy gracioso, me pidió que no se contará a nadie, pero le tomé algunas fotos, y él estuvo con una cara así como las que tú pones de limón ácido durante la confección.
—¿Limón ácido? —frunció el ceño.
—Ay por favor, no finjas que no soy la primera que te lo dice, traes esa misma cara todo el tiempo, ¿sabías que estar enojado en todo momento hará que envejezcas más rápido?
—¿Me estás llamando viejo? ¿Cuántos años crees que tengo?
—A ver, por tu cabello diría que unos 30, por tu piel unos 32 y por tu actitud unos 50.
—Total, decídete, ¿qué edad crees que tengo?
—Dame unos segundos, voy a sumar — al decir esto creí que al menos sonreiría, pero solo frunció aún más el ceño.
—Tengo 28 señorita —remarcó en esta última palabra haciéndome notar por primera vez un ligero tono de irritación.
—Vaya, sin embargo te creí mayor que Scott.
—Y tú eres muy madura, ¿verdad?
—Bueno, no tengo complejo de fruta, pero digamos que al menos soy capaz de expresar mis emociones y manejarlos.
—Perfecto, ¿quieres que te ponga una estrella en la frente?
—No estoy muy segura, pero creo que pareces estar usando sarcasmo.
—¿Sabes qué? Mejor me voy, no vaya a ser contagioso tu locura, te llamaré en la noche para informarte sobre la boda, señorita madura.
—Hasta luego señor sarcasmo —él resopló e ingresó a su vehículo, y yo no pude evitar reírme a grandes carcajadas.
Y no fue hasta que me quedé sola, que me di cuenta que no había reído tanto desde hace mucho tiempo.
—¿Estás ahí, querida? —mi abuela sale de la casa y al verme se sorprende—. ¿Ese no era el auto de los Sartini?
—Así es abuela, y ya que estás aquí, hay algo que debo contarte.
——————
POV Harper
—Es hermoso, mi amor… Aún no puedo creer que esto tan pequeñito esté creciendo dentro de mí… —pegué el ultrasonido a mi corazón, sintiendo como una ráfaga de emociones se apoderaban de mí.
Le contaba a Simeón de mis sentimientos, mientras estábamos en la habitación, yo estaba frente al espejo, imaginando cómo se vería mi vientre en algunos meses, en lo que mi esposo permanecía sentado en la cama, revisando su celular.
—Amor mío, mi doctora me citó para mañana, ¿Crees que…?
—Ahora no, Harper. Debo hacer una llamada.
—Oh… —bajé la mirada—. Está bien, no te preocupes. Entiendo que estás muy ocupado.
Simeón no me respondió, simplemente se levantó de la cama y salió de la habitación con el celular pegado a su oreja.
—No hay problema, bebé. Papá es un hombre muy ocupado, estoy segura que la próxima vez nos acompañará —sonreí, tratando de creer en mis propias palabras—. Sé que lo hará, él nos ama mucho.
Guardé la imagen del ultrasonido en mi caja de objetos valiosos, y procedí a cepillar mi cabellera oscura, lo sujeté en una coleta con una cinta y decidí salir.
Tal vez mi esposo estaría algo ocupado mañana, pero no hoy, ¿Quien dice que una mujer debe esperar una invitación? Yo misma lo invitaría a salir, lo había extrañado tanto desde que se fue.
—Clau —me acerqué a la empleada—. ¿Has visto a mi marido?
—Lo ví hace unos minutos, señora, pero salió
—¿Salió? ¿Te dijo a dónde?
—No señora, pero traía mucha prisa, llevaba el celular pegado a su oreja, y solo repetía: Estoy en camino.
No voy a decir que no me sentí algo decepcionada, pero debía entenderlo, él era un hombre muy importante. No puedo simplemente pensar que siempre estará para mí. Debo darle su espacio.
—¿Desea algo más, señora?
—No Clau, continua con tus tareas.
Pensaba en regresar a mi habitación, pero… ¿Por qué no? Él día a penas había comenzado, además… No estaría sola, mi bebé me acompañaría.
Así que, sonreí ampliamente y subí por mi bolso.
—Hoy mami cumplirá con tus antojos —dije, acariciando mi vientre.
———————
POV Simeón
—¿Embarazada? Vaya, si que tienes puntería —me dice una mujer, después de exhalar el humo de su cigarro—. Supongo que ahora vas a ser más atento con ella, y me vas a abandonar a mí.
Suelto una risa larga a la que ella se une.
—Mira, lo que yo haga con Harper, es asunto mío —me acerco más a ella—. Nosotros ya nos divertimos mucho, así que… —de un solo movimiento, la tomo del cuello—. Vuelve a amenazarme con contarle lo que hicimos con el dinero de la empresa, y te vuelo la cabeza de un tiro.
—¡Uy! Sabía que reaccionarías así, me gusta cuando eres rudo —me sonríe, disfrutando de cómo mi mano aprieta su cuello—. Y por cierto, no me creas tan estúpida, mi vida. Si abro la boca, terminaría embarrándome contigo.
—Por fortuna ese dinero ya no existe, sin embargo, tengo en mente a una nueva víctima para sacarle todo el dinero.
—¿De qué hablas?
—De la prometida de Ratón Sartini, esa mujer parece tener mucho dinero, de lo contrario Bertino no estaría insistiendo para que se case con su nieto.
—Ay cómo me encantas…
—Y por supuesto, si eres buena conmigo, te tocará una buena parte —quitando la mano de su cuello, atrapó sus labios en un beso lleno de lujuria.
—Creo que alguien ya se despertó —me sonríe, bajando la mano a mi entrepierna.
—Bueno, ya sabes que debes hacer.
Ella se muerde los labios y nos volvemos a besar. Solo unos instantes después, ella me jala de la corbata, para llevarme de la sala a su habitación, dónde ocurre lo que debía pasar.
—————
POV Eva
Los días pasan, Arton me mantiene informada, y es solo unas dos semanas después que tras ponernos de acuerdo, se realiza la ceremonia.
No sabía si las cosas funcionarían, si algo de nuestro plan terminaría por fallar, pero no había otra solución, de modo que con toda mi inseguridad, acepté ante la pregunta del juez.
Ante la ley desde este momento, Arton y yo éramos marido y mujer, y solo Dios sabía lo que nos separaba.